El olvido que seremos

Yo iba a escribir un artículo titulado “El Padre… o algo peor. Reivindicación del amor romántico”, pero los acontecimientos de Madrid nos ponen ante la tesitura de intentar comprender lo que ha pasado. En lo primero en lo que hay que insistir, en clave antipopulista, es en la complejidad de lo sucedido. El acontecimiento puntual del 4M es el resultado de un cúmulo de elementos estructurales que se han superpuesto, así como el resultado de una serie de temporalidades diversas que han convergido en la presente coyuntura. Si la política es el arte de la coyuntura, no se puede olvidar que la coyuntura es el resultado de la estructura, o por mejor decir, de la interacción de diversas estructuras :económicas, políticas, históricas, culturales, vitales. El partido político como intelectual orgánico de una clase o una coalición de clases ha de ser como una placa fotosensible capaz de recibir la impresión de las cosas azarosas y de actuar en consecuencia, procurando no quedarse encerrado en lo casual, no atendiendo solo a la anécdota sino esforzándose por ascender a la categoría. Ha de ser un analizador fino de las ondas presentes en la coyuntura histórica, siendo capaz de distinguir entre los diferentes armónicos intentando neutralizar los reactivos y modular, poner en onda y amplificar los activos.

Las elecciones del 4M han puesto de relieve varias cosas importantes que conviene recordar a pesar de ser sabidas. En primer lugar, en un contexto dominado por el tipo de sujeto neoliberal ,como se puede comprobar en el espectro que va desde la defensa de las cañas y los berberechos hasta la defensa de la autodeterminación del sexo, la persona y los gestos del candidato son importantes. En un contexto donde la carga emocional es tan elevada la necesidad de engranar con los miedos y esperanzas de los posibles votantes es esencial. Las clases ascensionales, aquellos grupos que aspiran a más de lo que son y que se ven a sí mismos no como realmente son sino como aspiran a ser, muy numerosas en Madrid, han seguido más a los que les daban esperanzas que a los que los atemorizaban con los riesgos de la pandemia.

También es importante el sexo y edad del candidato. Han ganado mujeres jóvenes, en detrimento de varones maduros, relativamente en el caso de Iglesias. Ha triunfado quien ha sabido insuflar esperanza y ha apostado por la vida, a pesar de sus costes, y han fracasado los que se han basado en el miedo. Por otra parte, y esto es una autocrítica para mi generación, la seriedad y la responsabilidad no es bastante si va en traje gris. Mónica García ha defendido los mismos valores pero con treinta años menos y un sesgo maternal. El Padre, en todas sus manifestaciones, está de capa caída, y volvemos al predominio materno, a la importancia de los cuidados y a la preocupación por la madre tierra. La madre protectora, la muñeca de Serrano y la chulapa desvergonzada y pícara han triunfado sobre el sabio profesor, el profesional maduro, y el activista desclasado.

En segundo lugar, la campaña también cuenta. En este contexto de adhesiones líquidas, donde la conciencia de clase ya no juega de aglutinante primordial, donde hay un porcentaje muy importante de votantes que se sitúan frente a los candidatos con lógica mercantil buscando que les seduzcan, los mensajes claros y mantenidos se imponen sobre los bandazos, y la campaña del PSOE es un ejemplo claro de lo que no hay que hacer. Primero dudar del candidato, luego cuando éste acepta no se le deja actuar libremente, se le corrige y se le obliga a hacer lo que no quería, al final, lo peor de todo, se lo convierte en chivo expiatorio y se le obliga a marcharse.

En tercer lugar, la atención a las muy especiales circunstancias en las que se han producido estas elecciones: en una salida a la pandemia, que por insegura y costosa que sea en realidad, se empieza a ver como cercana. En esa coyuntura ha ganado quien ha apostado no tanto por la vida como valor en sí sino por la supervivencia económica y por el falso optimismo, coincidiendo en eso con un estado de ánimo muy extendido y que anhela pensar que el final del sufrimiento está próximo. En el sutil equilibrio entre el miedo, racional, y la esperanza, insegura pero alentadora, ha ganado la segunda. Si hemos descontado ya los muertos hay que apostar por los vivos: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Ya lo dijeron al principio: con los muertos ya no podemos hacer nada, las restricciones se han de limitar a los enfermos, y los vivos sanos han de poder actuar y moverse con libertad a pesar de los riesgos, asumidos y descontados. Esa ha sido la apuesta, y ha sido una apuesta irracional pero ganadora. La instalación en la resignación y la asunción de lo peor como inevitable desculpabiliza e incita a la despreocupación y a la aceptación del riesgo. En esto se da un sesgo que hay que considerar; los que tienen trabajos fijos a los que la pandemia no ha afectado directamente en su estabilidad laboral tienen tendencia a poner por delante la salud frente a la economía; cosa inversa sucede en los trabajadores precarios y los afectados directamente por las medidas de congelación de la actividad económica. Si tengo trabajo asegurado me preocupo por la salud más que si la inseguridad económica es para mi un peligro más presente y real que una posible infección. Esta diversa percepción de la situación ha actuado en beneficio de la derecha y en perjuicio de la izquierda, defensora de una salud en abstracto que no hacía las cuentas con la miseria concreta que se cernía sobre las clases populares y los trabajadores precarios afectados por los cierres de la actividad económica.

