Reforma laboral: negociamos y/o acordamos

Tanta polémica sobre cómo habría que hacer esta reforma laboral, me ha picado la curiosidad y he decido darle un repaso a lo que llevamos hecho en este tiempo de democracia.

Se aprobó el Estatuto de los Trabajadores en 1980. Aquello serviría para crear un sistema estable y democrático en las relaciones laborales. Aquí ya se acuñó una de las frases que es una constante empresarial: tanta norma laboral, mete rigideces en el mercado de trabajo.

Y buscando esa flexibilidad que consolara a los empresarios, se empezaron a hacer modificaciones en aquel Estatuto Laboral.
Permítanme una breve cronología, se hicieron reformas en: 1984, 1992, 1994, 1997, 1998, 2001, 2002, 2006, 2009 y 2010 y lo remataron con la del 2012.

De repasarlas, una a una, saco las siguientes reflexiones: En todas las reformas, la intención ha sido impulsar la creación de empleo y reducir la tasa de paro. Pero, cada vez que se hace una reforma, pierden derechos los trabajadores/as, aunque de vez en cuando nos compensan con algún caramelo. Todas las reformas han tenido bonificaciones para los empresarios. Se pretendía así, crear empleo. De hecho, cuando se bonifica al empresario es para que este genere más empleo, y así ocurrió en la reforma de 1984, que efectivamente bajó el paro, pero aumentó de forma alarmante la temporalidad, capítulo este, que hemos venido arrastrando para peor.

La patronal ha mantenido empleos de baja calidad aún en épocas de bonanza y cuando llegaban tiempos difíciles, no han dudado en destruir empleos. Se disminuyeron las indemnizaciones por despido. Se endurecieron los requisitos para acceder a las prestaciones por desempleo. Se modificaron las causas de despido. Y dolosa fue la modificación de la contratación, contratos al gusto del empresario. El PSOE ha dejado mucho que desear en sus reformas laborales.

Y ahora viene la otra parte: ¿Cómo se negoció esto?.

Pues resulta que no, no siempre hubo acuerdo entre las partes para acordar las modificaciones. En la de 1984 el Gobierno pactó con UGT, CEPYME y CEOE y se descolgó CCOO. En 1992, 1994, 1998, 2001, 2002 no hubo ningún acuerdo y fueron aprobadas por Real Decreto Ley del gobierno respectivo. Sí hubo acuerdo de las partes en las reformas de 1997, (en esta se introdujo aquello del contrato para el fomento del empleo) y 2006 que se volvió a intentar una nueva reforma de la contratación. Y hubo diálogo social en 2009 y 2010. Recordad que estábamos en plena crisis económica.

Y llegamos así, a la reforma laboral de 2012. No hubo el más mínimo diálogo o negociación con los sindicatos. Tampoco con la patronal, aunque con ellos no hacía falta, pudimos comprobar que les habían hecho una reforma a medida. Se hizo mediante un real decreto ley del gobierno de M. Rajoy. No hubo debate parlamentario, más allá de un paripé. Entró en vigor al día siguiente de ser publicada en el BOE y ese día conocimos su contenido. En una crisis financiera sin parangón, la ley redujo derechos laborales a trabajadores/as y no solucionó ningún problema laboral.

Los artículos 41 y 82.3 del ET fueron lapidados: los empresarios pudieron aplicar modificaciones sustanciales en las condiciones de trabajo: jornada, salario, horarios, turnos, funciones… con solo alegar que existían causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, por bajada de la productividad o disminución de beneficios en el último trimestre. Era posible descolgarse del convenio y se le da prioridad al convenio de empresa frente al de sector, provincial o nacional. Y así, unas cuantas cosas más, que han eliminado aquello que decía al principio con el Estatuto de los Trabajadores: crear un sistema estable y democrático de relaciones laborales.

¿Y ahora nos vamos a rasgar las vestiduras si la patronal se niega a llegar a un acuerdo o simplemente sentarse para negociar?
Las circunstancias políticas se nos presentan a los trabajadores/as como hacía tiempo no sucedía: un gobierno de coalición PSOE-UP. Donde las ambigüedades políticas del primero, reformar los aspectos más lesivos, nuevo estatuto de los trabajadores del siglo XXI, se han visto superadas por las propuestas del segundo: aumento del salario mínimo, acabar con el contrato primero becario y luego en prácticas y simplificar los contratos, revisión de la prevalencia de los convenios, obligar a hacer fijos discontinuos, dificultad para utilizar el despido objetivo, acabar con la ultraactividad o regular las condiciones de la subcontratación.

Con todo esto, no sé hasta dónde llegaremos, el diálogo entre los socios de gobierno también es complicado, de hecho, se han quedado pendientes temas como las rebajas por descuelgue de salarios, jornada laboral,… solo quiero pensar que esta reforma laboral suponga un logro sociolaboral para los miles de trabajadores y trabajadoras que observamos ilusionados el trabajo de todo el equipo de gobierno. Confío en la presión sindical para que esto sea una verdadera reforma que nos mejore el mercado de trabajo. Como dijo el inmensamente rico Warren Buffett, la lucha de clases existe y la vamos ganando nosotros, pero tenemos la oportunidad de ganar una batallita que nos permita, mirar con ojos de clase el futuro.

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