Sin conserje

Cuando yo estudiaba existían las conserjerías, y existían los y las conserjes. Se hace uno viejo y cada vez mira más hacia atrás con nostalgia. Y eso que en aquel tiempo me parecía vivir en una España pobre y atrasada. Pues cada vez se pierden más figuras que entonces eran obvias. Los conserjes empezaron siendo una profesión masculina pero cada vez más llegaron mujeres.  Figura de autoridad estaba claro que para navegar en un centro escolar necesitabas llevarte bien con ellos y ellas. La conserjería es algo importantísimo: regula la entrada y la salida. Y regular la entrada y la salida no solo supone controlar a las personas. Eso es obvio. Supone algo mucho más sustancial: establecer las fronteras sociales que permiten actividades especiales. Una actividad especial es enseñar a niños y niñas, cuidar de que eso se desarrolle con ritmos específicos y que, cuando toca clase no haya jaleo, y de que, cuando toca diversión, eso se hace dentro de unas reglas. La realidad social está seccionada por estructuras invisibles que ayudan de que se marque bien qué toca hacer y qué no. El conserje es el pivote sin el cual esa estructura puede derrumbarse: porque entra quien no debe, se juega cuando no toca, o se marchan los niños y las niñas sin que los recojan las personas adecuadas. Una conserjería es una pieza básica del Estado Social: es la persona que vigila las fronteras entre la escuela y el mundo del poder y del mercado, y se ocupa de que, entre cuatro paredes, la magia de educar acontezca sin que ningún flujo extraño la perturbe.

¿Saben ustedes cómo de pobre es nuestro ayuntamiento, la corporación de nuestra joya nazarí? Tanto que no tiene ni para pagar conserjes en los colegios públicos. Imagino que no quedará otra alternativa porque pueden ustedes imaginarse qué es un colegio, donde hay personas muy frágiles, sin un conserje. Es un lugar donde no existe alguien profesional que regule las entradas y las salidas, en el cual el profesorado debe hacer malabares para atender las urgencias, la apertura y el cierre de las puertas, el catering del comedor, los imprevistos que afectan a las niñas y a los niños.

La situación es catastrófica y nos tiene alerta a padres y madres. Por lo que estoy seguro que nuestro ayuntamiento debe estar al borde del colapso. Seguro que hace tiempo que alguien planificó la jubilación de quienes se ocupaban de las conserjerías, se aseguró de seleccionar personas preparadas y de que estuvieran disponibles cuando tocaban. Con tantas personas diplomadas en los cargos, con tanta gente que se encuentra en política solo por el bien común, estoy seguro que la perspectiva de colegios públicos sin conserjes ha quitado muchos sueños, ha obligado a hacer cuentas como en los hogares pobres y, si finalmente no hay soluciones, no es porque hayan faltado desvelos y compromiso.

Es verdad que el asunto se notó ya antes de que terminase el curso anterior y que entonces se resolvió en un pispás. Los malpensados dirán que fue porque eran elecciones evitar desgaste electoral pero yo no lo creo. Un colegio sin conserje es el grado cero de la responsabilidad pública y uno no se imagina que se pueda bajar más, que quepa rebajar más la incuria de la administración.

Personalmente propongo convertir el asunto en test de la acción municipal. Cada vez que observemos un gasto absurdo, podemos pensar: y esto se hace mientras no existen conserjes en los colegios públicos. Hay algo que me viene a la cabeza mientras tecleo estas líneas. Mientras disfrutaba de establecimientos educativos con sus nutridas conserjerías, recuerdo leer en un recreo La biblia contada a los pasotas, un tebeo cachondísimo de José Luis Martín. Narrando la cuarta plaga de Egipto, aparecía una viñeta donde se anunciaba que la oposición se aprovechó de la invasión de moscas. Dibujados estaban unos manifestantes con una pancarta (“Faraón, cabrón trabaja de peón”) y uno de ellos concluía: “¡Tantos millones de moscas no pueden equivocarse! ¡Este país es una mierda!”. Yo no llegaría tan lejos pero a uno le da por pensar que tantos colegios sin conserje admiten una sospecha: la responsabilidad  municipal es una m…uestra de que hay mucho que mejorar.

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