El valor económico del paisaje

Una frase hecha, típica del liberalismo clásico, dice que en el Reino Unido se vota con la cartera y yo añadiría que también con los pies. Pero no se preocupen que no voy a darles la lata con el Brexit y con la suspensión del Parlamento de Westminster. Me voy a quedar más cerca, en ese valle atravesado por el río Lecrín y en la Alpujarra.

Ambas comarcas presentan valores especiales materiales e inmateriales desde un punto de vista histórico-cultural, recreativo y paisajístico. La dura naturaleza que antes empujó a muchos de sus naturales a la emigración ha sido un imán para una nueva población foránea que ha revitalizado en todos los ámbitos esos territorios. No cabe duda que, frente a la pérdida de habitantes y decaimiento del tejido socioeconómico de otras zonas de la provincia, el Valle del Lecrín y la Alpujarra han experimentado un saldo demográfico positivo y un incremento de la actividad empresarial e inmobiliaria muy ligada al turismo. En este crecimiento tienen un papel decisivo la población europea, especialmente británica (europea hasta que el 31 de octubre no se perpetre la salida por las bravas) y alemana.

Pues sobre el suelo de estas comarcas y elevándose al cielo está prevista la construcción de una autopista eléctrica entre Marruecos y Francia. Si bien es cierto que la planificación energética, de las infraestructuras y de los servicios energéticos asociados tiene un enorme impacto en la economía y cobra una especial relevancia en el contexto actual, también es obligado tomar en consideración el patrimonio no solo natural, ese del que debemos disfrutar por nuestra condición ciudadana, sino también económico de las personas que viven en los territorios. En los tiempos que corren y con las experiencias que hemos sufrido, estos macroproyectos no pueden ejecutarse a costa de expoliar territorios y personas, cuanto más teniendo en cuenta que se trata de un instrumento que permitirá el intercambio de electricidad sucia producida por centrales térmicas en el norte de África y centrales nucleares en Francia. La contribución de las energías renovables locales a la mezcla de producción en el sistema eléctrico (miren su factura para más información) será la justificación para vendernos la necesidad de esta infraestructura; sería la guinda del pastel, el detalle atractivo de un bizcocho mal cocinado.

Legal y administrativamente, a efectos de expropiación forzosa y de imposición y ejercicio de servidumbres, el aprovechamiento de los bienes y derechos necesarios, estos proyectos se pueden acoger a la declaración de utilidad pública o de interés social. Medioambiental y patrimonialmente, esa línea eléctrica, visible desde kilómetros de distancia, supondrá una gran cicatriz difícilmente disimulable en el paisaje haciendo perder atractivo –y, por consiguiente, valor monetario- a las comarcas a las que va a atravesar.

Infraestructuras de este tipo deben, por imperativo legal, integrarse en el paisaje pero las dimensiones de esta línea de alta tensión, con torres de considerable altura más las zonas de servidumbre y policía, supondrán un costurón difícil de disimular. En este caso, el soterramiento sería el mal menor. Sin embargo, esta opción no parece del agrado de la entidad promotora, Red Eléctrica Española(REE). Parece que REE no se ha contagiado del virus “enterrador” de infraestructuras, suministros y servicios tan presente en nuestro país.

Desde que se hizo público el proyecto, además de participar activamente junto a otras personas y colectivos en la constitución y acciones de la plataforma ciudadana “Di no a las torres”, buena parte de los ciudadanos foráneos –especialmente los británicos- comenzaron a cuantificar la pérdida de valor de sus propiedades y no solo para el caso de expropiaciones forzosas: quienes se compraron una casa con vistas no quieren un horizonte con torres y cables frente a sus ventanas. Los mercados tienen pavor a la incertidumbre y ante el temor a una caída de la valoración debido a la pérdida de los alicientes paisajísticos que les trajeron a Granada, el mercado inmobiliario se está moviendo con aquellos que quieren recuperar parte de su inversión antes de que las torres sean levantadas y sus propiedades se devalúen aún más.Ellas y ellos ya han tomado una decisión, han estimado negativamente el detrimento de la degradación del paisaje sobre su capital inmobiliario, y se van porque los valores intangibles que venían buscando y por los que pagaron un precio van a desaparecer.

Es posible que sea un ejercicio de previsión, pragmatismo o materialismo dependiendo del punto de vista de cada cual, pero lo que queda claro es que choca con el conformismo o fatalismo propio de la esencia hispánica.

 

 

 

 

 

 

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