¿Es posible un futuro sin coches?

¿Es posible un futuro sin coches?

El mayor consenso científico sobre el cambio climático y la influencia que en el mismo ejerce la acción del hombre sobre la Tierra, se produjo en 1995, cuando el denominado Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), que es una red de unos 2.500 expertos mundiales en el clima de 70 naciones, auspiciada por la ONU, publicó varios informes consensuados entre todos los científicos. Según explicaron, el calor retenido en la troposfera depende principalmente de los captores de calor o gases de efecto invernadero y del tiempo que permanecen en la atmósfera. Estos gases son el vapor de agua (H2O), el dióxido de carbono (CO2), el ozono (O3), el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), los carburos clorofluorados (CCF) y el perfluocloro carburos, emitido por la fabricación de aluminio.

Aunque el principal gas captador de calor en la atmósfera es el vapor de agua, como su concentración en la atmósfera es bastante alta, las aportaciones de vapor de agua debidas a las actividades humanas producen un efecto pequeño sobre este efecto invernadero químico. Sin embargo, como la concentración de dióxido de carbono (CO2) es muy pequeña (0,036%), una aportación grande de este gas procedente de las actividades humanas puede afectar significativamente a la cantidad de calor captada en la atmósfera. Este es el problema del cambio climático, pues los niveles atmosféricos medidos de estos gases de efecto invernadero han aumentado sustancialmente en las últimas décadas, debido a la quema de combustibles fósiles, agricultura, deforestación y empleo de CCF. De todos, el dióxido de carbono (CO2) es el gas de efecto invernadero más importante producido por las actividades humanas, al ser el responsable del 50-60% del calentamiento global. Gran parte de CO2 procede de quemar carbón, pero un creciente porcentaje proviene de los tubos de escape de los vehículos a motor.

Existe una relación clara entre el crecimiento de la actividad económica y el incremento del transporte en el mundo, que estaría detrás del aumento de las emisiones de CO2 en el planeta. Algunos estudios estiman su contribución entre el 13 y el 25% del total de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo (Comisión de Transportes del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2010). Estas cifras pueden ser corroboradas con la serie ofrecida por el Banco Mundial, que informa de que las emisiones en 2010 ya alcanzaban los 33.615 millones de toneladas métricas de CO2, de las cuales 5.811 fueron generadas por el sector del transporte (incluyendo la aviación nacional, el transporte por carretera y ferroviario de personas y productos).
Estos modos de transporte representaron en 2010 más del 17% de las emisiones totales, excluyendo los búnkeres marinos y la aviación internacional. Como se reconoce desde el propio Banco Mundial, “….sin una acción audaz para hacer que el transporte sea más ecológico, las emisiones de los mercados emergentes podrían triplicarse en 2050, llegando incluso a representar alrededor del 75% del total mundial”. Las emisiones generadas internamente en los países de la OCDE, en comparación, deberían aumentar en menos del 17% para poder cumplir los objetivos internacionales alcanzados sobre el máximo de temperatura global admisible.

Todo lo anterior ha llevado a que la temperatura media mundial haya aumentado desde 1860 entre 0,3-0,6ºC. Los estudios científicos sugieren que hay una influencia humana perceptible en el clima global. Los modelos matemáticos predicen que para 2100 habrá aumentado la temperatura media en aproximadamente 2ºC. Pero, incluso aunque el aumento fuera de solo 1ºC, la Tierra estaría más caliente de lo que ha estado en los últimos 10.000 años. Lo que se calcula es que la concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera duplicaran los niveles preindustriales de 1860 hacia 2050 y continuará creciendo.

El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) ha identificado los riesgos para la salud por efecto del cambio climático. Para 2100, en el caso del escenario de altas emisiones las proyecciones apuntan a que la combinación de alta temperatura y humedad en algunas zonas durante algunos periodos del año comprometerán las actividades humanas normales, como producir alimentos o trabajar en el exterior.

