Na es pa tanto

Me he encontrado en estos días a algunas personas conservadoras de avanzada edad, a las que estimo, que se han tragado tantas tertulias y mensajes de whatsapp falsos, que se han llegado a creer que se avecina el fin del mundo o, por lo menos, de España. En estos días he tenido que desmentir que se fuera a nombrar a ministros de ETA (que recuerdo que ya no existe), que se vayan a cerrar las iglesias o que se vaya a prohibir que la gente tenga dos viviendas. La derecha está histérica. Llevan tanto tiempo masticando su propio veneno que se han intoxicado ellos solitos y de tanto escucharlas, han acabado por creer las mentiras que unos a otros se repiten. Tendría gracia, si no fuera por el sufrimiento sincero que generan en las personas de bien que las escuchan. Gentes a las que tienen sumidas en un estado entre la ansiedad y la depresión.

Como me enseñó una amiga de la Andalucía profunda, de esas que atesoran la sabiduría de nuestros mayores: “na es pa tanto”. Los discursos son una cosa, y el ejercicio del gobierno es otra. Y en estos tiempos de populismo, más que nunca. Lo ha demostrado el alcalde de Madrid, que tras llegar al poder en una campaña, casi monográfica, contra las restricciones al tráfico de Carmena, acaba de activar el plan anticontaminación en la capital: tráfico restringido y velocidades limitadas ante el ascenso de la polución. Contrastan los hechos con las ridículas declaraciones de Díaz Ayuso de que la contaminación no mata a nadie, por más que la Organización Mundial de la Salud diga que provoca 10.000 víctimas al año ¿Qué sabrán ellos?

Que se relajen los votantes conservadores, que na es pa tanto. Si una cosa buena puede demostrar este gobierno naciente es que los rojos gobernando son más responsables y consecuentes que la derecha. Si no, que se lo pregunten a los empresarios de Cádiz, que han pasado, en sólo 5 años de gobierno IU-Podemos, de 150 a 30 días para cobrar del Ayuntamiento. Muchas pymes se salvarán de la quiebra y muchos trabajadores del paro gracias a algo, aparentemente tan obvio, como pagar puntualmente. Que se lo pregunten también a Sánchez Mato, el exconcejal de hacienda de Madrid, de Izquierda Unida, que en tres años redujo en 2.000 millones (casi la mitad) la deuda del ayuntamiento que Botella había dejado en bancarrota. Pagar las deudas es de izquierdas, porque pasas de pagar intereses a los bancos a tener las manos libres para invertir en lo público.

Na es pa tanto, debemos asimilarlo también los votantes de izquierdas. Este es un gobierno en minoría y con hegemonía del PSOE. Que nadie espere la salida de la OTAN ni la nacionalización de la banca. Bastante hará con mantenerse unido y sacar adelante algunas reformas que nos acerquen a las democracias europeas: subir impuestos a la gran empresa y las rentas altas hasta parecernos a Alemania o Francia; mejorar salud y educación; devolver a las trabajadoras y trabajadores los derechos que Rajoy quitó, probablemente dejando un marco parecido al que había hace 10 años cuando, por cierto, rozábamos el pleno empleo; regular las casas de apuestas, el alquiler y los horarios comerciales, invertir más en investigación… eso y, sobre todo, poner en marcha una verdadera transición ecológica en el que probablemente es el país de Europa más amenazado por el cambio climático pero también el que más tiene que ganar en términos de riqueza y empleo al adaptar nuestra economía a las exigencias ambientales.

El problema para la derecha es que todas y cada una de estas reformas, que son buenas para el conjunto de los españoles, hacen daño al bolsillo de ese reducido 1% que controla la riqueza y los medios de comunicación. Regular el alquiler a un precio justo, hacer que la gran empresa pague unos impuestos similares a los del resto de Europa o frenar las casas de apuestas es bueno para todos, menos para quienes tienen millones en una sociedad inmobiliaria, viven de los beneficios de una multinacional o se enriquecen con la ludopatía de nuestros niños. Y es esa gente la que está lanzando mensajes de odio, miedo e infamias para desgracia de quienes se dejan influir por ellos. Y es que ellos, ese 1%, sí que saben que para ellos si va a ser para tanto. Van a perder dinero y privilegios para que el 99% ganemos bienestar y derechos… ¿Qué quieren? Somos rojos peligrosos, al fin y al cabo.

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