Federico

«Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo». Esa frase de Federico García Lorca, resume a la perfección la trágica historia del poeta, que ayer miércoles hubiera cumplido 121 años.

Nadie. Absolutamente nadie con un mínimo de sensibilidad, se puede explicar que 83 años después de su vil asesinato – “por maricón”, según Juan Luis Trescastro, el fascista bocazas y fanfarrón que, junto a Ramón Ruiz Alonso, detuvo a García Lorca en casa de los Rosales y prestó su coche para conducirlo a la muerte-, los restos del poeta más universal en lengua española y un auténtico icono planetario, sigan sin ser localizados en un barranco entre Víznar y Alfacar.

Pero si grave de toda gravedad es ese hecho incuestionable, aún lo es más que este país, siga teniendo en más de dos mil fosas comunes, barrancos y cunetas, los cadáveres de casi 120.000 compatriotas, lo que nos coloca junto con la Camboya de los Jemeres rojos, en lo más alto del vergonzante podio de las fosas comunes en todo el mundo.

Por todo ello sigue pareciendo inexplicable, la postura de la familia de Federico, de no querer saber nada de los intentos por encontrar el paradero de sus restos. Aunque solo fuera por la más elemental responsabilidad hacia 120.000 familias de este país, que sí quieren recuperar a los suyos, los Lorca, deberían no solo alentar, sino impulsar la búsqueda de los restos del poeta, para cerrar de una vez por todas una herida, que lleva demasiado tiempo abierta.

El nombre de Lorca es una marca universal que en caso de ponerse en juego en esta causa, supondría un aldabonazo mundial que, sin duda se traduciría en fondos económicos y equipos de investigación, para dar con su paradero y ya de paso, con el resto de los asesinados sin tumbas.

Es muy posible que, como apuntan muchas teorías, el cuerpo de Federico, fuera desenterrado por su familia a las pocas horas de su muerte y enterrado en otro lugar, solo por ellos conocido. Esa posibilidad “justificaría” la oposición de los Lorca, a todo intento desarrollado hasta ahora, por dar con los restos del poeta.

El caso de Federico debería ser el estandarte de la lucha de esas decenas de miles de familias por recuperar los restos de sus seres queridos y esa es una responsabilidad, ante la que los Lorca no pueden, ni deben ponerse de perfil, porque con toda seguridad el poeta no lo haría.

Mientras un sindicato de electricistas noruego siga siendo una de las escasa vías de financiación, para continuar con las exhumaciones y Vox imponga allá donde tenga capacidad de decidir, como es el caso de Andalucía, la política de colaboración cero con la Memoria Histórica, el compromiso de quienes llevan el apellido de nuestro poeta universal, debería ser inequívoco e incuestionable con esta causa.

Resultaría muy triste que, al final de esta historia, se encontraran los restos de Francisco Galadí, Joaquín Arcollas y Dióscoro Galindo, asesinados y sepultados junto a Lorca, aquella trágica madrugada del 18 de agosto en Víznar y que junto a ellos no hubiera restos de Federico, o que habiéndolos, su familia no hubiera hecho nada, por una causa que no solo es la del poeta, sino la de casi 120.000 familias en este país.

Cuando pintan bastos para las libertades, y los herederos ideológicos de quienes asesinaron al autor de Poeta en Nueva York, vuelven a decidir sobre nuestras vidas, a lomos de caballos de homofobia, racismo, negacionismo y desigualdad, quienes llevan el apellido Lorca, deberían dar un paso adelante y hacer honor a quien lo hizo universal.

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