El rastro de antigüedades y segunda mano de La Zubia regresa con todos sus puestos y medidas antiCOVID

  • Se celebra cada sábado de 9 a 13,30 horas en el Recinto Ferial con más de 70 puestos, y en él es posible encontrar objetos de todo tipo al mejor precio

El rastro de antigüedades y segunda mano de La Zubia, uno de los más completos del Área Metropolitano, ha vuelto a celebrarse con aforo completo (más de 70 puestos) y todas las medidas de seguridad antiCOVID necesarias.

Este mercadillo, que se celebra desde hace nueve años en el municipio, se ubica en el Recinto Ferial todos los sábados de 9 a 13:30 horas, por lo que es fácil acceder y aparcar. En él es posible encontrar todo tipo de antigüedades, objetos de segunda mano y artesanía.

La concejala de Comercio del Ayuntamiento de La Zubia, Natalia Arregui, explica que en el rastro zubiense “podemos encontrar un poco de todo: muebles, todo tipo de adornos para la casa, menaje del hogar, lámparas, cerámica, juguetes, ropa y complementos, cestería, cuadros, aperos de labranza, sellos, vinilos, DVD’s, cristalerías, artículos de ferretería y un largo etcétera”.

Además, “el rastro es un paraíso para las personas a las que les gustan los arreglos, las manualidades o la restauración, y también para aquellos que, preocupados por el medioambiente, quieren darle una segunda o tercera vida a la mercancía que aquí encuentran. Es, en definitiva, un lugar donde encontrar artículos de lo más curioso, al que acuden profesionales de varios sectores de actividad para montar sus atrezos, vitrinas y escaparates”.

Un punto de encuentro

La organizadora del rastro, Lola Suárez, apunta que “el rastro es un punto de encuentro tanto para el público como para los vendedores. Es un lugar que fomenta la solidaridad, en el que personas de diferentes países y etnias se dan cita cada sábado para vender sus artículos, de lo más variopinto”

Además, en el rastro de antigüedades y segunda mano de La Zubia se recuperan también las tradiciones que pasan de generación en generación, pues a él acuden familias completas, y padres que explican a sus hijos para qué sirven o servían determinados objetos, como los aperos de labranza”, señala Suárez.

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