Europa: ni está, ni se le espera

Si Konrad Adenauer, Jean Monnet, Robert Schuman y Alcide de Gasperi, los padres fundacionales del concepto de la Europa de los pueblos, levantaran la cabeza y se encontraran con la forma en que su «criatura», está afrontando la crisis del COVID19, no reconocerían en esta UE, ni uno solo de los principios que inspiraron su nacimiento, primero como una herramienta económica supranacional, para llegar después a un espacio territorial con valores comunes a los estados miembros, en una sociedad en la que prevalecen la inclusión, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la no discriminación.

Se lee en la web de la UE que esos valores son la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el estado de derecho y los derechos humanos. La UE ha hecho posible más de medio siglo de paz, estabilidad y prosperidad, ha contribuido a elevar el nivel de vida y ha creado una moneda única europea: el euro. Más de 500 millones de ciudadanos de la UE, de 27 países lo utilizan en la actualidad y disfrutan de sus beneficios.

Pues bien la soberbia, la prepotencia, una buena dosis de xenofobia y una memoria muy corta en países como Alemania, Holanda o Finlandia, están a punto de dinamitar, lo que tanto ha costado construir, porque si Europa no está, cuando sus países miembros, están sufriendo la mayor crisis humana y económica desde la segunda guerra mundial, la pregunta de millones de ciudadanos europeos será: ¿para que sirve esa unión?

Si la semana pasada el primer ministro portugués, calificaba la postura de Holanda y Alemania como «repugnante», la reunión del Eurogrupo del pasado martes, solo hizo que confirmar esa repugnancia, ante la insolidaridad más vergonzosa por parte de esos países, hacia los que que más están sufriendo esta plaga.

Cómo de grosera será la posición germano-holandesa que, hasta el editorial de uno de los medios alemanes de referencia, como es el caso de «Der Spiegel», aseguraba esta semana que: «O bien los gobernantes de Alemania no entienden lo que rechazan con tanta negligencia, o bien no lo quieren entender, porque tienen miedo de que el partido populista Alternativa para Alemania, (el equivalente de Vox), saque provecho de las ayudas para los vecinos europeos para su propia propaganda».

Sigue diciendo el rotativo germano que, «en lugar de decir honestamente a los alemanes que en una crisis como esta no existe alternativa para los eurobonos, el Gobierno de Merkel nos insinúa que con estos bonos, algo estaría mal, que, a la postre, quienes los terminarían pagando serían los diligentes contribuyentes alemanes, dado que, al parecer, los italianos (o los españoles), nunca han sabido manejar el dinero». La canciller ha recurrido a este argumento en tantas ocasiones que cualquier reconocimiento a los españoles e italianos parecería una derrota.

La violencia de la pandemia por coronavirus ha ocasionado una tragedia en Italia y España y lleva camino de causarla en Francia, Reino Unido, Estados Unidos y ya veremos cuantos países europeos más, tanto desde el punto de vista humano como médico, también porque, después de todo, tanto Italia, como España, han ahorrado duramente, conforme a las imposiciones de Bruselas, desde hace más de una década. Y no porque hayan vivido por encima de sus posibilidades.

En una crisis como esta no existe otra alternativa que la solidaridad sin reservas, se llame eurobonos, o se llame mutualización de la deuda generada por esta catástrofe humanitaria.

Ante este escenario, Europa se juega ni más, ni menos que su supervivencia. En una situación así, dárselas meramente de guardián presupuestario de la ortodoxia neoliberal, es mezquino, sórdido y miserable. Quizás valga la pena recordar por unos instantes, quién ayudó a financiar la reconstrucción alemana tras la guerra.

Si los europeos no muestran su decisión de que resistirán todos juntos a esta crisis, los populistas, los enemigos de la Unión Europea y los fondos de alto riesgo en Londres o Nueva York, estarán de fiesta, porque, como hace unos años, ocurrió con Grecia, van a apostar por una quiebra estatal europea. Y esta vez van a ganar.

Solo una respuesta decidida de la Unión demostraría que en las situaciones de mayor necesidad, Europa no abandona a sus eslabones más débiles, que somos más que una coalición de ególatras, más que un mercado interior insensible con una moneda (todavía) común.

Estados Unidos vuelve a marcar el camino. Si en el crack de 2008, tras la caída de Lehman Brothers, el gobierno Bush, nacionalizó parte de la banca, supremo sacrilegio para un norteamericano, ahora Trump, ya ha lanzado el salvavidas económico más descomunal de la historia y todos los especialistas, creen que a partir de ahora los estados van a pesar bastante más, incluso en los Estados Unidos, llegando tal vez hasta a hacerse presentes en las estructuras de algunas empresas.

Y por cierto, esta crisis debe hacernos revisar muy seriamente nuestro modelo nacional. Como dice el catedrático Juan Torres, si seguimos dominados por las lógicas que nos han gobernado hasta ahora, si no somos capaces de aprovechar esta oportunidad para recuperar nuestra agricultura, para reindustrializar, para remodelar nuestro sector turístico y no hacernos tan dependientes de él, para poner la construcción al servicio de la necesidad y la sostenibilidad y no de la creación de burbujas, si no mejoramos los recursos y la eficacia de nuestros servicios y administraciones públicas, si no relanzamos la investigación y la innovación, si no nos plantamos ante una Europa que no se cansa de equivocarse en las estrategias, si no somos capaces de recapacitar y de reorientar nuestra economía, si seguimos dejándonos llevar por el nacionalismo excluyente y por el cainismo, si seguimos pensando que los españoles que no piensan como nosotros son nuestros enemigos, volveremos a sufrir todavía más, cuando vuelvan a darse nuevos contratiempos, que es lógico que se den.

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