De la necesidad virtud

Mientras este país asiste atónito al pandemonium que están protagonizando las diferentes comunidades autónomas con la proliferación de rebrotes, cuarentenas, pasaportes COVID, vuelta a la limitación del número de personas en grupos, alerta roja en el ocio nocturno, identificación de quienes pretendan viajar a una u otra comunidad, llamadas a que el Gobierno se manifieste, por parte de quienes no hace muchas semanas lo depellejaban, por no cederles el autogobierno que ahora parece quemarles en las manos, Granada sigue intentando recobrar la «normalidad», es cierto que con más pena que gloria, como lo demuestran los escalofriantes datos de la encuesta de población activa del segundo trimestre, que colocan a nuestra provincia como la segunda de España con más número de personas sin empleo, disparando la tasa de paro por encima del 25%, seis puntos más que hace tres meses.

Hablamos, ni más ni menos, de que 100.900 granadinas y granadinos, quieren trabajar y no pueden hacerlo, con todo lo que ello supone de empobrecimiento de miles de familias que miran con temor un futuro más que incierto y ojo que los datos de la EPA no incluyen a las miles de personas afectadas en nuestra provincia por Expedientes de Regulación Temporal de Empleo, al no considerarse a los afectados como parados, por lo que el horizonte laboral y económico de nuestra provincia, puede ser aún más oscuro.

Sumen ustedes la incertidumbre que los rebrotes del maldito COVID está provocando en quienes este verano pensaban viajar a nuestra tierra y las restricciones de movilidad, impuestas por algunos de los países emisores principales de nuestro turismo internacional y tendremos la tormenta perfecta para el futuro de nuestro empleo y economía.

Todo lo anterior pone de manifiesto que el modelo económico y laboral de Granada es un modelo fallido, dependiente hasta extremos insoportables de un turismo que en el momento que vuela por los aires, como lamentablemente ocurre ahora, nos deja inermes, empobrecidos, desconcertados y lo que es peor, sin plan B.

Cuatro meses después del inicio de esta pesadilla, es absolutamente descorazonador comprobar la ausencia total de alternativas por parte de nuestros dirigentes, sean de color político que sean. Si en cualquier territorio esa ausencia de pulso sería imperdonable, en Granada, con una Universidad puntera a nivel internacional; un indiscutible talento en terrenos como el biosanitario, informático y digital, una agricultura que solo necesita un mínimo apoyo para ser una de las más competitivas y modernas de Europa, y una biodiversidad espectacular, es absolutamente imperdonable.

La pregunta que me hago una y mil veces, es la de ¿cómo es posible que con un potencial tan extraordinario como el que acredita esta tierra, a día de hoy el desempleo en Granada esté diez puntos por encima de la media nacional y cuatro más que en Andalucía? Les confieso que la única respuesta es la nuestra tradicional abulia social y escaso nivel de nuestra clase dirigente, más atenta a no «disgustar» a sus jefes en Sevilla y Madrid, que a pelear por los intereses de la sociedad a la que representan, por encima incluso de las siglas de su partido.

Es cierto que hemos empezado a dar los primeros pasos para situarnos en el mapa de la industria tecnológica, del conocimiento y de la innovación, con lo que ello puede suponer de generación de empleo de alta cualificación que permita retener el caudal de talento humano salido de nuestra Universidad y de esta forma acometer con éxito el cambio de nuestro modelo modelo productivo, pero no lo es menos que no nos lo acabamos de creer, ni en el fondo, ni en la forma. Porque si bien es cierta la responsabilidad de nuestros dirigentes políticos, no lo es menos que como sociedad y como individuos, seguimos cómodamente instalados en nuestra zona de confort, como lo demuestran hechos, como que un porcentaje desalentador de nuestros estudiantes universitarios tengan como máxima aspiración, la de ser funcionarios, meta en la que, no tengo la menor duda, que cuentan con el absoluto apoyo familiar.

Ante un panorama tan incierto como al que nos enfrentamos, deberíamos aplicarnos aquel dicho de «hacer de la necesidad virtud», principio que resume, en cierto modo, la filosofía del Estoicismo, esto es, sacar ventaja de las desventajas y beneficio de las desgracias. Pues bien las desventajas y las desgracias ya las tenemos, seamos capaces de sacar de ellas el beneficio suficiente para que Granada cambie el rumbo de una vez por todas.

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