Hartos de listas y listos

26 de mayo: 18 candidaturas, 18 para un domingo de gloria en Granada. Anoche comentaba con unos contertulios que parece que en Granada, si no eres candidato a la alcaldía no eres nadie… y lo digo literalmente, al menos en algunos casos.

Ojalá esta proliferación de candidaturas fuera reflejo de una ebullición de la vida democrática en la ciudad. Ojalá estuvieran las redes, los barrios, facultades y centros de trabajo llenos de gente debatiendo en asambleas y consensuando propuestas para mejorar Granada. Yo apenas si he visto dos o tres: las de Cambril, No sé ustedes.

La triste realidad es que al menos cuatro de las personas nominalmente aspirantes a primer edil y que presiden alguna de estas listas residuales son, me consta, gentes que intentaron hasta el último minuto tener un puesto de salida con las organizaciones en las que militaban hasta hace un cuarto de hora. No lo han logrado y su respuesta ha sido esta. ¿Amor a Granada? No me atrevo a decir que no lo tengan, pero más bien me huele a puñalada en las costillas políticas de sus ex compañeros.

Alfonso Guerra teorizó hace muchos años que en España no se vota por quien uno quiere sino contra quien uno odia. Algo de esto estamos presenciando en Granada. Pero no ya en los electores, sino, en un salto cualitativo, en los candidatos. Estos señores y señoras candidatas saben lo suficiente de política como para tener la seguridad de que no van a conseguir ni de lejos los 7.000 votos que cuesta entrar en el pleno municipal con un concejal. Mucho menos sin una organización detrás que los respalde. Presentarse a las elecciones les va a costar tiempo y dinero, pero lo pagan con gusto. Cada voto que saquen será un resto a las fuerzas políticas que no les han dejado llegar a ser o repetir como concejales. Quizá estos votos tirados hasta sirvan para dar la alcaldía a sus adversarios, menos odiados que sus antes compañeros y ahora enemigos. Cosas de la política.

¡Venganza! Triste motivación, en una ciudad con un 23% de paro, que pierde población y cada vez está más a la cola en calidad de vida y proyección, tanto de Andalucía como de España.

Quizá la excepción en este análisis sea Juan García Montero. No me sorprendería que lograse al menos un acta. Tanto por su proyección como concejal de cultura como por la candidatura que ha formado, con personas con su propio ámbito de influencia. Pero sobre todo, porque se ha convertido en referencia para la Granada conservadora, de oposición al oficialismo del PP, que anda más que tocado en la provincia, con un candidato a la alcaldía que no quieren ni los suyos. Veremos.

Y mientras tanto, la gente con sus problemas reales. Estamos en manos de la lucidez de la ciudadanía votante y sufriente que, esperemos, manifieste su hartura de tanta lista y tanto listo, seleccionando los mejores proyectos para la ciudad. No sólo los que más brillen, sino los más viables. Quien entre de alcalde, heredará un Ayuntamiento arruinado y con muchas tareas pendientes. No es tiempo de promesas iluminadas, sino de comprometerse con lo que se va a hacer y de dar una explicación creíble sobre cómo se piensa pagar. Ojalá los candidatos tuvieran que presentar un aval sobre sus promesas e incumplirlas les costara el dinero. Mientras tanto, tendremos que apañarnos con la intuición y la memoria. Echar cuentas de lo que cada cual ya lleva incumplido. Pero también de por cuántos sitios ha pasado buscando un puesto.

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