En cuarto lugar, lo que se podría denominar el paralogismo de la ideología, es decir, la idea de que no se habla de lo mismo, ni en el mismo nivel de realidad aunque se utilicen las mismas o parecidas palabras. Los eslóganes contrapuestos: “Comunismo o Libertad” y “Fascismo o Democracia” no se sitúan en el mismo nivel. Uno es falso a nivel ontológico pero creíble en el nivel psicológico, mientras que el otro es verdadero en la realidad pero no era creíble en el nivel de la conciencia. No hay comunismo por ningún lado, ni en el gobierno central, ni siquiera en el programa de UP; como tampoco la idea de libertad es una libertad real sino solo una libertad para los que más tienen. Se han vendido como medidas comunistas medidas de protección de la salud y de salvaguardia de los derechos de los menos favorecidos, mientras que se ha ocultado el deterioro de los servicios públicos madrileños mediante la exaltación de un modo de vida y unos impuestos bajos que solo favorecen en realidad a las clases superior y media alta, ya que la bajada de impuestos de las clases medias y bajas, aunque real es ínfimo, sobre todo si se compara con el impacto negativo del deterioro de los servicios públicos consiguiente. De todas formas estas carencias estructurales de lo público en Madrid se ven atenuadas porque la Comunidad es el territorio más rico de España y es verdad, en términos generales, que el que está aquí peor está mejor que la mayoría de los que están peor en el resto de los territorios. El efecto de la capitalidad es aquí esencial. Pero también es verdad que, si no se explica bien, la subida de impuestos ,anunciada cuando el candidato socialista afirmó que no era el momento, era de difícil aceptación. Que hay que armonizar los impuestos en el conjunto del Estado es evidente, pero no era quizás el momento de anunciarlo, especialmente cuando es una medida que de realizarse tendrá sus efectos cuando la actual legislatura madrileña se acabe. Una vez más el desfase entre la realidad y la percepción de la misma por parte de los votantes. Respecto al lema de la izquierda ,al que al final se empujó también al candidato socialista, azuzando el miedo a la extrema derecha aunque es rigurosamente cierto, ya que la posición de Ayuso no se distingue prácticamente en nada de la de VOX y además sus posturas ponen en peligro la democracia, no es percibido como tal por las clases medias y parte de las clases populares, porque la erosión paulatina de derechos y libertades reales no meramente formales introducidas a través de los recortes del gasto público no se perciben de forma inmediata, y además en una situación de desesperación en las que las soluciones propuestas por la izquierda necesitan tiempo para dar sus frutos la tentación de dejarse seducir por los lemas engañosos de la derecha son muy fuertes, cuando además se ha comprobado hace poco que los gobiernos de izquierdas no han incidido mucho en las condiciones reales de vida de la mayoría de los ciudadanos. Cuando uno ha perdido la confianza en sus referentes políticos tradicionales, la tentación de hacer caso a las recetas milagrosas de la derecha y la extrema derecha es demasiado fuerte para ser resistida de forma eficaz. El desesperado con la medicina cae en la tentación de ponerse en manos de los curanderos cuando piensa que no tiene nada que perder.

La izquierda ha caído en la trampa de la derecha: sustituir un debate sobre las deficiencias de la gestión de la pandemia por el gobierno regional por una lucha ideológica abstracta y mentirosa. No hemos sido capaces de cambiar de tema ni de elevar el tono de la campaña del nivel emocional en el que la derecha la situó desde el principio. Ese es uno de los inconvenientes más grandes del populismo: no se puede plantear el nivel de la discusión y la confrontación en el nivel emocional y en los sentimientos porque ahí la derecha, que no tiene vergüenza, siempre nos gana. En el único debate realizado Iglesias lo intentó, pero el mal estaba ya hecho en la polarización previa de la campaña en respuesta a las provocaciones de Ayuso. Los posibles aciertos de la izquierda se han visto desvirtuados por el planteamiento general de la campaña como una confrontación fundamentalmente ideológica y visceral. Hay que sugestionar con la ayuda de la forma racional ,pero apostar la confrontación política al campo meramente de la sugestión emocional es entrar en un terreno pantanoso donde la derecha siempre llevará la ventaja. Solo la finura dialéctica y la hábil articulación entre sugestión y raciocinio nos puede ayudar a desmontar las mentiras y tergiversaciones de la derecha defendidas de manera sentimental, emocional y emotiva con el desparpajo característico de Ayuso.

