Con «V» de verguenza

Mientras decenas de miles de mujeres y hombres, salíamos ayer a las calles de nuestros pueblos y ciudades, para decir basta a la violencia machista, el estercolero político de este país se burlaba impunemente de esta lacra y de paso de sus víctimas. Lo hacían impidiendo que las instituciones donde ese basurero tiene representación, desde el Congreso de los Diputados, hasta el último ayuntamiento, hayan podido aprobar declaraciones institucionales contra semejante barbarie que se ha cobrado la vida de 41 mujeres en lo que llevamos de año, pero también lo hicieron con declaraciones y burlas, incluyendo diputadas con camisetas donde se podía leer: «lágrimas de feministas». Sencillamente repugnante, además de inaceptable.

La vergüenza provocada, una vez más, por Vox con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, no es solo «cosa» de Vox , sino también de quienes en parlamentos, ayuntamientos y diputaciones de Madrid, Andalucía, Murcia, Castilla y León, Córdoba, Sevilla, Granada y todos aquellos donde sus votos son necesarios para mantenerse en el poder, no dudan en mirar para otro lado y tragar con el ideario ultra de Vox. De ahí que la vergüenza que ayer nos produjo Carla Toscano y su indecente camiseta, también nos la produzcan Martínez-Almeida, Díaz Ayuso, Moreno Bonilla, Juan Marín, Luis Salvador y todos aquellos que venden su alma al diablo de la ultraderecha, a cambio de mantenerse en el poder.

Como ha dicho el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes: “Si hay una manifestación clara y evidente de la fractura de los principios básicos de nuestra convivencia, esta es sin duda la violencia de género que evidencia el más cruel reflejo de la desigualdad entre hombres y mujeres, así como una intolerable violación de derechos y libertades fundamentales”. Pues bien, Vox ha dinamitado ese consenso, impidiendo que las diferentes instituciones hayan podido aprobar declaraciones institucionales contra la misma, ha enfangado esa convivencia en otros terrenos, criminalizando a los menores inmigrantes, o intentando revertir el derecho al aborto de las mujeres, pretendiendo hacer regresar a nuestro país, a los años más negros de nuestra historia reciente, con el incomprensible apoyo de más de tres millones de votantes.

Quien no tiene reparo alguno en blanquear semejantes barbaridades para así mantenerse en el poder; quienes como Almeida, Ayuso o Juanma Moreno, les ríen las “gracias”, adoptando su terminología y llevando a presupuestos públicos sus planteamientos misóginos, machistas, homófobos, aporófobos y xenófobos, son todos Vox, algunos sin carnet, pero todos igual de impresentables

El negacionismo que pretende imponer esa cloaca política, no podrá ocultar jamás que nuestra sociedad se enfrenta a una realidad frente a la que no podemos, ni debemos resignarnos, como si se tratara de algo inevitable,

Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia de género que resulte o pueda tener como resultado, un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, o la coacción, tanto si se producen en la vida pública como en la privada».

El problema es de tal magnitud que según estudios de la OMS, basados en los datos de más de 80 países, casi una tercera parte (30%) de las mujeres que han mantenido una relación han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja.

Tras varias décadas de movilizaciones promovidas por la sociedad civil y los movimientos de mujeres, se ha conseguido incluir la erradicación de la violencia de género en las agendas institucionales. Nunca tantos países han contado con leyes contra la violencia doméstica, las agresiones sexuales y otras formas de violencia. Sin embargo, continúan existiendo desafíos en la aplicación de estas leyes y sigue sin hacerse lo suficiente para prevenir la violencia, y cuando ésta ocurre a menudo queda impune.

Uno de esos desafíos es que hombres y mujeres podamos trabajar juntos para combatir la violencia de género, y que lo podamos hacer como iguales, sin menoscabo del talento, sin enfrentamiento por cuestión de género. Ese es uno de los grandes aprendizajes, porque soy un convencido de que el camino es una parte esencial del proceso que nos llevará a la ‘violencia cero’ contra las mujeres.

Quiero terminar con un reconocimiento público hacia todos los colectivos, asociaciones y personas que trabajan sin desmayo desde hace mucho tiempo para combatir esta lacra, porque sin su ejemplo, su constancia y su trabajo, estaríamos mucho peor de lo que estamos y porque siguen siendo las mejores centinelas para que no bajemos la guardia frente ante un problema que sigue amenazando a la mitad de la población de Granada, Andalucía, España y el Mundo.

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