Es para preocuparse

Mientras el todopoderoso consejero de Presidencia, Elías Bendodo, va y viene en su coche oficial de su clase de pilates, mientras el presidente Juanma Moreno continúa en su curso avanzado de dontancredismo y mientras el consejero de Salud, Jesús Aguirre, sigue intentando encontrar en el diccionario el significado de la palabra pandemia, las cifras de la COVID en la tercera semana de agosto, están devolviendo a Andalucía a los peores días del mes de abril: once muertos en solo cuatro días, doblando en solo 19, el número de víctimas registradas durante todo el mes de julio.

Andalucía encadena seis días con más de 400 contagiados y marca el máximo desde el pico de la pandemia, a finales de marzo y primeros de abril, sumando ayer miércoles, 578 nuevos contagiados, cifra que solo se superó en tres días al comienzo de la primavera.

El número de ingresados en Andalucía se ha multiplicado por seis en las últimas semanas. De 33 personas que llegó a haber en julio, hemos pasado a más de doscientos.

Mientras tanto los centros de salud siguen cerrados, la presión hospitalaria comienza a ser de nuevo preocupante, el número de rastreadores no se acerca ni de lejos al recomendado y somos la comunidad de España que menos pruebas PCR hacemos por cada 1000 habitantes, tan solo, 51,60.

Con este panorama ponerse enfermo en Andalucía se ha convertido en una auténtica tragedia. Colas al sol a 40 grados y teléfonos de atención sanitaria sin servicio, hacen que muchos ciudadanos se «resignen» a no acudir al sistema sanitario para tratarse de sus dolencias. Y es que, en definitiva,  según algunos expertos, la sanidad pública andaluza está retrocediendo cincuenta años en estos meses.

En Andalucía podemos ir a una corrida de toros -como piojos en costura y sin mascarillas-, a la playa, o a un centro comercial, pero es misión imposible conseguir una cita médica, lo que nos lleva a pensar que la sanidad pública está en el último lugar entre las prioridades del Gobierno andaluz.

Dice la oposición que el Gobierno de PP, Ciudadanos y Vox en Andalucía, se  está aprovechado del virus, para favorecer la sanidad privada y dañar la pública, aduciendo que se está reduciendo el número de sanitarios y cerrando 1.800 camas hospitalarias. Una situación que califican de «canallada», con la que se pretende favorecer la sanidad privada, donde te atienden rápidamente y sin problemas. Eso sí, previo pago de su importe.

En su estúpida carrera por emular a Ayuso como ariete contra el Gobierno de Pedro Sánchez, Bonilla y Bendodo, se han negado a hacer la prueba PCR, a aquellos inmigrantes asintomáticos que arriben a nuestras costas de forma irregular, lo que además de completamente inútil en su objetivo de desgastar al Gobierno, es una auténtica bomba de relojería para la salud pública andaluza, ya que supone,  no solo dejar desprotegidas a estas personas, sin poder acceder a recursos de acogida oficiales, sino poner en grave riesgo la salud pública del conjunto de la ciudadanía. Una negativa que el PSOE ya ha anunciado que va a denunciar ante la fiscalía.

Al anterior panorama sumen ustedes que estamos a poco más de diez días, para que se incorporen a sus centros, los docentes y el personal educativo y a tres semanas para que los niños de infantil y primaria inicien el curso. Pues bien, a día de hoy, no se conoce planificación alguna por parte de la consejería que, con tan escaso acierto, nula empatía y sobrada prepotencia, comanda Javier Imbroda, quien nunca debió abandonar las canchas de baloncesto para recalar en la gestión pública. A once días del uno de septiembre, no hay garantía alguna para una vuelta segura al cole, lo que está llevando a numerosos equipos directivos, a los profesores y a las asociaciones de padres y madres, a plantearse muy seriamente no iniciar el curso, lo que supondría un descalabro brutal, para miles de familias andaluzas.

Los profesionales de la educación amenazan con rebelarse. Profesores, personal de servicios, inspectores y algunas asociaciones familiares se están  revolviendo estas semanas ante lo que, a día de hoy, se prevé como una vuelta a clase casi normal en medio de una pandemia. La respuesta de la Junta ha sido la de contratar unos 6.000 docentes, una cifra que no llega a suponer un profesor más por colegio, mascarillas al canto y profesores con la responsabilidad de «diagnosticar» si alguno de sus alumnos está contagiado. Todo ello después de tres meses y de que según la Junta, todo estaba listo.

Con este panorama y la escasísima confianza que inspira el gobierno de Juanma, los andaluces tienen más vigente que nunca aquel dicho del chiste: «Virgencita, virgencita que me quede como estoy».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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