La muerte de Esquilo

No cabe duda. Esquilo, uno de los grandes dramaturgos griegos, junto a Sófocles y Eurípides, del siglo Quinto antes de nuestra era, murió golpeado por una tortuga que se desprendió de las garras de un águila que volaba casualmente sobre él, así lo afirmó (¡dos siglos después!) Hermipo de Esmirna.

Valerio Máximo, en su obra Aquilas, a principios de nuestra era, recoge la misma anécdota en latín (de la que el filósofo inglés del siglo XIV, Walter Burley, en De vita et moribus philosophorum, se hará eco), diciendo que Esquilo murió por una tortuga que un águila dejó caer desde el aire y le golpeó en la cabeza. «De la costumbre de las águilas de despeñar tortugas para romperles el caparazón y poder comer su carne», aclara.

Claudio Eliano, en Historia de los animales, por su parte, en el siglo II, explica la muerte de Esquilo de esta manera: «Las águilas cogen a las tortugas terrestres, las tiran, después, desde lo alto contra las rocas y, quebrantando así la concha, extraen la carne y se la comen. Según tengo entendido, así perdió la vida Esquilo de Eleusis, autor de tragedias. En efecto, Esquilo estaba sentado en una roca, meditando, supongo yo, y escribiendo según su costumbre. No tenía un pelo en la cabeza: era calvo. Convencida un águila de que su cabeza era una roca, dejo caer sobre esta la tortuga que sujetaba. El proyectil alcanzo a dicho poeta y lo mato».

Fray Antonio de Guevara, bajo su mentirosa interpretación de la historia, en Relox de príncipes, escribe en el castellano del siglo Dieciséis: «Siendo ya muy viejo este foilósofo, acaso como estuviesse durmiendo acerca en la laguna Meothis, un caçador tenía una liebre metida en una jaula de barro para caçar otras liebres, y un águila abatiose y llevó en alto la jaula y la liebre; y, como no pudiesse comerla, soltóla y dióle al filósofo sobre la frente y matole».

Collin de Plancy, en su Diccionario Infernal de 1818, bajo la entrada ‘Esquiles’ apunta: «Famoso trájico griego á quien predijeron que moriría de la caída de una casa por lo que vivía solo en campo raso; pero una águila que llevaba una tortuga en sus garras, la dejó caer sobre la calva cabeza del poeta, aplastósela y cumplióse así la predicción».

Por último, el Bestiario Ferrer Lerín, que recoge la entrada del diccionario de De Plancy, escribe: «Tienen también [las águilas] el instinto de coger tortugas y destrozarlas arrojándolas desde lo alto, azar que quito la vida al poeta Esquilo, quien, según cuentan, se guardo de un derrumbamiento, pronosticado para este día por los hados, poniéndose a buen recaudo bajo el cielo abierto (Los hechos ocurrieron en Sicilia el año 463 a. C.)».

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