Clase y espejos políticos

Las bicicletas son para el verano”, el título de la obra de Fernán Gómez señalaba al estío como un tiempo para escapar de una realidad aplastante, aburrida y monótona. Esta escapada es un premio comprometido a haber hecho los deberes y haberlo aprobado todo, también en el teatro. En caso contrario, se debía estudiar para septiembre.

En demasiadas ocasiones quienes nos representan parecen pertenecer a otras realidades. Impugnando un aspecto del principio de representación: reflejar a la sociedad a la que pertenecen. Y dan pábulo a conceptos como “clase política”.

La corrupción ha posibilitado que conozcamos el currículo profesional y los saldos en propiedades de quienes ocupan lugares en las instituciones. Lo cual nos muestra a sus perfiles socioeconómicos y podemos contractarlos con las sociedades a quienes dicen representar.

Todas y todos cerramos ciclos e iniciamos cursos en este mes. Pero gran parte de las personas que nos deben representar, con la que está cayendo, no dejan de poner en cuestión su pertenencia al mundo real. Pareciera que han cogido las bicicletas esperando a que repitiendo curso todo se ordene por ensalmo.

En España Pedro Sánchez ha disfrutado de su esparcimiento en parques naturales o en reuniones con la sociedad civil. Asombra el momento de estos encuentros, propios de los meses previos a la redacción del correspondiente programa electoral. Su dejación de funciones como líder de la minoría mayoritaria del Congreso asombra. Como en las fábulas atellanas de la antigua Roma, drama improvisado con personajes fijos, en la actividad del gobierno en funciones no falta un “Bucco” (el bocazas), en este caso, la vicepresidenta Calvo o el ministro Ávalos.

En Granada, Luis Salvador hace mutis por el foro, sale de escena entre el público, mientras Sebastián Pérez le persigue con una amenaza sonrojante de moción de censura, que repite como un coro trágico Onofre Miralles desde las fila del neofranquismo.

De esta forma, el momento político actual parece abocado a dar la razón al estribillo tan querido por el apoliticismo y la demagogia: la existencia de una clase política que vive en su mundo irreal. Lo cual no deja de ser una paradoja cuando se repite desde los atriles  de las instituciones democráticas: El mal y el bien están en la profesionalización de la política. Demagogas, apoliticistas y regeneracionistas apelan,en primer lugar, a la existencia de una aristocracia de incompetentes que debe ser sustituida por una aristocracia de eficientes y eficaces. De esta forma, por un lado, las elecciones actuales serían fraudulentas, pues estarían reducidas a las personas integrantes de las burocracias de los partidos. Y en segundo lugar, la elección debería quedar reducida a quienes han demostrado su cualificación, aquellas que conocen el camino hacia el bien pragmático. Es recurrente apelar a quien ha triunfado en la gestión de lo privado. El ejemplo más singular sería Marcos de Quinto, que azora a diario incluso a los propios.

El concepto de “Clase Política” tan popularizado hoy, alcanzó su formalización en el pensamiento nostálgico de Gaetano Mosca. Miembro destacado de la Teoría Clásica de Élites recupera un tema recurrente en la historia de las ideas políticas: una constante a lo largo de la evolución de las sociedades humana, el dominio de una minoría sobre la mayoría (Mª Luz Morán, 1993). Esta simple referencia nos sitúa ante un concepto, que ya en origen, no tiene vocación democrática.

En el orden local empíricamente podríamos contractar si existe relación de reflejo entre la granadina o el granadino medio y sus ediles.¿Empleando la Declaración de Bienes de las concejalas y los concejales del Ayuntamiento de Granada participan del imaginario colectivo más común en la ciudad?

Lo primero que llama la atención cuando se consulta el portal de Transparencia del Ayuntamiento[1]es que en el Equipo de Gobierno, la primera mujer ocupa el sexto puesto, la quinta tenencia de alcaldía. El 59,25 %,16, son hombres, mientras 11 son concejalas. La población femenina en la ciudad de Granada es de 53,74 %, mientras el 46,25 hombres.

De los 27 ediles, 8 son funcionarios (29 %). Nueve se dedican a actividades que podríamos calificar como propias de la empresa privada, (33,33 %). 4 declaran ejercer la abogacía (14,5%).El 22,22 % son docentes de uno u otro tipo.

Entre todas y todos acumulan más de 100 bienes inmuebles (viviendas, cocheras, locales comerciales, etc.) El 92%, 25 ediles son propietarias y propietarios de viviendas. 15, (55,55 %), de ellas tienen entre 1 y 3 bienes inmuebles.El 14%, esto es 4, tienen entre 5 y 6 bienes de este tipo. Una 9 y dos 17. El 66,66% (18 ediles) están hipotecadas e hipotecados o/y afectados con préstamos al consumo.

Catorce de veintisiete (51,85 %) han tenido trayectoria puestos de representación o en las instituciones por designación directa previa a esta legislatura.

Atendiendo a estos datos, con todos los matices y particularidades posibles, la mayoría de las y los representantes municipales, según sus perfiles socio – económicos, son muy parecidos al ideario de la población granadina, se sitúan en el patrón social de las «clases medias patrimoniales», con el que Fernando Conde (1997) caracterizó nuestra área metropolitana. Priman la cultura del status a través de la propiedad de bienes raíces. A diferencia de J.M. Keynes que se arriesgó como empresario teatral, preferimos tener un palco en propiedad que invertir en la industria.

[1]https://transparencia.granada.org/

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