Pide que tu camino sea largo

Ya lo anunciaba Antonio Machado en uno de sus versos más reconocibles: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar», dándole importancia al trayecto, no a la meta; al igual que Constantino Cavafis en su significativo poema ‘Ítaca’: «Pide que tu camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias». (Unamuno por su parte caminaba por ‘topofobia’, es decir, para huir de cada lugar. Era, como si dijéramos, «culillo de mal asiento».) El destino es lo de menos. Son las posadas y los puentes, los encuentros y las actitudes lo que jalonan este paso a paso dándole importancia. La lectura es una y simple. El gato solo tiene cuatro patas y la camisa dos mangas. El final de nuestra vida, por muchas vueltas que le demos, es la muerte irremediable. Nuestros momentos, nuestras vivencias, nuestros tropiezos… es lo que cuenta, lo que nos define y por lo que seremos recordados hasta que no quede nadie que nos recuerde.

Ya lo decía el filósofo y antropólogo alemán Ludwig Feuerbach en el siglo XIX: «El hombre es lo que come». «Yo, soy yo y mis circunstancias», decía un filósofo más hispano. No hay un fin, no hay una meta, lo importante es lo que comemos, o sea, lo que vivimos, y las circunstancias del almuerzo, es decir, el camino y sus alrededores; los que caminan a nuestro lado y los que vienen de frente; el tiempo que invertimos y el atmosférico. Creo que está de más seguir insistiendo en ello.

En un viejo chiste, un pesimista le cuestiona a otro: «Compadre, ¿y si nos quitan lo bailado?». La prensa conservadora de la época recoge la anécdota macabra del supuesto diálogo que mantuvo el dramaturgo y humorista del Puerto de Santa María, Pedro Muñoz Seca (1879-1936), con el pelotón de fusilamiento: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo».

Volviendo a nuestra historia, Camilo José Cela, en ‘Los vasos comunicantes’ (1981), apuntaba: «El camino se hizo para ser caminado, no para ir a lado alguno sino por el mero y angélico placer de caminarlo». También el granadino, Luis García Montero, venía a decir lo mismo en su poema ‘Las razones del viajero’ (de ‘Habitaciones separadas’, 1994): «Está solo. Para seguir camino se muestra despegado de las cosas. No lleva provisiones». Lo que recuerda a Agustín de Hipona cuando aseveraba: «El pájaro solitario se posa en la rama más alta», contradiciendo a ese proverbio chino que dice: «Si caminas solo, irás más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos».

Caminemos pues por andar el camino, no por alcanzar la meta.

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