Los cobardes y los valientes

Una turba se abalanza sobre el Capitolio, rompe cristales y límites, grita libertad y denuncia mentira. La multitud avanza sin mascarilla, a cara descubierta, investida de una valentía abrazada a una bandera, una camiseta serigrafiada y dos cojones. Muchos hombres, muchos blancos. El Hollywood del cine de catástrofes como una tormenta sobre el Congreso. Faltaban tiburones de ‘Sharknado’ en los pasillos que van de la Cámara de representantes al Senado. Se consideran valientes porque desafían las reglas. Se consideran enterados porque creen en la conspiración, convencidos de que los medios mienten, pero las redes dicen la verdad. No les importa la contradicción.

La libertad se identifica como patrimonio de los valientes, pero los valientes de hoy están en una sala de laboratorio, en un centro de salud, en un camión que atraviesa el Canal de la Mancha. Los valientes no están desafiando las normas, a pecho abierto en la calle, bebiendo cerveza tras el toque de queda. Los valientes deducen qué es verdad y qué es mentira. Los valientes se lo piensan muy bien antes de difundir sus creencias, cuando no son certezas, en el grupo de WhatsApp. Los valientes no incitan el desaliento para curar su débil ánimo.

Ha tocado la época de los valientes que se comportan como cobardes, la época de taparse la boca, de recogerse. El momento de la valentía llama a la contención, a tomar café a partir de las 18:00 h. La economía se destruye: sí; y ha tocado a los que gestionaban la alegría, el esparcimiento, esos son los negocios elegidos para un sacrificio necesario. La nieve cae por todo el país, cada cual en su cueva, cada cual cerca de su hoguera para seis: y hay lugares donde no hay hoguera donde calentarse.

Con la vacuna debería llegar la primavera. Poco a poco, en una de las mayores operaciones logísticas mundiales comprenderemos que es necesario poner la parte de cada uno para hacer el todo. Esa es una muestra de la valentía de hoy: la libertad se gana entre todos, se gana con el servicio público, con la solidaridad y el apoyo mutuo. El cobarde tuitea, se queja, protesta, grita «libertad», pero para sí mismo. El cobarde es un avaro de Navidad que aún no ha sido visitado por el fantasma del tiempo futuro.

Hay quien supone que los valientes se echan a la calle contra viento, nieve y virus. Que demuestran su hombría desafiando todos los elementos. Pero la valentía de hoy es conocer los límites. La cobardía es poner el interés propio por encima del ajeno. La valentía es contener la emoción propia de hoy para emocionarse juntos mañana. La cobardía es vivir hoy como si fuese el último día ocasionando que sea el último día de otro. Los valientes llevan mascarilla, a su pesar; los cobardes la llevan por debajo de la nariz, babean en el bar y vociferan en el callejón. Los cobardes creen que viven en la alegría, pero, bien mirados, solo viven en su tristeza. La alegría no está en el abrazo derrochado y el exceso, no está en quien celebra hoy, sacrificando hoy, sino en quien sabe hasta dónde y cuándo.

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