En el informe UNDP 2016 se indica que más de 100 estudios en la última década han documentado los riesgos para la salud y trabajo por pérdida de productividad experimentada por los trabajadores en lugares calurosos. En concreto se refiere como informe más reciente al de Venugopal, que indica que el 87% de los trabajadores experimentan salud los problemas durante los 3 meses más calurosos y el 48% reportaron pérdida de productividad. También refiere otro informe de este autor en el que se detectaron los problemas de las trabajadoras, en particular, que el embarazo crea problemas adicionales con el estrés calórico. Otro grupo vulnerable son los trabajadores migratorios, dadas las especiales condiciones de precariedad laboral en las que desenvuelven. Y se añade que los impactos del calor en términos de la salud y de la pérdida de la productividad comienzan a ocurrir en aproximadamente 26 º c (WBGT -WetBulbGlobeTemperatures-) según lo indicado por las normas ISO (ISO, 1989a).
Las consecuencias económicas y la pobreza corren el riesgo de que el cambio climático y el calor afecten a la gran parte de la fuerza de trabajo global que opera al aire libre y en condiciones climáticas no controladas en las regiones afectadas, lo que implica costos económicos significativos. Según NIOSH “Criteriafor a recommended standard occupationalexposuretoheat and hotenvironments” , los efectos directos del cambio climático sobre los trabajadores son: contaminación atmosférica, radiación UV, y exposición a altas temperaturas: manifestaciones dermatológicas, deshidratación y pérdida de minerales y golpe de calor.

Una evaluación de 2013 del Organismo Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la OMS concluyó que la contaminación del aire es cancerígena para los seres humanos, y que el componente de partículas de la contaminación atmosférica está más estrechamente asociado con el aumento de la incidencia del cáncer, especialmente el cáncer de pulmón. También se ha observado una asociación entre la contaminación del aire exterior y el aumento del cáncer de las vías urinarias/vejiga.

Recientemente, a propósito de la pandemia del COVID 19, parece que también se ha detectado cierta relación entre incremento de contagios y las temperaturas de la atmósfera (a su vez relacionadas con el cambio climático y la contaminación del aire), como se muestra en un trabajo conjunto de científicos del Instituteof Human Virology, Universityof Maryland Schoolof Medicine, Baltimore, USA; del PersianBayanGeneResearch and Training Center, Shiraz Universityof Medical Sciences, Shiraz, Iran, y otros.
Hay distintas estrategias para hacer frente al cambio climático. Un grupo pequeño de científicos, apoyados por los países que más contaminan (EEUU), o que más petróleo venden (Arabia Saudí), afirman que todo esto es un engaño y que no hay que hacer nada. Son los que están boicoteando las cumbres del cambio climático. Un segundo grupo de científicos y economistas creen que deberíamos esperar hasta disponer de más información. Las evidencias les están quitando la razón. Un tercer grupo de científicos y economista, entre los que se encontraban Premios Nobel como Arrow o Solow, creen en la estrategia de la prevención, pues “…el cambio climático mundial conlleva importantes riesgos medioambientales, económicos, sociales y geopolíticos”.

Lo que indica el informe UNDP 2016 en una de sus conclusiones más importantes es que la mayoría de las políticas nacionales sobre el clima o el empleo no abordan el impacto del cambio climático en la salud y la productividad en el lugar de trabajo, aunque las nuevas directrices de la OIT abordan la salud y seguridad en el trabajo y la protección social vinculadas al cambio climático y proporcionar un punto de partida para una respuesta más sustancial. Los trabajadores y los empleadores necesitan protección ahora y las medidas para gestionar los riesgos para la salud, los ingresos y la producción existen, pero a menudo entrañan costos y pueden agravar los desafíos como en el caso del aire acondicionado, una respuesta costosa y energética y de emisiones intensivas. Los riesgos se vuelven cada vez menos manejables y costosos para hacer frente a niveles más altos de calentamiento, ya que incluso un incremento promedio de 1,5 º C implica un aumento sustancial del calor y los impactos en el lugar de trabajo, lo que es un fuerte incentivo para una acción ambiciosa para reducir las emisiones y limitar el calentamiento en línea con el nuevo acuerdo de París de la ONU sobre el cambio climático.

