Empecemos por no llamarlo accidente

1. Suceso eventual que altera el orden regular de las cosas.
2. Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas.

Estas son acepciones de la definición de “accidente”, la palabra que habitualmente utilizamos cada vez que un trabajador o trabajadora enferma, se lesiona o incluso fallece mientras realiza su trabajo. Diría Lakoff que los conceptos crean estructuras de pensamiento intencionados. Al utilizar la palabra “accidente” esgrimimos un marco generado para diluir la responsabilidad y achacar al infortunio la pérdida de vidas humanas. 18 muertes en Granada en lo que va de año. Es un drama silenciado intencionadamente, la normalización de una tragedia que es producto de la negligencia y la precariedad. Al utilizar la palabra “accidente” movilizamos exclusivamente emociones de compasión, pero no de indignación.Estos marcos de pensamiento siempre tienen detrás un interés creado. 18 muertes por negligencia y precariedad laboral en Granada este año, aunque los responsables se escondan plácidamente tras la palabra “accidente”.

El término “accidente” laboral se generalizó en España durante la dictadura franquista, que además apuntaba con el dedo en las emisiones de NODO*a los trabajadores: “he aquí una trágica realidad del mundo laboral ¿Ha sido una catástrofe? ¿Una deficiencia técnica de las máquinas? ¿Una imprudencia del trabajador? ¿Un mal momento psicológico del mismo?”invoca una emisión en la que se aborda la siniestralidad. Este ideario ha calado tantos años después, y aun hoy es habitual que tras una nueva muerte señalemos al propio trabajador con un recurrente “no habrá tenido cuidado”, en vez de cuestionar a quien posee la capacidad, los medios y la obligación de evitar estos sucesos. Nuestro mercado laboral somete al trabajador a una suerte de chantaje, a la siniestra elección entre precaución y despido, diluyendo así la responsabilidad empresarial. El marco de pensamiento que genera la palabra “accidente”hace que olvidemos que la vigilancia de la salud y el cumplimiento de las normas preventivas es responsabilidad empresarial, igual que vigilan el acatamiento de los horarios o la consecución de las tareas impuestas, y es que la negligencia de uno pone en peligro la vida de los demás.

18 muertes por negligencia y precariedad laboral este año y aún no he escuchado a la patronal granadina pronunciarse ni proponer soluciones, se siente cómoda tras la palabra “accidente”.

Dejemos de usar la palabra “accidente” para que una nueva muerte no sea producto de un acto fortuito, sino el principio de evitación de la siguiente muerte. Y señalemos a los responsables de esas muertes porque tienen nombres y apellidos: los que imponen jornadas prolongadas y agotadoras sin respetar los descansos, los que por sistema contratan y despiden mensualmente sin permitir estabilidad y formación de los trabajadores, los que subcontratan en cadenas interminables, los que emplean falsos autónomos, los que ahorran en medidas de prevención para incrementar sus beneficios, los que no renuevan ni adaptan maquinarias, los que ni tan siquiera contratan, los que pagan a destajo. Las empresas y los Gobiernos junto sus reformas laborales subordinan la salud al último escalafón del mercado laboral en busca de mayor productividad. Y se equivocan porque la gente enferma y eso no es productivo. Esta forma de actuar en el país y particularmente en nuestra provincia produce enfermedades, lesiones y muertes.

No es el azar, porque si así lo fuera, España no doblaría sistemáticamente el índice de mortalidad en el trabajo de Suecia, Reino Unido o Alemania*. Debe existir otra explicación y no creo que sea por el clima propio del mediterráneo.

Las muertes de las dos pirotecnias de Guadix se pudieron evitar con celo en medidas preventivas y una normativa más rigurosa. También la muerte del joven de 18 años en la nave de Padul cuando este agosto le cayó encima una máquina, probablemente no había recibido la formación adecuada en prevención porque “era un trabajo de verano”. Por supuesto, se pudo evitar la muerte del trabajador de 41 años de Dólar que cayó desde un tejado, quizá habría sido suficiente hacerle un contrato de trabajo, cumplir la ley. Seguramente las 18 muertes de Granada este año en el tajo pudieron evitarse, con calidad en el empleo, empresarios responsables y diligencia de las administraciones.

Los sindicatos debemos cambiar nuestra vieja pancarta con la que homenajeamos a las víctimas y condenamos las negligencias tras cada nueva muerte, y señalar con una nueva a las responsables, las empresas, que en muchas ocasiones ni tan siquiera permiten que exista un representante sindical que vigile el cumplimiento de la prevención en la empresa. Estas muertes serán sentidas como ajenas por los líderes de la patronal en tanto la responsabilidad permanezca difusa. Son muertes por negligencia laboral y explotación. Es necesario comenzar a señalar a los responsables para que tomen conciencia del drama y asuman medidas. 18 personas han perdido su vida en el trabajo en Granada en lo que va de año, y no han sido accidentes producto del azar.

* http://www.rtve.es/alacarta/videos/revista-imagenes/seguridad-trabajo/2873858/
*Accidentes mortales en el trabajo por cada 100.000 trabajadores (2017. Estadística armonizada de la Unión Europea): España 3,1. Alemania 1,4. Reino Unido 1,6. Suecia 1,5.

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