Caducidad del matrimonio

Una diputada alemana propuso hace una década que el matrimonio durara siete años, que fuese un contrato por tiempo definido y que al mediar ese tiempo, los contratantes o contrayentes, renovaran dicha relación contractual o disolvieran ese vínculo como algo ya caduco. Qué decir tiene que toda Alemania, toda Europa y, por extensión, los sectores más conservadores de todo el mundo, se le echaron encima tachándola de excéntrica o de algo más fuerte e incidiendo en su locura (también se le llamó loco al primer hombre que salió con sombrero de copa a la calle o a Ravel cuando expuso su ‘Bolero’ en 1928).

Visto así, igual de orate podría ser Víctor Hugo, cuando en la Corte de los Milagros, a la que se refiere en ‘Nuestra Señora de París’ (1831), argumenta un modelo de matrimonio sellado con la ruptura de un búcaro de barro, que dura precisamente cuatro años, después de los cuales, si te he visto no me acuerdo (Javier Egea completó el dicho proponiendo: «y si te desvisto no me olvido»).

Creo recordar otra versión de esta suerte de ritual donde el casamiento dura tantos años como pedazos se fragmenta el cántaro al caer al suelo. Si por azar no se rompiera, me figuro, el matrimonio no se consolidaba (no confundir con ‘no se consumaba’).

Ni en un modelo ni en el otro sin embargo se habla de sus posibles frutos. Es decir, de los hijos habidos en esa unión (tema peliagudo que hay que considerar ante todo).

A este respecto, me viene a la memoria la idea de la familia ‘nayar’, que se estudia en antropología y en sociología, donde los niños pertenecen a la comunidad o al Estado. Se puede ver en algunas tribus orientales, en los regímenes comunistas, en las comunas de los hippies o entre los espartanos de la antigua Grecia donde los hijos pertenecían a la madre hasta la edad de siete años y después pasaban a depender de la estructura del pueblo entero.

El psicólogo español Rafael Santandreu, autor del libro ‘Las gafas de la felicidad’ (2014) afirma que los humanos no estamos diseñados para la monogamia y recomienda cambiar de pareja cada cinco años para ser feliz

«Entre los noruegos —cuenta Cunqueiro en ‘Papeles que fueron vidas’ (recopilación de escritos publicada en 1994)—, la novia guardaba dos días el fuego del hogar, encendido por el marido, y si el fuego se apagaba, el noviazgo quedaba roto».

Huxley en uno de los prólogos a ‘Un mundo feliz’ (1932) comenta que: «dentro de pocos años, sin duda alguna, las licencias de matrimonio se expenderán como las licencias para perros, con validez sólo para un periodo de doce meses, y sin ninguna ley que impida cambiar de perro o tener más de un animal a la vez».

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