‘Diabolus est Deus inversus’

Dios es amor, pero en la espalda guarda un látigo. Dios es permisivo y benevolente, pero también es justiciero y cruel. Es nuestro padre bondadoso; nuestro padre recto, rígido y severo. Todo cabe en su persona. Es el bien y es el mal (quizá más allá de los conceptos). Brilla en el paraíso y abarca las tinieblas con su sombra, que, como la del ciprés, es alargada.

Dios es inteligente en su unicidad, que astutamente se torna en multitud. Dios es géminis. Tiene dos caras como la luna. Nos mira con su luz, pero se precipita con el ángel caído y su faz de negrura.

Dios necesita nuestra bondad, pero necesita también nuestro pecado, pues anhela perdonar, al igual que retribuir con albricias y promesas. El pensador francés Georges Bataille, en el prefacio a ‘Madame Edwarda’ (1937) decía: «El infierno es la idea amortiguada que Dios nos da involuntariamente de sí mismo»; y en otro momento: «Es blasfemando como el hombre se convierte en Dios». ¿Dios somos todos? ¿Dios está en nuestro interior como está el diablo? ¿O el demonio es Dios? «Porque sin miedo al Diablo, ya no hay necesidad de Dios» afirma Umberto Eco en ‘El Nombre de la Rosa’ (1980). Sebastián de Covarrubias, en ‘Tesoro de la Lengua Castellana o Española’ de 1611, en la entrada ‘Demonio’ dice que «Platón llama al Dios Governador del Infierno».

En ‘Los monederos falsos’ (1925), André Gide escribe: «El diablo y Dios son uno solo; se entienden. Nos empeñamos en creer que todo lo malo que hay en la Tierra viene del diablo; pero es porque, de otra forma, jamás encontraríamos en nosotros mismos la fuerza necesaria para perdonar a Dios. Se divierte con nosotros como un gato con el ratón que atormenta… Y, encima, nos exige que le estemos agradecidos».

José Saramago, en ‘Caín’ (2009), explica que «Lo más seguro es que Satán no sea nada más que un instrumento del señor, el encargado de llevar a cabo los trabajos sucios que dios no puede firmar con su nombre». O quizá tan solo sea lo que Salvador Dalí pensaba: «No sabes que no existe el diablo, es dios cuando está borracho».

‘Diabolus est Deus inversus’. El diablo es Dios al revés. «Pero —dicen los teólogos— Dios está más allá del bien y del mal, más allá de la luz y de la oscuridad, más allá incluso de la vida y la muerte». Dostoievski, en ‘Los demonios’ (1871-72), escribe: «Dios es el dolor producido por el horror a la muerte»; y Francisco Umbral advierte en ‘Mortal y rosa’ (1975): «Los muertos no son de fiar».

Para terminar de dilucidar esta dicotomía, atendamos a una conversación extraída de la película estadounidense ‘La isla’ que dirigió Michael Bay en 2005, cuando un perfecto androide le pregunta a un humano: «¿Qué es dios?» y este le responde: «¿Alguna vez has cerrado los ojos y has pedido algo que deseabas mucho?» y acto seguido se responde a sí mismo: «Dios es el que te ignora».

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