25N… Más necesario que nunca

Por un capricho del calendario, esta columna ve la luz el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, una fecha que ojalá no tuviéramos que celebrar porque esa infame violencia contra ellas y sus hijos, ya no existiera. Lamentablemente eso no es así.

Mientras decenas de miles de mujeres y hombres, saldremos hoy a las calles de nuestros pueblos y ciudades, para decir basta a la violencia machista, el estercolero político de este país se burla impunemente de esta lacra y de paso de sus víctimas. Lo hacen impidiendo que las instituciones donde ese basurero tiene representación, desde el Congreso de los Diputados, hasta el último ayuntamiento, hayan podido aprobar declaraciones institucionales contra semejante barbarie, que se ha cobrado la vida de 34 mujeres en lo que llevamos de año. Sencillamente repugnante, además de inaceptable.

Hasta el nada sospechoso de peligroso izquierdista, el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, asegura que “Si hay una manifestación clara y evidente de la fractura de los principios básicos de nuestra convivencia, esta es sin duda la violencia de género que evidencia el más cruel reflejo de la desigualdad entre hombres y mujeres, así como una intolerable violación de derechos y libertades fundamentales”. Pues bien, no debemos consentir que en pleno siglo XX, nadie dinamite el consenso que hasta ahora habíamos conseguido contra esa lacra.

La violencia de género es el máximo exponente de la desigualdad de las mujeres y la más grave violación de sus derechos humanos que padece nuestra sociedad. Por eso esta lucha tiene que ser una cuestión de Estado, tiene que estar reflejada en todos los programas políticos e institucionales y paralelamente es fundamental invertir una dotación suficiente de recursos que nos permita poner en marcha las políticas tendentes a erradicar esta lacra.

El negacionismo que se pretende imponer desde alguna cloaca política, no podrá ocultar jamás que nuestra sociedad se enfrenta a una dramática realidad, frente a la que no podemos, ni debemos resignarnos, como si se tratara de algo inevitable,

Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer, como «todo acto de violencia de género que resulte o pueda tener como resultado, un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, o la coacción, tanto si se producen en la vida pública como en la privada».

El problema es de tal magnitud que según estudios de la OMS, basados en los datos de más de 80 países, casi una tercera parte (30%) de las mujeres que han mantenido una relación, han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja.

Y mucha atención, porque según el último barómetro Juventud y Género 2021 que firma el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, uno de cada cinco adolescentes y jóvenes varones entre 15 y 29 años, consideran que la violencia de género no existe y solo es un «invento ideológico». Este dato significa que desde 2017 esa opinión se ha duplicado. Al mismo tiempo, quienes defienden que la violencia machista es un problema grave, han pasado del 54 al 50% de los entrevistados. Por cosas como estas, fruto de un negacionismo misógino, son imprescindibles actos como los que hoy vamos a vivir.

Tras varias décadas de movilizaciones promovidas por la sociedad civil y los movimientos de mujeres, se ha conseguido incluir la erradicación de la violencia de género en las agendas institucionales. Nunca tantos países han contado con leyes contra la violencia doméstica, agresiones sexuales y otras formas de violencia. Sin embargo, continúan existiendo desafíos en la aplicación de estas leyes y sigue sin hacerse lo suficiente, para prevenir la violencia, que a menudo queda impune cuando ocurre.

Debemos seguir reivindicando un pacto social y político real contra las violencias machistas y tenemos que luchar contra todas las formas de desigualdad, desde la necesaria colaboración y participación de toda la ciudadanía, de todas las entidades y  organizaciones para  conseguir avanzar en un modelo de convivencia en igualdad, basado en el desarrollo integral de las personas, el respeto a las diferencias más allá de estereotipos sexistas y conductas o acciones machistas.

Este mes de noviembre nos brinda una gran oportunidad, para desde el saber que nos da la historia de esta ciudad, reflexionar y analizar qué elementos y medidas  podemos y debemos tomar, desde lo personal a lo colectivo y publico, para conseguir hacer de Granada, una ciudad libre de violencia de género.

Cuando desde algunos foros parece que dijeran: “No hables, no te movilices, no denuncies, no te empoderes, porque envalentonás al violento”, los hechos demuestran la absoluta necesidad de esta movilización, porque cada vez más se cargan las culpas sobre las víctimas y detrás de esos razonamientos hay también una búsqueda para invisibilizar la dimensión social y cultural de los feminicidios, circunscribiéndolos a la esfera de las relaciones privadas. No lo consintamos.

Gracias una vez más, a todos los colectivos, asociaciones y personas que trabajan por erradicar esta infamia. Gracias por su lucha sin desmayo desde hace mucho tiempo, porque sin su ejemplo, su constancia y su trabajo estaríamos mucho peor de lo que estamos.

 

 

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