El atentado de Luis Portero (2000)

El mes de octubre de 2000 nunca podrá borrarse de la memoria negra de España y por supuesto de Granada. El suceso criminal, vil y ominoso que voy a narrar a continuación, conmocionó a la sociedad española hasta el punto de que los expertos en el análisis político relacionado con la lucha antiterrorista consideran que el atentado que la banda criminal ETA perpetró en Granada el día 9 de octubre marcó un punto de inflexión definitivo en la deriva final del fenómeno terrorista.

Reapertura del caso

A petición de Rosario de la Torre, esposa de Luis Portero García, el Juzgado Central de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional ordenó recientemente en el Auto de fecha 14 de noviembre de 2018, la reapertura de la investigación de la causa por el asesinato del Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Por el crimen, en su día, fueron condenados los miembros del comando etarra que cometieron el asesinato, Harriet Iragyu, Jon Igor Solana y Juan Antonio Matarrán. La reapertura tiene por finalidad principal que se determine, mediante la práctica de las oportunas diligencias de averiguación, la implicación de dirigentes de ETA Francisco Javier García Gaztelu ‘Txapote’ y Ainhoa Múgica Goñi, alias ‘Olga’, con el asesinato de Portero. Tal iniciativa es consecuencia de la información y la documentación intervenida al etarra Francisco Javier López Peña ‘Thierry’ en el momento de su detención, el día 20 de mayo de 2008, en Burdeos (Francia). La solicitud incluyó también la toma de declaración en calidad de investigados a ‘Txapote’ y ‘Olga’ por su presunta participación en los hechos, dado que pudieron ser ellos quienes ordenaran el asesinato.

Hasta el momento del asesinato de Luis Portero, ETA solo había asesinado a un miembro del Ministerio Público, Carmen Ruiz Tagle, abatida a tiros el 12 de septiembre de 1989, en Madrid. Entre la magistratura la banda tampoco se había atrevido mucho. Había matado hasta aquel momento al juez de paz de Lemona (Vizcaya) José Javier Jáuregui en julio de 1978, al magistrado del Tribunal Supremo José Francisco Mateu Canoves, también en aquel año aciago en atentados, 1978; y en 1997 al también magistrado del Alto Tribunal Español, Rafael Martínez Emperador.

El atentado

El día en que Luis Portero García fue asesinado era soleado; uno de esos más propios de verano prolongado que del otoño ya comenzado. Aún lo recuerdo con nitidez. Pocos minutos después producirse el atentado los informativos locales comenzaron a dar la noticia un tanto difusa que nadie quería creer, pero que cuando se concretó supuso que la sociedad granadina sufriera un golpe de tal magnitud, que no se tiene memoria de ningún otro momento en el que el dolor y la repulsa colectiva hayan sido iguales. Y la historia de esta tierra es muy dilatada…

Nada hacía presagiar lo que iba a suceder en una ciudad como Granada que si bien había sufrido el azote terrorista —de recordar es el atentado con coche bomba que acabó con la muerte de Domingo Puente en 1997—, no estaba preparada para un suceso como el del asesinato de un alto funcionario de la Justicia. Cierto que los servicios de información del Estado habían alertado de que la dirección de ETA desde Francia había dado la orden de atentar en Granada y que se adoptaran todas las precauciones. Acaso una relajación indebida facilitaría el terrible drama aquel día, cuando pasadas las 2 de la tarde, dando por concluida su jornada laboral matinal, el Fiscal Superior pidió que lo trasladaran hasta su domicilio, adonde llegaría poco después.

Para ese momento ya aguardaban su llegada en el interior del amplio portal del número 6 de la calle Rector Marín Ocete, en Fuentenueva, tres miembros de la banda terrorista ETA, que apenas unos minutos, en ejecución de un plan perfectamente preconcebido, habían logrado introducirse en el edificio llamando a varios porteros automáticos haciéndose pasar por miembros de una ONG que querían hacer una cuestación para la lucha contra el cáncer.

Desde el lugar en el que se habían apostado, junto al ascensor, pudieron ver como el coche oficial que traía a Luis Portero como todos los días desde la Real Chancillería, sede por entonces de la Fiscalía Superior de Andalucía. Observaron cómo se bajaba del vehículo, se despedía del conductor y de otro fiscal que le había acompañado, se dirigía hacia el edificio, abría la puerta y caminaba hacia ellos buscando el ascensor y cuando lo llamaba, sin ningún titubeo se adelantaron hacia él y le descerrajaron un tiro mortal en la nuca que casi le provocaría la muerte en el acto. Eran exactamente las 14 horas y 20 minutos de aquel 9 de octubre de 2000. El fiscal jefe de Andalucía fue tiroteado por la espalda por los tres individuos que lo esperaban en el portal de su domicilio.

