Hasta aquí las noticias. Ahora les contaremos lo que ha pasado

Nada describe mejor hoy la realidad política que los programas de humor, en tiempos en que los telediarios no pasan de ser en el mejor de los casos panfletos al servicio del dueño de la cadena, sea empresario o gobierno, y en el peor un remedo audiovisual del Caso con sus escabrosos sucesos, completado con media hora de cotilleo sobre las estrellas del balón que nos hacen pasar por información deportiva.

Desaparecido el programa de la ETB vasca Vaya Semanita, que tantos brillantes sketches nos dejó, hoy se disputan el cetro del humor político El Intermedio, elaborado en la capital mesetaria y Polònia, que desde la de la díscola Cataluña llega a cualquier rincón a través de sus extractos en las redes sociales. Bien es cierto que cada cual tiene su línea editorial y que esta no es ajena a los intereses de quien maneja un canal o el otro. Y también lo es que el Gran Wyoming es mucho más grande, para el gusto de quien esto escribe, cuando habla liberado de los guiones que le escriben en La Sexta. Pero no deja de ser una realidad que, si lo que usted quiere es estar medianamente bien informado, el picoteo selectivo de noticias y artículos de opinión que uno puede encontrar, rebuscando bastante y con ojo crítico, en la prensa digital, no puede tener mejor postre, o a veces hasta mejor plato principal, que esos programas de humor o las columnas en forma de viñeta de El Roto.

Si algo define mejor que ningún sesudo análisis el momento político que vivimos es el sketch que Polònia ha dedicado a recrear en clave de parodia de escena de culebrón estos días que preceden la investidura del que previsiblemente será el gobierno que desbloquee casi un año de ingeniería política dirigida por asesores áulicos, spin doctors y otros oscuros personajes dados a escribir entre bambalinas los guiones que otros interpretan en los despachos. Impagable el personaje de Felipe González, visiblemente irritado ante los devaneos de Sánchez con ese “pretendiente” que entusiasma en cambio a Zapatero (“¡parece muy rojo!”). Impagable el diálogo entre el futuro vicepresidente y el exconsejero de Gas Natural:
– Tienes un gato en la cabeza.
– Y tú una compañía eléctrica en la nómina.

Y no menos impagable la definición que González hace de Casado, sobre el que no ha ocultado sus preferencias como socio de Sánchez: “Es de centro extremo, facha moderado, como el abuelo Alfonso Guerra”. En pocas frases de una escena en la que el personaje de Zapatero hace de anfitrión para la presentación de los futuros socios de gobierno, cual si de una pedida de mano se tratara, a un mal envejecido y peor encarado González, se resume mejor que en cualquier columna de opinión, no solo la actualidad, sino la historia reciente del poder político en nuestro país.

El nuevo gobierno, que salvo sorpresa está al caer, no nacerá libre de presiones, admoniciones, sermones de distinto signo, ataques hiperbólicos, profecías de las más terribles catástrofes y exabruptos varios. Lo atacan ya, antes de constituirse, los que ven en él la personificación del anticristo, que se llevará por delante la unión sagrada entre el estado y la única fe verdadera. Lo critican quienes comienzan a hacer acopio de papel higiénico, no se sabe muy bien si por las cagaleras que les provoca el “que vienen los rojos” o si será por el temor al desabastecimiento que se avecina cuando toquen poder esos peligrosos bolivarianos. Lo fustigan por igual los banqueros que auguran la vuelta de la prima de riesgo a niveles estratosféricos y los guardianes de las esencias revolucionarias, que acusan a Iglesias y los suyos de alta traición por querer gobernar ya, aunque sea en minoría, en vez de esperar a la próxima toma del Palacio de Invierno, prevista para octubre de 3917.

Tanto grito en el cielo de los que arrastran sotanas, tanto rechinar de dientes de quienes “de jóvenes también eran socialistas”, tanto augurio catastrofista de los guardianes de la ortodoxia económica o de las esencias ideológicas dan a entender que esto puede ir en serio.

Sólo queda esperar que Sánchez sea capaz de hacer de la necesidad virtud, capaz de volver a parecerse más al que desafió a las viejas glorias de su partido que al que hemos visto en el último año. Sánchez tiene la oportunidad de liderar la recuperación de la socialdemocracia europea que solo puede pasar por la vuelta a sus principios ideológicos sacrificados hace décadas en el altar del pensamiento único neoliberal.

El 15M y la irrupción de Podemos dieron una oportunidad al país de buscar una salida a la crisis política y económica que, a diferencia del resto de Europa, no tomara la vía fácil y despiadada de la extrema derecha. Ahora que esta asoma en España con fuerza, emancipada de su antiguo refugio en el PP, no queda otra que sumar fuerzas progresistas en pro de una política que ponga por fin a la mayoría social y el cuidado del planeta en el centro, que apueste por blindar derechos y por el diálogo como forma de solucionar el conflicto territorial.

Si es así, como diría el personaje de Zapatero en el sketch de Polònia, ¡vivan los socios!

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