19J: Quien avisa, no es traidor

Ya tenemos fecha y no ha sido elegida, ni por inspiración de la Virgen, ni por el bloqueo parlamentario de Vox, que solo ha existido en la imaginación de Moreno Bonilla, ni por la necesidad de que pueda aprobarse el presupuesto para 2023, porque en ese supuesto deberían haber sido convocadas nada más conocerse la retirada del apoyo parlamentario de la ultraderecha y la subsiguiente imposibilidad de sacar las cuentas autonómicas para 2022.

El 19 de junio, domingo de Corpus, ha sido la fecha elegida para que los andaluces acudamos a las urnas y ha sido escogida por pura conveniencia partidista de Moreno Bonilla. Por un lado para evitar que siga aumentando el caudal de votos de la ultraderecha y por otro para aprovechar el coyuntural tirón en las encuestas de Núñez Feijóo.

Y es que las cañas demoscópicas de hace unos meses, se han ido tornando lanzas para Juan Manuel, y no porque ningún estudio amenace la victoria del PP sobre el PSOE, sino porque el crecimiento por su flanco derecho ha sido tan imparable, que los de Abascal no han dudado en promover a su musa neofranquista, Macarena Olona, como casi segura candidata a la presidencia de la Junta, algo que no harían jamás, de no estar convencidos que pueden cosechar un espléndido resultado, lo que llevaría a la actual diputada por Granada -que desgracia para esta tierra- a la vicepresidencia del Gobierno andaluz, a imagen y semejanza de lo que acaba de ocurrir en Castilla y León con Juan García Gallardo.

Imaginen un gobierno con «Maca» de vicepresidenta, y varios de sus secuaces en las consejerías de Igualdad, Cultura, Educación y Agricultura. Sería un  gobierno que trasladaría a Andalucía al tiempo de los Santos Inocentes, con Abascal a lomos de su jaca galopando y cortando el viento.

La Andalucía de Vox es la del juez Serrano, su candidato de 2019, cobrando subvenciones públicas para pagar sus pufos y sentado en un banquillo de los acusados; la del prófugo de la justicia británica, Ortega Smith, haciendo el ridículo frente al Peñón y practicas de tiro con tirantes y zapatos; la de Espinosa de los Monteros encargando trabajos que luego no paga; la de Rocío Monasterio firmando proyectos sin ser arquitecta; la de Hermann Tertsch soltando soflamas nazis desde cualquier bar de mala muerte y al borde del coma etílico; la de la alicantina Olona vestida de flamenca en la sesión de investidura, con la fascista Marine Lepen como invitada de honor, para que de paso siga jodiendo a los agricultores andaluces.

La Andalucía de Juan Manuel con Macarena como vicepresidenta, sería una tierra en la que volverían al olvido las miles de víctimas de sus progenitores políticos, cuyos restos siguen en fosas comunes en cunetas y pozos, porque la Ley de la Concordia que impondrá la alicantina, intentará enterrar por todos los medios a su alcance, cualquier testimonio que recuerde las barbaries cometidas por sus amados golpistas.  La que volvería a honrar a Queipo de Llano y lo mantendría con honores en la basílica de la Macarena; la que «enseñaría» a los niños que la matanza de la «Desdandá» se produjo por los errores logísticos de la República y no por el criminal bombardeo, por tierra mar y aire, de la población civil que huía de Málaga camino de Almería; la Andalucía en la que el coronel Cascajo y el comandante Valdés, ya no serán los dos asesinos fascistas que acabaron con más de quince  mil vidas en Córdoba y Granada, sino dos «patriotas» anticomunistas… Y la tierra en la que a Lorca lo mataron por rencillas familiares y punto.

Será la Andalucía en la que se devolverían las competencias a Madrid en materia educativa y sanitaria, acabando así de un plumazo, con el principal ascensor social de esta tierra en los últimos 40 años; en la que peligraría el subsidio de desempleo agrario que ha permitido subsistir dignamente a miles de jornaleros y evitado la desaparición de decenas de pueblos del interior; la Andalucía en la que el campo no sería para quien lo trabaja, sino para quien lo cabalga.

Una Andalucía en la que el modelo de mujer se parecería bastante al de la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera y en la que Ana Orantes, no sería considerada una víctima de la violencia machista, sino de la violencia intrafamiliar, con la que los hooligans de Olona pretenden equiparar la violencia de que son víctimas las mujeres, por el mero hecho de serlo, con cualquier otro tipo de violencia.

Una tierra en la que nuestro glorioso pasado andalusí sería un accidente de la historia, a ser posible sobre el que pasar de puntillas, porque para los neofranquistas que vienen, la historia fetén será la del 2 de enero y la Toma de Granada a los moros; la de la quema de las maravillosas bibliotecas nazaríes por el Cardenal Cisneros en la plaza de Bibrambla; la de la expulsión de los moriscos, de los judíos y a ser posible de los gitanos.

Una Andalucía en la que la inmigración deberá ser «ordenada», entendiendo por ello la importación de mano de obra semiesclava, que se encargue de todo aquello que los señoritos patrios consideran indigno de sus manos blancas; en la que condes, marquesas, duques, vizcondesas y demás «nobleza», vuelvan a lucir palmito por ayuntamientos, diputaciones y despachos de todo pelaje, para conseguir el diezmo que por sangre entienden que les corresponde.

La Andalucía de Vox será aquella en la que el Opus, los Legionarios de Cristo y los obispos tridentinos, volverían a acojonar a los niños con las llamas eternas, para que así de mayores no rechisten a los señoritos.

Y es que para «Maca», la Andalucía como Dios manda, es la de cortijos en los que galopar y cotos donde cazar; la de camareros para servirles en Marbella y Sotogrande,  en el Rocío y la Maestranza. Una tierra, en definitiva, de señoritos de toda la vida explotando miserablemente a tantos andaluces y andaluzas que a ellos les gustaría fuéramos como Régula, Azarías y Paco el Bajo.

Quien avisa, no es traidor.

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