Contribuyente

Que contribuye, podemos leer en el diccionario, además de: Persona obligada por ley al pago de un impuesto. Haya leyes do quieran reyes, que las hay para obligar o eximir, también para eludir, para saltárselas y cómo no, para modificarlas y aplicarlas en función de la necesidad, si se está al otro lado del muro que nos separa a los simples vasallos de los poderes, legislativo y ejecutivo. Por ejemplo: cuando se convocan Elecciones Generales, toda vez que finaliza el escrutinio y se realiza la pertinente adjudicación de escaños, observamos una desigual proporción entre estos y el número de votos obtenidos por cada partido; Ley D´Hondt, llaman a esta injusta forma de repartirse los sillones. Y tras cada plebiscito la comidilla: la reforma electoral, que como obviamente, de llevarse a efecto perjudicaría a quienes pueden cambiarla, todo permanece igual y así nos hemos instalado en este efecto bucle. Pero vamos a otras quimeras, que una cosa es la Justicia, otra las leyes y este el cuento de nunca acabar.

Se habla ahora y mucho de los Youtubers que han fijado su residencia en Andorra para pagar menos impuestos. Hay quien los ataca y también quien los defiende, o al menos los comprende. ¿Qué harías tú en su lugar?, esgrime más de un pícaro español. Pues sí, es complicado, seamos honestos. A mis hijos, que los conocen bien e incluso se suscriben a los canales de toda esta retahíla de payasos, (con todos mis respetos a los que se ganan la vida bajo la carpa de un circo), les sugiero que dejen de seguirlos para hacerles boicot a ver si así les llega pronto su más que previsible ostracismo. Sospecho que no soy el primero en impartir tal consejo, da igual, se me antoja peor el remedio que la enfermedad, con tanto hablar del tema lo único que estamos consiguiendo es darles publicidad para aumentar su fama y acrecentar sus ganancias. Creo que todo está pergeñado para esto ocurra tal cual está sucediendo, no es más que otro montaje promocional para elevar los beneficios de un producto, porque a ver, ¿qué sabemos o nos contaron de otros tantos artistas y deportistas que en las últimas décadas plantaron sus reales en Andorra, en Suiza o vaya usted a saber adónde, con el único objeto de sacudirse la presión fiscal y tributar a la baja ahorrándose unos buenos millones, acaso fueron defenestrados por ello?, no, por cierto, más admirados si cabe, que en ocasiones los vemos ondear la bandera de España entre vítores y aplausos. Y ¿qué decir de esos empresarios ricos riquísimos que manufacturan en países pobres y a base de ingeniería fiscal, así lo llaman ahora, eluden impuestos a mansalva?, pues que son objeto de veneración, nada más. Se calcula que un país de la Unión Europea como Holanda ayuda a escamotear 22.000 millones de euros en impuestos al resto del mundo, y no es el único, ya no parece necesario viajar a Islas Caimán o a Barbados.

Según diversos estudios la cuantía del fraude fiscal en España se eleva a unos 40.000 millones de euros anuales entre IRPF, IVA e impuesto de sociedades. Circulan informes que cifran en 144.000 millones lo que algunos españoles guardan en paraísos fiscales.

Me pierdo en números cuando intento sumar el dinero que políticos y mandatarios de toda índole y color han sisado a las arcas públicas, esos sobres; esas bolsas de basura llenas de billetes; esos áticos; esos viajes… No digamos ya del inmensurable despilfarro que la Administración en general, en plural y en singular, practica como si de una liturgia irremediable se tratara, con sustanciosos contratos, dádivas cuantiosísimas; prebendas; privilegios; comisiones… Qué decir de esas multinacionales con sede en tal o cual paraíso fiscal que operan en España y vienen a esquilmar nada menos que el 30% de su facturación a Hacienda con la connivencia e inhibición de nuestros gobernantes… Podría parecer que con todo lo expuesto trato de quitar hierro al asunto de los Youtubers y su fuga de capitales, nada más lejos, es tan deleznable como todo lo demás, solo intento llegar a la raíz del problema, esta lacra que como gangrena se ha extendido pudriéndolo todo. Pero, cuando el problema no tiene solución, el problema desaparece. Porque esto viene ocurriendo desde hace mucho tiempo y al igual que la necesaria reforma electoral, solo seguirá siendo tema de conversación y motivo de indignación per saecula saeculorum entre los sufridos contribuyentes.

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