Que llueva que llueva la Virgen de la Cueva

“Tente nube, tente tú
que Dios puede más que tú.
Si eres agua vente acá,
si eres piedra, vete allá.
Siete leguas de mi pueblo
y otras tantas más allá.”

Las rogativas fueron procesiones de penitencia que la Iglesia recomendaba durante el tiempo pascual, para pedir el remedio de algún mal que sacudía a una población, generalmente de carácter meteorológico, como sequías, granizos, temporales de nieve, daños y perjuicios físicos, para la agricultura, como epidemias y plagas de insectos, o, incluso, por motivos políticos, se hicieron en siglos pasados -con escaso éxito, todo sea dicho-, para la victoria de las tropas españolas, en los numerosos conflictos en que nos metieron monarcas y gobernantes incapaces.

Pues bien, en pleno siglo XXI, en el tiempo de la inteligencia artificial, de los algoritmos, de Alexa y Siri, las rogativas vuelven a Granada. El arzobispo Javier Martínez y el imán de la mezquita de Omar, Lahsen el Himer, han propuesto a sus respectivos fieles, católicos y musulmanes, que eleven oraciones «fervientes e insistentes para pedir la lluvia», cada cual según su tradición propia, ante la “persistente sequía”, expresión que nos recuerda aquella otra del Generalísimo, cuando se le torcían las cosas, y en este país nuestros abuelos y padres se morían literalmente de hambre, por culpa … de la “pertinaz sequía”.

Vaya por delante que a servidor le da exactamente igual, que los fieles recen para que llueva, para que haga sol, para que no nos pongamos malitos, o para que gane nuestro equipo de fútbol, pero no me negarán que en los tiempos que corren, sería mucho más gratificante que en lugar de regresar a la Edad Media, arzobispo e imam, se alinearan una “mititilla” con la modernidad del Papa Francisco, quien en el encuentro sobre “La transición energética y la protección de la casa común”, advirtió a los directivos de las principales compañías petroleras del mundo que “Las generaciones futuras están a punto de heredar un mundo en ruinas. Nuestros hijos y nietos no deberían tener que pagar el costo de la irresponsabilidad de nuestra generación”.

Da mucha vergüencita ajena que nuestra ciudad sea noticia por estas astracanadas, que nos sitúan más en los tiempos oscuros de la Edad Media, que en los superultramodernos de la “Granada Human Tech”, ese pedazo de “conceto” de futuro que ha acuñado nuestro alcalde, sin que nadie tenga repajolera idea de qué se trata.

Y es que bajo su capa de modernidad, Granada es una ciudad, en la que apenas se rasca la superficie, nos encontramos con un poso rancio y arcaico que ha marcado y sigue macando nuestro devenir.

No me negarán que no tiene muchas narices, que para una vez que musulmanes y cristianos nos hemos puesto de acuerdo en algo, sea para semejante superchería medieval. Digo yo que ya puestos, podíamos aprovechar el clima ecuménico entre el arzobispo y el imam, para que ambos hicieran un llamamiento a rezar (y sobre todo a actuar), contra asuntos que sí dependen de la voluntad humana y no de las bajas presiones, como es el aumento imparable de casi un 33% de los desahucios en Granada por impago del alquiler, que ya superan a los ejecutados por impago de hipotecas.

El aumento de los desahucios de los alquileres refleja un problema que coincide con la creciente subida de los precios de los alquileres, por la presión del mercado para convertir muchos alquileres residenciales en alojamientos turísticos, de mucha más rentabilidad. Lo mismo el arzobispo podía pedir a sus feligreses, un poquito de caridad cristiana y menos avaricia a la hora de exigir alquileres imposibles para el prójimo.

Termino esta columna como la empecé, con otra “infalible” fórmula para que los feligreses hagan que llueva en Graná, lo quiera o no el anticiclón de las Azores.

Agua te pedimos
Cristo del Amparo
Agua te pedimos
para nuestros campos
Agua te pedimos
Cristo la Capilla
Agua te pedimos
para nuestra fincas.
Agua te pedimos
Virgen del Rosario
agua te pedimos
para nuestros campos.

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