Ingenuos sí, pero Inocentes…

Llegando estos días suelo hacer balance y como la edad me invita a ser cauto y la experiencia a llevarme con prudencia, aguzo los sentidos, miro a todas partes y procuro pasar casi de puntillas la jornada del 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Leí en dicha fecha algunos titulares tan poco plausibles que me decepcionó la falta de ingenio de los “plumillas” de la prensa escrita.

Pero mira tú por dónde que viendo mi programa de televisión favorito: Saber y Ganar, descubro con estupor, entre otros datos no menos sorprendentes, que el 57 % de los españoles creemos a pies juntillas todas las noticias falsas que a diario nos endilgan los medios y circulan por redes sociales, eso que ahora llaman fake news. Con resignación admito entonces que durante los 365 días del año nos la están dando con queso, por lo tanto, qué gazapo susceptible de levantar el más leve rumor podían colarnos para caer en él como pardillos: cualquiera, desde luego, pero con muy poca gracia. Y es que vivimos en inocencia perpetua, asimilando una mentira tras otra, destilando además esta manipulación mediática en la que sin remedio estamos inmersos y aun peor, que son legión los que vocean, aplauden, e incluso enaltecen este método como salvador de la Humanidad.

El mesiánico y único sistema financiero posible que nos hará ricos a todos con solo seguir sus indicaciones; los inapelables augurios del FMI y el BCE, que nos suspenden a diario; el IBEX experimenta una subida y alguien que no soy yo gana, pero si baja todos perdemos, ¿no es curioso? Las terribles situaciones que soportan los habitantes de esos países no afines a la doctrina imperial a causa de sus empecinados gobernantes, esas hambrunas, que asolan a poblaciones enteras por la carestía de alimentos, según nos cuentan. De pronto allá están en guerra y al poco no hay nada más que decir, sería una nota gris para intercalar entre tanto bulo, como esas tragedias familiares que copan horas y horas en las cadenas de televisión. Y si el Real Madrid hoy se interesa por determinada estrella del fútbol, mañana desestima su fichaje y con nada se han rellenado dos portadas. Llevamos una vida entera comiendo cierta marca de yogurt que mejora su producto cada año, a estas alturas debería ser ambrosía, creo yo.

Quiero destacar, cómo no, esas imágenes que nos llegan al móvil y que cuando abres descubres al negro de WhatsApp, incontestable. También podíamos hablar de las noticias inventadas sobre cualquier rival político, las cloacas del Estado. Y así podíamos estar hasta caer agotados y no terminaríamos jamás. Pero cómo olvidar la mayor inocentada que estamos padeciendo de un tiempo a esta parte: las multinacionales, los paraísos fiscales y las estúpidas aplicaciones, tentáculos de estas terribles Medusas que con caricias estudiadas nos invitaron un día a mirarlas para quedar petrificados hasta el fin de nuestros días. Imaginemos que durante un par de años usamos y abusamos de estos medios, es decir, que pedimos que nos traigan comida a casa, aunque sea de los establecimientos del barrio, casi a diario, que compráramos cualquier producto, una lámpara, un ordenador, unas zapatillas o una caña de pescar, a esa conocida firma que no mencionaré. Que para cualquier traslado damos de lado al transporte público convencional y nos movemos con una de esas plataformas digitales que tampoco nombraré… Por cierto, dentro de no demasiado tiempo amenazan con la llegada del vehículo sin conductor, que entonces no sé yo quién va a cotizar. Eso se puede arreglar, me dijo en cierta ocasión un usuario, bastará con hacer contribuir a la empresa por dicha máquina. ¿Ah, sí, cómo se viene haciendo desde principios de la Revolución Industrial con esta mecanización descontrolada? ¿Cómo contribuye, por ejemplo, la industria automovilística por cada robot que manda al paro a no sé cuántos obreros? Pero si ya evaden impuestos y precarizan la situación laboral, concluí sin obtener respuesta. La inocentada, estimado lector, será al fin descubierta, aunque ya tarde, cuando nos acerquemos a la Consejería de Educación a solicitar una beca para nuestro hijo, o al centro de salud a pedir una cita con el médico. Ingenuos sí, pero Inocentes… De eso nada, somos y seremos culpables de todo, además de cómplices.

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