En quinto lugar, lo cañí es transversal. Diversos analistas han situado la confrontación madrileña en una disputa entre diversas formas de vivir, o mejor dicho en un ataque de la izquierda a una determinada forma de vivir que se quiere defender. La lucha por las cañas y los berberechos se inserta en el contexto de una lucha cultural más general en la que amplios sectores de la población, no solo las clases superiores, ven algunos de sus valores amenazados. La crítica de los toros, la caza, la carne, las procesiones, el lenguaje, la sexualidad hetero, etc., son vistas por amplios sectores de la población como intentos de cambiar su vida al nivel más primordial y básico: el nivel de las pulsiones, y esto produce un rechazo visceral. No decimos que no haya que intentar modificar costumbres tradicionales desfasadas, pero la intervención en estos niveles tan básicos ha de hacerse con mucha prudencia. La sustitución de una ortodoxia tradicional por otra ortodoxia progre igual de autoritaria no parece el mejor camino. Intentar imponer unas ideologías, algunas muy discutidas y discutibles, como nueva ortodoxia en aras de lo políticamente correcto, aparte de ser totalmente ineficaz, es difícilmente defendible. Los cambios de costumbres han de ser indirectos y exigen amplios consensos. Solo las medidas progresistas que han gozado de estos consensos amplios no corren el peligro de ser anuladas cuando cambie la mayoría política vigente. El divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, etc. no son discutidos más que por minorías integristas sin ningún peso social. En cambio leyes como la referida a los trans, por ejemplo, muy discutidas incluso en el seno del movimiento feminista y de la izquierda en general , sería un error intentar imponerlas sin conseguir antes un fuerte apoyo transversal a las mismas. Solo ese apoyo amplio las aseguraría en un futuro. La pretendida superioridad moral de la izquierda en lugar de ser exhibida con arrogancia tendría que ser ejercitada en los hechos, y en ese sentido la divergencia entre los valores proclamados y los realmente ejercitados es un flanco abierto por el que la crítica populista puede entrar.

Por último, algo sobre Iglesias y sobre todo sobre el qué hacer ahora. La jugada de Iglesias se desplegaba al menos en cuatro tableros distintos aunque conectados. En primer lugar, su situación casi insostenible en el seno del gobierno de coalición; en segundo lugar, el intento de someter todavía más a IU dentro de UP presentándose como el salvador de la coalición; en tercer lugar, el intento de superar a los escindidos de Más Madrid; y por último, y quizás no en el último lugar, la necesidad de buscarse una salida airosa del primer plano de la política, dado lo incómodo que se encontraba en la política institucional y de gestión ,y la necesidad psicológica que tenía de volver a su papel de activista y agitador, que es donde él se encuentra a gusto.
Frente a este panorama ¿qué hacer? El Psoe tiene que tomarse de una vez en serio Madrid, no darlo por perdido y preparar un equipo sólido donde los restos de Izquierda Socialista podían ser muy útiles. Respecto a Más Madrid su éxito relativo es algo casual derivado del fracaso socialista y de difícil mantenimiento y menos aún de extrapolación al resto del Estado. La base de su éxito ha sido su postura firme y constante frente a la pandemia, pero eso es un efecto puntual que tiene fecha de caducidad, y su proyecto ecologista y feminista sin socialismo es algo demasiado genérico y desvaído, el añadido de madrileñista es peligroso y dificulta su posible extensión. Respecto a UP, y dada la retirada de Iglesias, hay que abrir el imprescindible proceso de refundación de la izquierda que la participación en el gobierno de coalición impedía acometer . Es el momento de aplicar las decisiones de las últimas asambleas de IU de ir más allá de UP y buscar las confluencias con el resto de la izquierda, estatal y autonómica. La salida de Iglesias de la dirección de Podemos, junto con la automarginación de Errejón y de Garzón en beneficio respectivamente de Mónica García y de Yolanda Díaz deja a los tres principales actores de la izquierda estatal disponibles para proceder a una nueva articulación. Queda el caso de los anticapitalistas, fuertes en Andalucía, que han emprendido un camino a ninguna parte acentuando los rasgos identitarios y su sumisión a los independentistas vascos y catalanes. Seria preciso que Teresa Rodríguez también se apartara para facilitar ese reagrupamiento imprescindible de la izquierda que algunos han empezado a demandar en la forma de la convocatoria de unos “Estados Generales de la Izquierda” que haga balance de los cambios acaecidos en el país desde el 15 M, analice los logros y sombras de la experiencia de Podemos y, sobre todo, estructure una alternativa de izquierdas plural, federal, no confederal, a nivel del Estado en colaboración con las izquierdas periféricas no independentistas en torno a un programa con tres medidas esenciales: un plan de reestructuración económica postpandemia creíble y factible en el marco en el que nos movemos de una postglobalización asimétrica; un modelo de país verosímil, federal y solidario ; una política exterior de paz y solidaridad en el marco de una UE que se trata de transformar en un sentido democrático, pacifista y solidario, más que de abandonar o de destruir.

El acometer esta refundación es imprescindible para que no nos pase lo que describen los títulos de las principales obras de Italo Calvino; o sea, el pasar de ser “El Barón rampante”, que algunos pretendieron ser, a ser “El vizconde demediado”, que es donde estamos ahora, para concluir siendo “El Caballero inexistente” en unos años. Es decir, se trata de conjurar “El olvido que seremos” si no acometemos esta reestructuración que no se puede posponer por más tiempo.

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