Hasta que termine la guerra

La película de Amenábar en estos días nos ha traído a la actualidad la historia de nuestra guerra civil. Nos obliga mirarnos al espejo de la historia con nuestra visión actual. Nos vemos hoy en el ayer. Esta obra de Amenábar recrea la figura de Franco y ridiculiza la del “simplista” Millán Astray. El autor intelectual de la frase ”novio de la muerte” se asemeja a los líderes yihadistas que ponen en el ¨tanathos¨ la gran transición hacia el paraíso del otro mundo. Unamuno nos refleja en ella las contradicciones de las dos Españas que nos llevó a una guerra fratricida, propiciado por un alzamiento militar bajo el cúmulo de errores de la república y llevado a cabo por la simplicidad y ambición de poder del entorno de Franco y del caudillo, un hombre simple, aparentemente manejable y ambicioso según nos relata Amenábar.

Muchas han sido las versiones de esta parte de la historia, aun muy desconocida para la mayoría de los españoles, pero esta versión ayuda a ver y a reflexionar hasta el final lo absurdo de una guerra, lo azaroso el nacimiento de unos símbolos como la bandera y el himno. O cómo Franco se abraza al nacional catolicismo y la Iglesia lo lleva bajo palio para afianzar el régimen.

La película que bate records de recaudación en los cines, brinda a todas unas nuevas generaciones una visión de nuestro pasado que debía ser obligatorio en las escuelas españolas. No es casualidad que los espectadores queden pegados unos minutos a la butaca en silencio, inmóviles y reflexivos tras el final de la película.

Y a propósito de la película estos días se va a realizar el traslado de los restos de Franco del Valle de los Caídos a una tumba fuera de este “monumento a los horrores de la dictadura”. Todo los medios de comunicación del mundo recogen en estos días en sus informaciones el cierre de una etapa de la Dictadura que ya duraba más de 50 años.

Ha sido el gobierno del PSOE, tras la aprobación de las Cortes, las sentencias y autos del Supremo las que han hecho posible que, al fin, sea una realidad esta reparación histórica. Ya era hora.

La España profunda tiene aún resortes de poder que impedían que este hecho de reparación -que ya se hizo en otros países hace años donde el fascismo también dejó su huella- ni el alineamiento de los poderes del Estado incluido el ejecutivo, legislativo y judicial lo hacían posible. Y algo que hacer ver la necesidad de que haya ocurrido, el hecho de que la derecha política -se debía suponer moderna y ligada a los valores democráticos europeos- mira para otro lado, con un “mejor no remover a los muertos” como su frase estrella, sabiendo que lo que se remueven son las conciencias de quienes enterraron con honores de Estado a un dictador que había dejado enterrados en el Valle de los llamados “caídos” a más de 33,000 personas sin identificar la gran mayoría de ellos.

También hay quien intenta mirar para otro lado con el argumento de que España tiene otros problemas de futuro más importantes. Claro que sí. También los tiene. Pero es importante cerrar bien el pasado. Que se lo digan a Alemania. O a Italia. Dos ejemplos que están cada uno de ellos en las antípodas de cómo cerrar un pasado doloroso.

Ahora cargado de simbolismo se produce esta reparación que tiene que dar lugar a una nueva etapa en ese lugar que, como el museo del holocausto en Washington que recibe más de 15 millones de visitantes al año, ayude a los lideres de todo el mundo a superar el odio, impedir otro genocidio o una guerra entre hermanos, promover la dignidad humana y fortalecer la democracia.

Se trata en este caso de convencer a los vencedores de aquella guerra y a sus herederos que la democracia con sus defectos y sus virtudes tiene resortes para vivir sin odio, con libertad y respeto incluso para quien no tiene hacia los demás. Y que los vencidos y sus familias encuentren la paz y la dignidad que les ha faltado en este tiempo con la reparación de los daños.

No merece comentario alguno los debates barriobajeros que ahora estimulan unos y otros por un puñado de votos para quitar importancia a un hecho que se torna histórico en la democracia española. Quizás Unamuno hoy le daría la vuelta a su famosa frase, pero aplicada a la democracia, convencer es vencer. Y el franquismo sociológico hará lo posible para que este hecho parezca un acto más propio de un espectáculo de un Parque Jurásico, que de un hecho histórico y reparador para nuestra convivencia democrática.

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