«Te vas a enterar»

Me es fácil imaginar al niño Echániz metiendo la cabeza de un compañero de clase en el retrete, esperando, junto con tres «machotes», con apenas pelusilla en el labio superior, la salida de clase del enclenque con gafas, en que volcar, entre insultos y golpes, toda su «hombría». Me es fácil imaginar al joven Echániz haciendo la pelota a los poderosos, para ir medrando a su sombra y ascendiendo peldaños en su escalera de poder. Me es fácil recordar al político Echániz destrozando la sanidad castellanomanchega, bajo el mandato de la popular María Dolores de Cospedal, dejando a 120.000 personas de cien pueblos sin urgencias, quitando las ayudas a 10.000 grandes dependientes, despidiendo a 1.500 profesionales sanitarios, paralizando tres hospitales, queriendo vender otros tres al mejor postor, eliminando decenas de centros de salud y consultorios y recortando más de 10 millones de euros a las residencias de ancianos, que ahora han sufrido miles de muertos. Lo que que me resulta difícil de imaginar, es que con esas «credenciales» un partido como el PP, designara candidato al Congreso al matón Echániz, que ayer protagonizó uno de los espectáculos más bochornosos vividos en el Congreso de los Diputados, al amenazar a la portavoz del Grupo Socialista, Adriana Lastra, cuando estaba en el uso de la palabra desde la tribuna de oradores.

«Te vas a enterar», le espetó Echániz a Lastra, como diría cualquier macarra de discoteca, a cualquier usuario de la misma. Solo le faltó decirle aquello de «a la salida te espero». Semejante escena es la guinda de la escalada de violencia verbal e impunidad legal, a la que estamos asistiendo en la última semana, con las «manifestaciones ilegales» -lo son porque no se comunican previamente a las subdelegaciones del Gobierno-, escraches vergonzosos -todos me lo parecen- y declaraciones incendiarias que son el combustible que alimenta semejante despropósito.

El problema de los pirómanos, sean de la cuerda ideológica que sean, es la bravuconería, la falta de empatía, el machismo, el abuso de poder. El problema es ser mala persona, porque cuando gente así ocupa escaños en cualquier institución pública, lejos de moderar sus frustraciones, las amplifican a través de los medios de comunicación, llevando a muchas personas, con escaso criterio, a subir la apuesta y esa dinámica puede llevarnos a escenarios muy preocupantes que ya han comenzado a aflorar en nuestras calles.

Me niego a la tentación de minimizar el peligro de lo que está ocurriendo, a frivolizar el universo de pijolandia y a aceptar la anomalía que supone que unos cuantos, puedan hacer lo que les dé la gana con la impunidad que les brindan sus apellidos compuestos, sus cuentas corrientes con saldos de seis cifras y sobre todo con la sensación de que pueden hacer lo que quieran porque ellos lo valen, o mejor dicho, porque siempre lo han hecho y nunca ha habido consecuencias.

No comparto el optimismo de quienes dicen que los excesos que estamos sufriendo, son pura apariencia que luego se moderarán, porque la ferocidad tabernaria de las soflamas de los líderes de la derecha y la ultraderecha, alimentan cada día a ese sector insolidario, al que no le importa una higa la salud colectiva, si garantizarla supone impedirles disfrutar de sus privilegios.

No voy a gastar un minuto en desmontar la falacia bajo la que estas gentes incumplen la ley cada tarde, porque si no existiera la libertad, en nombre de la cual podrían estar esparciendo el virus a diestro y siniestro, no podrían manifestarse como o hacen, sin incurrir en las correspondiente sanciones, que no sabemos porqué extraña circunstancia, no se les están imponiendo en la cantidad que se merecen.

La única manera de luchar contra la deriva ultra que se está visualizando, es no mirar hacia otro lado, ser conscientes de la cantidad de falsedades con las que se pretende minar nuestro sistema democrático y defenderlo .desde el civismo y la razón que nos asiste.

La mentecatez del comportamiento de quienes deberían predicar con el ejemplo, apabulla y aterroriza. Imaginar por un momento que la gestión de esta crisis estuviera en manos de Casado, Abascal, Cayetana, Ortega Smith, García Egea o Espinosa de los Monteros, produce auténtico pánico y no quiero decir con esto que no haya razones para la crítica hacia el Gobierno, que las hay y seguro que con mucha razón, pero es que los líderes de una posible mayoría alternativa, están demostrando un extremismo rayano en la sociopatía.

Como escribía hace tres años la gran Rosa Montero, «Lamentablemente hay gente que es así, que basa su vida en odiar a los demás. Tal vez teman no poder ser lo suficientemente amados y entonces escogen ser temidos. Qué pobrísimo, que patológico sustituto del cariño es el miedo reflejado en los ojos del prójimo. Y lo peor de esa actitud es que genera miseria moral en el entorno y además fomenta una respuesta feroz.»

Pero cuidado porque el odio aviva el odio y España está empezando a convertirse en un patio de colegio recorrido por vientos de necedad y furia.

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