Las otras elecciones

En este tiempo de vorágine electoral en que se agolpan citas con las urnas, he recordado al filósofo estadounidense Jason Stanley que reflexiona sobre cómo la desigualdad es caldo de cultivo para las políticas fascistas a través de la instrumentalización del miedo. Y el mismo autor ofrece una solución: el sindicalismo. Por que está comprobado que los países con mayor presencia sindical son más igualitarios «el sindicato es el mecanismo principal que tiene una sociedad para unir a personas muy diferentes entre sí. En las asociaciones sindicales se fomenta la colaboración, el sentido de comunidad y la igualdad salarial. Además, ayudan al trabajador a protegerse frente a los vaivenes del mercado global», subraya Stanley.

En estos tiempos de vorágine electoral no puedo menos que acordarme de “las otras elecciones”, las sindicales, que no acaparan titulares pero que se celebran cada día y que son primeras protagonistas del progreso social y dique de contención, no solo de los derechos laborales, sino también de los sociales ante tentaciones regresivas. Solo este año más de quinientos procesos electorales en empresas de nuestra provincia dan fe de este ejercicio democrático.

Y quiero acordarme de las mujeres y hombres que deciden dar un paso adelante en este reto, porque en estos tiempos es de un arrojo enorme que casi 5000 mujeres y hombres de la provincia de Granada asuman representar y defender a sus compañeros. Y lo es más para las más de 1400 personas que lo hacen bajo las siglas del sindicalismo reivindicativo y de clase de Comisiones Obreras. Es de recibo un reconocimiento para las protagonistas más desconocidas de la igualdad. Compañeras y compañeros que sin recibir nada a cambio, ocupan su tiempo personal y se llevan los problemas a casa, que en muchas ocasiones sufren la represión en sus propios centros de trabajo desde el mismo momento en que deciden representar a esta organización. Estas líneas, sin pretensión épica, pero escritas con dosis de orgullo y emoción quieren reconocer a quienes cada día, al pie del cañón, se enfrentan desde un envidiable sentido de la justicia a decisiones arbitrarias del empresario de turno, y pasan de la inspección de trabajo al juzgado, y celebran asambleas para informar o tomar decisiones, y se forman en legislación laboral o prevención de riesgos para representar mejor y velar por la salud, y se tiran a la carretera para visitar cada centro de trabajo de Granada tomando el pulso de los trabajadores, y se movilizan en la calle tensando el conflicto cuando fracasan las largas horas de negociación de un convenio colectivo o un plan de igualdad. Es de recibo el reconocimiento público a este sacrificio desinteresado que parte de la convicción y de la valentía. Nuestras vidas, nuestros empleos, pero también la sociedad en la que vivimos sería distinta sin estas personas anónimas que son mis compañeras. Sería más pobre, más desigual, más injusta y disfrutaríamos de menos libertades. En estos momentos en los que se normaliza la precariedad laboral de forma alarmante, es fundamental la figura del representante sindical.

La solidaridad y la redistribución de la riqueza tiene en nuestros centros de trabajo el motor que activa los resortes de una sociedad más justa. Al fascismo se le combate desde cualquier ejercicio político democrático, participando en la vida pública, manifestándose o depositando un voto en una urna un domingo, pero también y sobre todo, como último bastión de resistencia, en las urnas de los centros de trabajo, en “las otras elecciones”, las sindicales.

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