¿De qué hablan las derechas golpistas?

Tiempo atrás, no mucho, José María Aznar elevó su ridícula y grotesca voz de gallo para reivindicar algo terrible: una derecha sin complejos. España la viene sufriendo desde aquel momento. Tal vez se antoje conveniente, para comprender a las derechas españolas en su justa medida, retroceder aún más, unos 90 años, hasta el momento en que las proclamas de Ayuso, Feijóo, Gamarra y Abascal andaban en bocas de militares golpistas con acento de odio y voluntad dictatorial en nombre de dios, la patria y el rey.

Aznar engendró una trinidad de salvapatrias a su imagen y sentó las bases del populismo en España: odio, bulos, control mediático y manipulación. Aznar nunca ocultó su ideología: «…para mí hubiese sido más fácil el irme al Movimiento y estar de convidado, que el estar listo para militar al lado de los falangistas independientes» y «Vientos de revancha son los que parecen traer algunos ayuntamientos. Las calles dedicadas a Franco y a José Antonio lo estarán a partir de ahora a la Constitución» son dos de sus perlas en 1979.

Siguiendo su estela, Casado, Rivera y Abascal, antes lo hicieron Rajoy y el propio Aznar, han embarrado la política y la convivencia con tres principios básicos: odio al vasco, a cuenta del terrorismo de ETA, odio al catalán, a cuenta del independentismo, y odio a la diferencia, sea política, ideológica, sexual, confesional o racial. Todos los odios han sido, y son, esparcidos en nombre de una bandera, una patria y una cultura que, en sus manos y sus bocas, son autoritarias y excluyentes, como la foto de Colón.

El discurso aznarista es arropado por titulares mediáticos que distraen a la ciudadanía de la praxis neoliberal ejercida por las derechas para adaptar el poder a su objetivo cuando gobiernan, sea a nivel nacional, autonómico, provincial o local: desmontar el Estado del bienestar a favor de la empresa privada y vaciar las arcas públicas en sus bolsillos partidistas y particulares. Ejemplos: las comunidades de Madrid, Galicia, Murcia, Valencia, Andalucía, Castilla y León o ayuntamientos y diputaciones…

Las propuestas económicas de Feijóo y de su jefa Ayuso, cuando las exponen, suelen chocar con los postulados liberales de la CE, la OCDE, el BCE, el FMI, el BM y de cualquier otro organismo de referencia internacional. Las propuestas políticas de las derechas encajan en la tradición española de la astracanada y el esperpento, con una mezcla de mojigatería sobre pensamiento único, sin miedo al ridículo, con capacidad coral para mentir y confundir desde la cúpula hasta las bases de los tres partidos.

Por sus hechos los conoceréis. Y por sus amistades, dime con quien andas… No resulta extraño que las derechas patrias, hijas de Aznar, nietas de Fraga, herederas del franquismo, sean contrarias a que millares de españoles y españolas recuperen los restos de sus familiares asesinados por el golpismo. No extraña que simpaticen con la extrema derecha global y rechacen condenar el golpismo internacional: se niegan a repudiar el franquismo… y lo reivindican. Nunca aceptan la Democracia si no les favorece.

Escuchar a la derecha es orientar el oído al NO–DO, un salto atrás que aleja del progreso y ahonda en el secular retraso del que no acaba de salir España. Escuchar a la derecha es oír la voz de sus amos, los caciques, los señoritos, la aristocracia y las élites que roban impunes la sanidad, la educación, la despensa, la luz, el butano y la gasolina. El votante de derechas mira a Europa con pañuelo anudado en la cabeza, colilla en la boca y maleta de cartón atada con guita, pero ¡ojo con ETA, Catalunya, Cuba y Venezuela!

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