El ridículo del portavoz

Era de esperar que tras la formación del nuevo gobierno municipal, producto del Pleno extraordinario  del pasado 7 de Julio, y no por razones de cortesía, sino de mera decencia política, el PP de Granada guardara un respetuoso silencio durante algunos días. Fundamentalmente porque la vergüenza que cubre todas sus actuaciones desde las pasadas elecciones municipales es una poderosa razón para ello. Empezando por colocar un cabeza de lista que ni ellos mismos deseaban para alcalde. Continuando por otorgar sus votos para la elección del mismo a quien lo hicieron, y además, “para cuatro años” como sonora y ostentosamente proclamó el portavoz municipal César Díaz. Y, sin hacer ahora otro repaso a lo acontecido, abandonando sus responsabilidades de gobierno, por las cuales las granadinas y los granadinos les pagábamos su sueldo. Insisto, la más elemental y menos exigente de las decencias políticas, unido a la inevitable sensación de  vergüenza, aconsejaba un más que prudente silencio.

Sin embargo, apenas esbozados los primeros movimientos del nuevo gobierno, le está faltando tiempo al PP municipal para realizar el más espantoso de los ridículos, consistente en intentar desprenderse de su responsabilidad en lo ocurrido, como si no fuera con ellos y criticar a diestro y siniestro, como si fueron nuevos en esta plaza. Muy llamativo, sin duda. Su recién estrenado papel de oposición municipal, requeriría una pensada y una profunda reflexión para no caer, como digo, en el ridículo.

Ellos y ellas que desertaron de gobernar, abandonando a su suerte los problemas de la ciudad, por un, sin duda, mal calculado alambique político, se permiten el lujo de criticar a quien acaba de empezar a hacerlo, asumiendo, además, la carga de reactivar una ciudad paralizada por su inacción. Que si un área más o menos, que si un reproche al pasado más o menos. Sin un previo acto de contrición o de petición de disculpas. Cómo si en los dos últimos años, ellas y ellos no hubieran tenido nada que ver con lo acontecido en el Ayuntamiento. Su caótica gestión de la crisis municipal, sin duda que les pesa y les condiciona, pero como he manifestado, un elemental sentido de la prudencia y de la mesura aconsejaría no caer en la patética actitud en la que, a tenor de las primeras declaraciones de sus portavoces oficiales, han caído.

La situación de la ciudad exige un mínimo de altura de miras, sobre la base de una casi obligada estabilidad. Comprensible, desde el punto de vista de la estrategia política, que el nuevo papel de oposición les impida arrimar el hombro, pero al menos, les sería exigible que, en los primeros momentos, no aparecieran como meros y simples estorbos, además, muy desconectados de la realidad.

Creo que es adecuado un esfuerzo colectivo por revitalizar la vida municipal y por proyectar una imagen de nuestro Ayuntamiento alejada de la pesadilla pasada. Proyectos e ideas deben ocupar el lugar de las peleas por los sillones y el ejercicio de cainismo que se desarrolló a la vista de toda la ciudadanía. Quizá la mejor contribución que el PP municipal y sus portavoces pudieran hacer para Granada, sería una actitud propositiva desde la prudencia; un talante dialogante desde la mesura, y un trabajo colaborativo desde la asunción de una responsabilidad, que las granadinas y los granadinos no vamos a olvidar que tuvieron. Y que, desde luego, no se van a quitar de encima con el recurrente recurso a la crítica por la crítica, porque, sinceramente, además de poco creíble, resulta a estas alturas bastante ridículo.

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