Dos lunes negros

El mismo día en que el Gobierno estadounidense acusaba al teniente Oliver North y al vicealmirante John Poindexter de conspiración para engañar a los Estados Unidos en el caso Irán-Contra, se produciría en Granada un suceso criminal tan lamentable como terrible. Fue el primer lunes negro de aquel año que en poco menos de dos meses registró otro episodio sangriento que sucedió también un lunes. Ambos sucesos conmocionarían a la ciudad durante mucho tiempo.

Muy violentos

Fueron dos crímenes muy violentos y lamentables en el que dos personas mayores fueron brutalmente asesinadas por sus agresores a las puertas mismas de sus domicilios, por sendos perturbados. Recuerdo el terrible impacto de aquellos acontecimientos. Acaso por la cobardía de los agresores, o tal vez por la forma alevosa en que se produjeron los hechos, aún se recuerdan por los vecinos de los lugares en que sucedieron. Viene a mi memoria el comentario con el que el entonces locutor radiofónico y cronista de la ciudad, Juan Bustos, abrió el magazín local del martes día 10 de mayo de 1988 en la Cadena Ser, diciendo con su portentosa voz, amable y amiga: “Señoras y señores, Granada vivió ayer otro lunes negro”.

Lunes I: Asesinato en el colegio

Antonio Pérez Bonillo, de 68 años de edad, conserje del colegio público Parque de las Infantas, de Granada, resultó muerto la noche del lunes 14 de marzo apuñalado en el interior del centro donde también tenía su vivienda, por un joven que estaba robando en el centro escolar y que seguidamente se dio a la fuga.

Todo sucedió cuando una empleada de la limpieza avisó al conserje, que se encontraba en su vivienda, de que en una de las aulas del colegio se oían ruidos y había algunas luces encendidas sin deber estarlo. Pérez Bonillo abandono su casa y fue a ver lo que sucedía. Fue entonces cuando sorprendió a un joven que aparentaba entre 17 y 18 años según apreciaron posteriormente unos testigos que lo vieron huir, que se le abalanzó y le asestó sin mediar más palabra, siete puñaladas en el abdomen y en el tórax, causándole la muerte prácticamente en el acto, si bien fue trasladado hasta su vivienda, donde falleció. Estaba casado y tenía seis hijos. Varios testigos presenciales vieron huir al agresor con un radio-casette, al parecer, único producto de su robo, saltando por la verja del colegio.

La Policía montó un rápido dispositivo para localizar al criminal. Sin embargo, no pudo ser localizado, aunque todo apuntaba a que se trataba de un sujeto que solía merodear por el lugar y que podría estar en compañía de una mujer, que todos consideraron su pareja. Las pesquisas dieron resultado pronto y los miembros de la brigada de homicidios dirigieron sus pesquisas hasta un drogadicto, un hombre muy concreto, conocido por la Policía por distintas fechorías.

Detención del asesino

Exactamente una semana después del asesinato de Antonio Pérez Bonillo, sería detenido José Lozano Serrano, de veinticuatro años de edad, que fue inmediatamente puesto a disposición del Juzgado de Instrucción número 2 de Granada, como presunto autor de la muerte del conserje del Colegio Público Parque de las Infantas. Hacía solo un mes que había salido de la prisión provincial de Granada tras cumplir condena por diversos delitos. Antes fue detenido en catorce ocasiones, siete de ellas por robos y la última por tráfico de estupefacientes. Con él fue detenida también la mujer con la que convivía en una vivienda del edificio San Jerónimo en el Puente Verde. Ella, Rosario F. G. de 30 años de edad, era hija de un notario de Granada. En el momento que los funcionarios policiales, entraron en la vivienda, el presunto asesino descolgó una cuerda anudada por la ventana situada en un primer piso con intención de fugarse bajando hasta la calle, lo cual se pudo evitar dada la rápida intervención de los agentes.

Tras la detención del sospechoso se intervino el radio-cassette sustraído en el lugar del crimen; una cazadora vaquera forrada de borrego, propiedad de un hijo de la víctima y de la que se apoderó también cuando cometió el crimen con la que trató de cubrir las salpicaduras de sangre. También se intervino otra cazadora de plumón, azul y gris con manchas de sangre, de su propiedad, presumiblemente la que vestía en el momento del asesinato; diversas prendas de vestir, algunas también con más manchas de sangre; cinco talonarios de recetas de la Seguridad Social robados, dos pares de gafas, unas de sol y otras graduadas que utilizaba, y una navaja de doce centímetros de hoja, con la que presumiblemente cometió el crimen. Ya en comisaría se pudo comprobar. Lozano Serrano, hijo de una familia de buena posición, tenía antecedentes, además de por robo y por tráfico de estupefacientes, por falsificación de documentos públicos (recetas).

