Colonización

Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros la tierra. Nos dijeron: cierren los ojos y recen. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia. Comienzo citando a Eduardo Galeano, que tan serenamente expresa en esta frase cómo un continente asumía perplejo que estaba siendo sojuzgado.

Es la historia de la Humanidad, aunque le duela a los creyentes y no convenza a los crédulos. Entre esas caídas de párpados a las que alude la cita hubo otros tantos golpes de espada que harían correr la sangre de insumisos y escépticos, que si la novedosa y sutil estrategia de poseer la palabra de Dios no funcionaba, se recurría al infalible poder del miedo y la muerte, tan ancestral como actual.

No voy a disculparme con los católicos por hacer uso de su fe, pueden rebatirme con las crueles prácticas de otras religiones a las por supuesto no voy a defender, soy ateo o agnóstico, tanto da; además: mal de muchos, consuelo de tontos. En cualquier caso, la palabra de Dios está escrita por la mano del hombre y con el paso del tiempo, al igual que antiguos credos nacieron, desaparecieron o se intercambiaron por otros, nuevos dogmas emergen y diluyen a los anteriores. Nuevos cultos que logran hechizar a las masas, nuevos diosecillos de ingente poder que nos hipnotizan, nos seducen, nos abstraen y acaban por idiotizar con la asombrosa sensación de creer que somos más listos y mejores que el resto de nuestros congéneres. Bienvenidos al mundo virtual, donde todo es lo que parece, donde puedes hacer tus sueños realidad. El Paraíso está en la Tierra, no hay que esperar a otra vida para alcanzar el Cielo, el mundo entero en tus manos con solo pulsar una tecla… No te pierdas el documental: Cómo hacerte rico en solo unas semanas; ya a la venta el libro: Cómo triunfar en la red; el Rubius acaba de subir su último video; la cantante Miley Cyrus cuelga una foto y se hace viral; la fortuna de Ice Cube al descubierto; la impresionante mansión de… De qué más da quién. Hace demasiado tiempo ya que toda esta mierda corre como un virus y ha penetrado hasta el último rincón del planeta, en cada casa, en cada teléfono móvil, en cada individuo. Es la nueva doctrina universal y nos ha atrapado como la miel a un puñado de moscas, sin violencia, tan etéreo que mostrándose cual si de una madre redentora se tratara, extrae hasta la última gota de nuestra sangre. Se alimenta de nuestro trabajo, se lubrica con nuestro sudor, engorda con nuestro esfuerzo y solo se nos ocurre expresar agradecimiento.

Leí que la alcaldesa de Barcelona animaba a no comprar en Amazon y se hiciera en cambio en las tiendas de barrio, una sensata recomendación, me pareció. Poco tardó el llamado gigante del comercio electrónico en responderle, según los medios, con un “zasca”, digno de análisis que sintetizaré desde mi perspectiva, simplificando en el número incalculable de nuevos esclavos a su servicio amén de las pymes y pequeños comercios que pasaban a su disposición, vamos, que Jeff Bezos contestaba arrogante desde su mesiánico altar. Deleznable. No hace mucho sostenía una discusión con mi hijo acerca de las compras por internet, cosa de la que abomino, pues prefiero ir a la tienda y observar el producto antes de llevármelo, aunque me cueste un poco más, no me importa. Te han timado papá, protestaba mi pequeño por una diferencia de un 3% sobre el precio de un teléfono móvil. Me da igual, contesté, ese dinerillo de más circula por nuestra ciudad y ayuda a sostener todo lo que te rodea, colegios, hospitales, el suelo que pisas… Agitó la cabeza resignado y me dio por imposible. Y yo a él, aunque seguiré insistiendo, qué remedio, es una lucha sin final que tenemos perdida, pero si nos rendimos a la primera… No, ni hablar. Y eso que antes de redactar, como siempre, me suelo documentar, ¿para qué, aparte de intentar ser lo más veraz posible? Pues para darme cuenta de que lo hago a través de Google, que utilizo para escribir un programa de Microsoft, que tengo un perfil Facebook y que al igual que el resto del mundo, no soy más que otra víctima del nuevo ente que nos ha sometido a esta grácil colonización.

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