2031

El Centro Federico García Lorca sufre carencia de personal y la respuesta de las instituciones que forman su consorcio es la rebaja de su presupuesto. La Orquesta Ciudad de Granada tira de la pesada bola de su deuda y entra en el peligroso bucle donde se pregunta sobre su utilidad. La gestión de las principales instituciones, como el Parque de las Ciencias, deviene en una discusión fútil que reagrupa el poder centralista en Sevilla y arrincona la iniciativa de la ciudad. Los festivales de Granada menguan, algunos desaparecen sin sustituto, otros solo se nutren de ilusión y lo que deje una taquilla, porque las instituciones han empezado a hacer mutis por el foro.

Con estas mimbres ¿se puede ser ciudad cultural europea en un plazo de once años? Difícilmente. El trabajo ni se hizo ni se hace, es una cuestión de la personalidad esquizofrénica de nuestra ciudad. Lo tenía todo, pero no lo trabaja. Y quien trabaja lo hace por cuenta propia con mayor ilusión que apoyo. No vamos a volver a hablar de cómo proyectos de otras ciudades, tan cercanas, abocadas a otros destinos como motores económicos han sabido gestionar, con un esfuerzo de años, el relumbrón cultural y hacer de la cultura un motor más añadido a las poderosas turbinas del turismo. Ese motor, el de la cultura, era el nuestro y anda gripado. Esas otras ciudades supieron copar, estratégicamente, los puestos del partido en el poder autonómico cuando de la cosa cultural se trataba, y se daba un engrase perfecto con los jerifaltes, de cualquier otro partido, que estuviesen en el poder local. Aquí nada de nada, ni acuerdo: gresca, pereza e inaninidad.

Es posible que aún se esté a tiempo, si acaso se plantea lo importante por encima de lo urgente, si acaso se remangan todas las fuerzas políticas y trazan un plan ambicioso, un camino que recorrer; si ponen los medios para que así sea. La labor de las instituciones en el campo de la cultura, desengáñense, no es facilitar. Su función es tirar del carro, porque la cultura, como los parques públicos no se financian con la venta de entradas. Es la diferencia entre un parque y un vivero. En el vivero se venden árboles, en el parque se disfruta de la sombra. Granada debía ser una ciudad de parques culturales, de árboles de cultura, de una enorme sombra cultural cubriéndola toda. Una sombra que alcanzase hasta 2031 y mucho más allá.

Para ello, el empeño de las instituciones todas, de los partidos todos, pasa por unirse, por entenderse, por empeñarse, por rebuscar, por equilibrar, por conseguir financiación, imaginación y dinero debajo de las piedras. Pasa porque los centros culturales de Granada irradien y trabajen con personal suficiente, porque la oferta cultural sea cada vez de mayor calidad, pasa porque los proyectos sean viables e indiscutibles, surgidos del acuerdo y el apoyo. Porque esa es la labor: liderar el proyecto, ponerse al frente. Ser Capital Europea de la Cultura no soporta la reducción de un presupuesto.

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