Albaizín, nuevo trampantojo sonoro y sensorial

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un «trampantojo» es una «trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es». Precisamente lo que, en un alarde de «imaginación», nos proponen al alimón el Ayuntamiento de Granada y la Junta de Andalucía, convertir el Albayzín en un gran y horrible trampantojo.

Al calor del Plan Turístico de Grandes Ciudades se planea del despropósito, de que los miradores del Albayzín, cuenten con dispositivos en que los visitantes puedan escuchar sonidos que reproduzcan los de los pájaros del entorno u otros elementos naturales, así como olores característicos que intensifiquen su visita.

«El Albaicín masificado deja de ser bonito», ha señalado el delegado de la consejería de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local de la Junta, Gustavo Rodríguez, al desvelar que, entre los proyectos que contempla el plan, están los relativos a esos cacharritos, emisores de sonidos y olores en los miradores del barrio más auténtico de Granada, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Es verdad. Cualquier paraje, museo, monumento o ciudad masificados, son menos «bonitos» con mucha gente, pero no por ello dejan de ser únicos, de ahí que viajemos miles de kilómetros, aguantemos colas kilométricas y nos gastemos un dineral, en llegar a lugares maravillosos de este planeta para disfrutar de ellos.

¿Se imaginan que pudiendo escuchar en el Palacio de Carlos V al gran Pavarotti, eligiéramos ponernos unos auriculares y oírlo en un radiocasette? ¿Que pudiendo pasear por la Alhambra, la Mezquita, la Capilla Sixtina, o el Museo del Louvre, decidiéramos colocarnos unas gafas de realidad virtual para hacer la visita? ¿Que teniendo la posibilidad de caminar por Petra Palmira, Marrakesch o el Cairo, lo hiciéramos a través de un videoclip? … Pues más o menos algo así es lo que nos proponen Ayuntamiento y Junta para el Albayzín.

Para conseguir tan «benéfico» efecto, las rutas de los miradores estarán digitalizadas, de manera que en los distintos puntos donde se establezcan esos «cacharritos», el visitante pueda conocer su historia, a lo que se unirá una «intensificación» de lo que «está oliendo o escuchando con el perfume del azahar, los sonidos de aves que anidan en el entorno de enclaves como el mirador de San Nicolás, u otros elementos naturales a través de dispositivos auditivos y olfativos».

No sé a ustedes pero a mi me da auténtico pavor, imaginarme como serán los «dispositivos» para oler y escuchar el Albayzín ¿Tendremos que utilizar una escafandra? ¿Quizás mascarilla y auriculares? ¿Todo al mismo tiempo? … Lo cierto es que en los selfies vamos a salir la mar de monos.

Mi amiga Marga, el «Miguele», «Buchito» y Enrique y «Kiki», allá donde se encuentren, deben estar descojonándose ante tan extravagante ocurrencia. Y es que primero hemos expulsado literalmente del barrio a quienes lo mantenían vivo, después lo hemos abandonado a su suerte, permitiendo todo tipo de desmanes y ahora le ponemos «cacharritos», para recrear su vida que tan poco nos ha importado. Una distopía cyberpunk de la gentrificación y turistificación.

Lo que la Junta y el Ayuntamiento proponen, sería una buena idea si el barrio estuviera definitivamente muerto. Sería una buena idea como actividad de arqueología urbana. Pero no lo está. Los olores y los sonidos que emitirán esos «cacharritos», son los que el visitante puede disfrutar en vivo, sin necesidad de artilugio alguno. Solo se necesita recuperar el sosiego y la tranquilidad del barrio, para que sus sonidos lleguen a nuestros oídos tal y como son, sin intermediarios, aunque para ello tengamos que desterrar las tribus de «músicos» errantes que contaminan el singular sosiego albayzinero, tener una mayor presencia policial que dé la seguridad que necesitan los vecinos, limitar los ciclomotores a escape libre que atruenan sus noches, o ser un poco más sensibles con las emisiones, acústicas y contaminantes de vehículos de servicio público que transitan por sus calles. Con una elemental sensibilidad en el cuidado de esa auténtica joya, no serían necesarios los cachivaches que amenazan con instalarnos en San Nicolás, San Cristobal, Carvajales o Cuz de Rauda.

Entre la incredulidad, el cachondeo y el cabreo general que ha provocado tan estrafalaria propuesta, los vecinos se preguntan que será lo próximo ¿Una maquinita que reproduzca el sabor de los caracoles del Aliatar, o de las berenjenas de la Entraiya? … Lo único seguro ante semejante despropósito, es que los «cacharritos» que nos anuncian, van a durar menos en los miradores que el monolito de Clinton en San Nicolás.

CATEGORÍAS

COMENTARIOS

Wordpress (0)
Disqus (0 )