El informe forense refleja que Luis Portero presentaba: “impacto de bala con orificio de entrada entre el cuello y el cráneo por la parte posterior y de salida por el labio superior que le ha destrozado dos vértebras y seccionado la médula espinal y la base del cráneo a causa de la onda expansiva». Sólo se localizaba este impacto en el cuerpo a pesar de que “la policía recogería del portal dos casquillos calibre nueve milímetros parabellum, empleado por ETA”.

La víctima

Luis Portero García, nacido en Madrid el 27 de junio de 1941, tenía 59 años cuando fue asesinado. Fue el primer Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla. Era un excepcional jurista. Había impartido docencia como profesor de Derecho Penal en las universidades de Málaga y de Granada, y cuando su asesinato era miembro de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada. Este es su currículo profesional abreviado, pero el personal y humano es muchísimo más intenso.

No solo fue un gran profesional, sino también una gran persona —opinión que me permito deslizar entre estas líneas, dado que tuve el enorme honor de conocerlo y tratarlo cuando ocupé el puesto de Letrado Asesor de la Presidencia del TSJA entre 1998 y 2000; opinión que ya tuve oportunidad de expresar en un artículo que escribí cuando se produjo su atentado, que titulé “El mejor de la casa”, y que Vocento publicó en varios de sus diarios del grupo, entre ellos SUR de Málaga—. No es necesario que recuerde a quienes vivieron aquellos días lo acaecido en Granada. El día 11 de octubre la ciudad vivió la manifestación de duelo más grande que se recuerda. Más 300 mil personas se manifestaron silenciosamente en señal de duelo y repulsa del atentado colapsándose durante horas la ciudad. Pocos acontecimientos históricos habían provocado una salida de la ciudadanía en masa a las calles de Granada.

Comando itinerante y otros objetivos

Para sembrar la turbación y el pánico poco después del atentado, un coche bomba estalló en las inmediaciones del lugar donde fue asesinado Luis Portero. No causó heridos, sin embargo, pudo provocar una grave tragedia dado el lugar y la hora en que explosionó.

Ambos episodios, como señaló el entonces ministro del Interior Jaime Mayor Oreja, estaban encuadrados en una ofensiva terrorista de la banda criminal vasca que se desarrollaba en esos días. Esa misma mañana la policía había desactivado en Sevilla un tercer artefacto explosivo colocado en el coche de un suboficial del Ejército del Aire. Tercero porque el sábado anterior se localizaron otros dos dirigidos contra dos suboficiales residentes en la capital hispalense. En los recipientes que contenían el explosivo, la policía encontró inscritos los nombres de tres de los terroristas del comando Vizcaya que el mes de agosto anterior habían muerto en Bilbao al explosionar la dinamita que transportaban para atentar. Era innegable que ETA tenía una estructura consolidada y al menos un comando activo itinerante por Andalucía.

A la postre se conocería que tres nombres, tres personalidades muy conocidas en la ciudad, eran el objetivo principal de la banda terrorista en Granada: el propio Luis Portero García, Fiscal Superior, Eduardo Caracuel Romero, director de la Prisión Provincial, y Antonio Cruz Jiménez, por entonces concejal de Presidencia del Ayuntamiento de Granada, y que en 2004 sería nombrado subdelegado del Gobierno.

Fundación Luis Portero García

Creo que a nadie que en aquellos días del mes de octubre de viviera o tuviera relación con Granada, podrá olvidar la magnitud del suceso, tanto por el vil asesinato como por la situación social que generó. Luis Portero cayó abatido por la espalada en el portal de su casa. No murió en el acto. Los servicios médicos de emergencia del 061 le dispensaron, como ya se ha dicho, los primeros auxilios en el mismo lugar del atentado. Ingresó en el Hospital de Traumatología con las mínimas constantes vitales lo que posibilitó que su familia donase sus órganos para trasplantes. En 2003, sus familiares crearon la fundación que lleva su nombre para el desarrollo de programas de investigación y divulgación de los campos de la medicina referidos a la donación, extracción y trasplante de órganos y tejidos, así como de los cuidados paliativos de pacientes con enfermedades crónicas o terminales.

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