Juicio y condena

Al año siguiente, por sentencia de fecha 2 de mayo de 1989, la Audiencia Provincial de Granada condenó a 27 años de reclusión mayor a José Lozano Serrano, de 25 años de edad —en ese momento—, por haber dado muerte a puñaladas al portero del colegio público Parque de las Infantas. En la resolución se fijan como hechos probados que Lozano penetró por una ventana al interior de la portería del colegio, hacia las siete de la tarde del 14 de marzo de 1988, siendo sorprendido posteriormente por el conserje, Antonio Pérez Bonilla. Tras acuchillarle por siete veces, el homicida cogió 7.000 pesetas del monedero de la víctima, un receptor de radio y una cazadora usada, que al parecer portaba la propia víctima, y se dio a la fuga.

La sentencia admitió la atenuante analógica de enajenación mental, porque Lozano padecía una oligofrenia y era consumidor habitual de hachís y heroína. Sin embargo, el fallo aduce que cuando mató a Pérez Bonilla sólo consumía, «sin que constase la habitualidad», hachís y comprimidos de Rohipnol. “Tampoco quedó acreditado que al cometer el hecho se hallara con sus facultades intelectivas y volitivas sensible y profundamente afectadas o disminuidas», dice la resolución, razón por la que se le impuso la peña señalad de 27 años de reclusión y accesorias.

Lunes II: asesinato en San Juan de los Reyes

“Señoras y señores, Granada vivió ayer otro lunes negro”, dijo Juan Bustos en los micrófonos. E inmediatamente explicó como otro lunes de hacía unas pocas semanas, otro ser humano había sido salvajemente asesinado, a las puertas de su casa, en el colegio donde también trabajaba.

El lunes 9 de mayo de 1988 en el corazón del distrito Albaicín, en el número 32 de la calle San Juan de los Reyes, iba a tener lugar otro terrible suceso criminal en que la víctima resultó ser una mujer, una anciana dijeron los medios, de 65 años de edad, Encarnación Medina Caballero. Vivía sola en la primera planta del inmueble, una pequeña casa antigua. En el piso de encima vivía el que sería su asesino, José R. C., de 32 años, con su madre y su padre, éste último inválido. Entre ambos, la víctima y el agresor, no había buenas relaciones. Las discusiones entre ellos y la víctima con los demás miembros de la familia eran casi constantes, habiendo llegado en alguna ocasión a las manos. Un hecho conocido por todo el vecindario era que el alcohol circulaba con demasiada frecuencia entre las cuatro personas dé la misma casa y las intoxicaciones etílicas eran bastante continuas en el inmueble.

Brutal agresión

La agresión mortal a Encarnación Medina Caballero por parte de su vecino José R.C. tuvo lugar poco después de las siete de la tarde, en el momento en que Encarnación regresaba a su casa. En ese momento coincidió que José R.C. salía del portal con su madre y junto a una pequeña ventana de la casa contigua, la número 30 de la calle, José le asestó un duro golpe en un ojo que, según informaron los vecinos que lo vieron, se lo saltó. Seguidamente la víctima recibió varios golpes más, cayendo tambaleante al suelo. Después la tomó como si fuera un pingajo y arrastró a Encarnación por el suelo hasta el portal de la casa donde vivían y allí continuó dándole golpes y puntapiés hasta causarle la muerte. Todos los rincones del lugar, portal, escalón de acceso y la propia calle quedaron impregnados de sangre, que formaba grandes manchas y algún pequeño charco, procedentes de las gravísimas heridas causadas a la víctima, principalmente en la cabeza y cara, así como en el cuello y brazos.

Los vecinos que acudieron no pudieron hacer nada cuando llegaron. Solo pudieron percatarse de que el agresor salió del portal con las manos y los pies llenos de sangre, gritando al tiempo que huía: “ya estará esta calle mucho más tranquila al haber una puta menos”.

José R.C. sería detenido poco después en la misma calle de San Juan de los Reyes cuando según algunos marchaba a entregarse, mientras que según parece fue interceptado por una unidad de policía de camino al lugar de su crimen. La víctima no tenía familia en Granada, tan solo unos familiares próximos en Madrid. Su cuerpo pasó al Instituto Anatómico Forense donde se le hizo la autopsia. Nadie absolutamente asistió a su velatorio ni a su entierro.

El año siguiente, José R.C. fue condenado por la Audiencia Provincial de Granada por el delito de asesinato al apreciar ensañamiento, lo que permitió calificar de modo más grave el homicidio, pero estimó también la atenuante de embriaguez lo que permitió rebajar la pena.

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