La derecha y las casas de apuestas

Una de las medidas más polémicas de Torres Hurtado, fue la creación del botellódromo. En un momento en el que la falta de alternativas de ocio se hacía patente en forma de miles de jóvenes disfrutando de la noche y bebiendo en las plazas del centro de la ciudad. La fiesta iba acompañada de ruido y suciedad, con el consiguiente malestar de los residentes. La solución de la derecha entonces, como siempre, no fue acudir a la raíz del problema, creando una red de espacios y actividades de ocio juvenil más adecuado, sino habilitar una explanada al borde de la autovía para concentrar el botellón.

Se trataba entonces, según explicaba el concejal de juventud del Ayuntamiento, de crear un espacio, oscuro, apartado, sin vigilancia policial ni control que permitiera que «los jóvenes estuvieran a gusto» Algunos no dábamos crédito ante tanta sinceridad, pero esa política nefasta para la juventud fue la que se implantó, dejando a los votantes de la zona céntrica, mayoritariamente del PP, satisfechos.

La creación del botellódromo en los términos que explico es justa medida de la preocupación que tiene la derecha por la situación de la juventud. Algo que se expresa también en el recorte de becas, las reformas que favorecen la precariedad laboral o la negativa a poner control a la escalada de precios del alquiler que están condenando a una generación entera a no poder emanciparse.

Este es el contexto que nos permite entender qué está pasando con las casas de apuestas en todas nuestras ciudades. Se han extendido con rapidez inusitada, después de formar a su clientela a través de cientos de aplicaciones de juego online que niños y adolescentes han estado usando durante los últimos años. Nuestros hijos han estado adquiriendo una adicción sentados al lado nuestro en el sofá de la casa, mientras miraban con un ojo la televisión. Ahora, el siguiente escalón, es multiplicar la rentabilidad de esa adicción con las casas de apuestas.

Las vecinas del Zaidín o La Chana dicen que nadie en los barrios quiere estos locales, que generan molestias, con gente entrando y saliendo a horas intempestivas y que en muchas ocasiones se ve a los niños de los centros escolares de los alrededores accediendo a practicar un juego para el que no tienen edad legal, autocontrol ni madurez para practicar. Pero ahí siguen estos negocios, tan rentables y proclives al blanqueo de dinero y de cuyos propietarios se sabe bien poco. Aumentan cada día, con la implantación proyectada, a título de ejemplo, de un nuevo local en la Zona Norte, en una equina entre el Parque 28 de febrero y sus instalaciones deportivas, la Casa de la Cultura y el Instituto Cartuja. Claramente orientado a la masa de jóvenes con un un 80% de paro. Como si a la Zona Norte le faltaran problemas.

Es cierto que estos locales han crecido al amparo de unos gobiernos autonómicos y locales del PSOE, al que le ha faltado sensibilidad y voluntad política para frenar su proliferación. Pero también lo es que actualmente es el PP junto con ciudadanos, quien gobierna tanto en la Junta de Andalucía como en el Ayuntamiento. Son precisamente estas fuerzas políticas las que se han negado esta semana en el Parlamento Andaluz a poner en marcha una legislación que frene las casas de apuestas. Por cierto, junto con VOX ¿De qué hablaran estos señores cuando hablan de proteger a las familias?

El juego destroza familias y seres humanos, en ocasiones llevándolos hacia otras adicciones o a la autodestrucción. Sin embargo, juega un papel esencial en el sistema capitalista: el de crear la ilusión de que el enriquecimiento fácil, equiparado al éxito, está al alcance de todos. Que para todos hay oportunidades, que es cuestión de suerte o talento. Es la misma función de los concursos musicales, la lotería o la profesión de famoso televisivo del lumpen, a la que aspiran no pocos jóvenes.

Por eso proliferan las casas de apuestas en los barrios obreros, en las zonas más deprimidas. Quizá por eso las tolera la derecha, porque mientras un parado de 20 años esté pendiente de alinear 5 estrellas brillantes no estará pensando en ajustar cuentas con el político que le quitó su beca de estudio, el casero que le ha subido el alquiler o el patrón que le obliga a hacer unas horas extras que nunca cobra.

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    No es de derechas ni de izquierdas, a todo el mundo le gusta jugar desde hace siglos

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