Las soluciones de las que hablan los científicos para hacer frente al cambio climático pasan por reducir el empleo de carbón, mejorar la eficiencia energética, cambiar a energías renovables, reducir la deforestación, emplear la agricultura sostenible y disminuir el crecimiento de la población.

Pero, bajo mi punto de vista, no solo se trata de esto. También se ha de abordar un necesario cambio en el modelo productivo. Evidentemente, un sistema basado en la producción infinita de bienes con materias primas finitas lleva al colapso. Es lo que nos está ocurriendo. En esta cuestión, como ya se ha dicho, el transporte juega un papel fundamental. Ante esto, hay diversas alternativas.

Una alternativa radical pasa por sustituir completamente el transporte privado mediante vehículos, por otro público y más eficiente, o por otros medios alternativos no contaminantes, como las bicis, las patinetas, o el caminar. Evidentemente, aunque este sea el fin, en estos momentos no es posible. Nuestra cultura y forma de vida nos hacen depender del vehículo privado en gran parte de nuestras actividades.

Otra alternativa sería dejar en manos de la tecnología la solución a los problemas medioambientales. Esto significaría seguir dependiendo del vehículo privado, pero que estos fueran más eficientes y ambientalmente sostenibles. Es lo que ha estado haciendo el sistema económico capitalista desde sus orígenes. Aunque el crecimiento económico y el nivel de emisiones de CO2 han ido aumentando de forma sostenida, sin embargo, el índice de emisiones de CO2 por unidad de PIB producido ha disminuido, gracias a la eficiencia energética. Si no hubiera sido así, el planeta ya hace tiempo que habría colapsado de forma total e irreversible. Sin embargo, esto no ha dado resultado. Los niveles de calentamiento global siguen aumentando de forma peligrosa.

Una tercera vía pasaría por la combinación de las dos anteriores, añadiendo la implicación personal de cada uno de nosotros, así como de las empresas. Así, al igual que los principios de desarrollo sostenible empresarial significan plantearse estrategias para minimizar la producción de residuos en el transporte y almacenamiento, pero también optar por llevar al mínimo posible las necesidades de transporte, además de usar medios de transporte menos contaminantes y reducir las emisiones de los motores de combustión; en nuestro caso, significaría optar por estrategias de minimización del consumo y de un menor uso del vehículo privado como alternativa a nuestro movimientos. Se trata de una transición ecológica justa.

En el mes de diciembre de 2018 se celebró en la ciudad polaca de Katowice la cumbre del clima de la ONU (COP24). De lo que se trataba era de cerrar un pacto entre más de 200 países para desarrollar el Acuerdo de París sobre reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Según denunciaron entonces organizaciones ecologistas como Greenpeace, “la COP24 finalizó sin compromisos firmes para aumentar la acción y la ambición climática”. Y ello, pese al último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), advirtiendo de que quedaban solo doce años para salvar el futuro del plantea y no superar 1,5ºC la temperatura global.

Posteriormente a esta cumbre, en 2019 se celebró en Madrid la COP 25 (tras las protestas chilenas que impidieron su celebración en dicho país), tampoco se lograron avances importantes. La COP 26, que se celebrará en Glasgow (Reino Unido), se pospuso hasta noviembre de 2021, a consecuencia del COVID 19. Lo que denuncian las organizaciones ecologistas es la falta de compromiso y ambición de los países, que están actualmente ocupados en la solución de los graves problemas de la pandemia.
Esperemos que en estas cumbres se comprenda que, no se trata de llegar al colapso del planeta con miles de coches eléctricos o más eficientes, sino de cambiar nuestros hábitos de consumo y nuestro modelo productivo para evitar llegar a este colapso. Así de sencilla, a la vez que complicada, es la situación. Actuar es urgente. Implicarnos todos, mucho más.

[1] UNDP 2016. “CLIMATE CHANGE AND LABOUR : IMPACTS OF HEAT IN THE WORKPLACE”.

[2] http://www.cdc.gov/niosh/docs/2016-106/pdfs/2016-106.pdf.

 

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