Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA): SOS con o sin Covid-19.

No quisiera comenzar este artículo sin, en primer lugar y como no puede ser de otro modo, trasladar mi agradecimiento y admiración a las familias que se enfrentan día a día a los trastornos de conducta alimentaria, los cuales demuestran que están dispuestas a hacer los kilómetros que sean necesarios y a mover cielo y tierra para que sus familiares tengan una atención adecuada.

Si ya era una odisea la que vivían estas familias, ahora, con la crisis sanitaria, las condiciones que viven se han complicado de forma exponencial. Riesgo de contagio, imposibilidad de derivar a las y los pacientes con TCA a otras Comunidades Autónomas, ir a urgencias en reiteradas ocasiones cuando les dieron el alta hospitalaria para evitar el contagio, familias que se han quedado sin tratamiento porque sus citas han sido canceladas… son algunos ejemplos de lo que están viviendo desde hace dos meses. Las familias afirman estar en un túnel sin salida. Por lo tanto, esta realidad hace que sea necesaria una atención urgente sobre este colectivo, esté presente o no el Covid-19.

¿Pero qué acciones debemos llevar a cabo para mejorar la salud de las personas que sufren TCA, esté o no esté presente el Covid-19? Además de partir de la base del tratamiento en un entorno hospitalario de las personas con Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA en adelante), no debemos olvidar el trabajo multidisciplinar que se debe llevar a cabo desde diferentes prismas: el educativo a través de la Educación Emocional, el comunicativo donde la RTVA sea una herramienta útil para evitar dichos trastornos y, por último, pero no por ello menos importante, el permeable entre los colectivos y la administración para conseguir una escucha activa con los mismos y una inclusión laboral de las personas afectadas y de sus familias.

¿Qué recursos y espacios necesitan? Hay que plantear con firmeza que las unidades multidisciplinares que se creen tengan un espacio diferenciado y con profesionales especializados con dedicación exclusiva debido a la necesidad, en los casos graves, de recursos sanitarios en caso de urgencia médica (psiquiatría, psicología, endocrinología, medicina interna, personal de enfermería y auxiliar de enfermería, trabajadores sociales, educadores sociales, terapeutas ocupacionales). Por sus características sintomatológicas propias, los TCAs requieren la intervención de personal entrenado en las mismas, a diferencia de en el resto de las patologías con posible indicación de estancia en centro de día.

En cuanto a las necesidades nutricionales de los/as pacientes con TCAs, serán diferentes al de resto de pacientes, generándose, en caso de unidades no específicas, o bien un déficit en el tratamiento (si estas necesidades no son atendidas) o una estigmatización innecesaria en el caso de establecer “deferente atención nutricional y de supervisión” entre pacientes. Este hecho nos reafirma que las intervenciones con técnicas de exposición y prevención de respuesta ante alimentos durante las comidas no pueden llevarse a cabo en grupos heterogéneos, ya que la psicopatología propia de los TCAs requiere unas normas “en comedor” especificas incompatibles con la presencia de pacientes con diferentes diagnósticos.

Así mismo, consideramos que es de vital importancia establecer un protocolo coordinado de análisis, seguimiento y atención de los Trastornos de Conducta Alimentaria entre el SAS, el Ministerio de Sanidad, TAC Andalucía y la Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (AEETCA). Esta coordinación ayudaría a evitar, principalmente, el enorme baile de cifras en los casos diagnosticados en Andalucía ya que varían desde los menos de 700 que recoge el SAS (2019), a los más de 6.000 del Ministerio de Sanidad, pudiendo llegar, a más de 70.000 según las estimaciones.

La Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (AEETCA) alerta que más de 400.000 jóvenes en España estarían sufriendo un trastorno de este tipo y que la edad de inicio ha bajado en torno a los 12-13 años de media, aunque cada vez aparecen casos más tempranos. Esta misma cifra se recoge en un informe publicado en ABC en el año 2015. Por lo tanto, es importante una coordinación entre los diferentes entes para analizar y coincidir en los casos diagnosticados, de incidencia y de prevalencia. Es fundamental que las estadísticas oficiales muestren los datos que reflejen, fielmente, esta realidad.

La creación de los hospitales de día y consultas externas en todas las provincias debe ser una apuesta firme por parte de toda administración. Esto nos llevaría a tener un circuito asistencial completo integrado con hospitalización, hospital de día y consultas. Además, esta medida nos evitará la cronificación del Trastorno de Conducta Alimentaria ya que su tratamiento no quedará condicionado a la distancia excesiva al domicilio familiar, lo que imposibilitaría su asistencia y, por tanto, su mejora.

Otro aspecto a tener en cuenta es el papel de los mass media y, en el caso de Andalucía, la función de la RTVA es fundamental para la transmisión de información, de conexión social y de vertebración del territorio. De ahí que le demos un papel fundamental en la prevención de la aparición de los Trastornos de Conducta Alimentaria y, para ello, pedimos la eliminación de los estereotipos físicos y sociales que propicien dichos trastornos.

Debemos abordar igualmente, los TCA desde el punto de vista de la educación que, como pilar fundamental de la sociedad, no se podía quedar a un lado y para ello se debe priorizar la Educación Emocional en los centros educativos andaluces para garantizar que nuestras y nuestros jóvenes tengan las herramientas necesarias para enfrentarse a situaciones adversas.

Los TCA constituyen actualmente la tercera enfermedad crónica entre la población femenina adolescente-juvenil de las sociedades desarrolladas y occidentalizadas siendo una enfermedad predominantemente femenina (cerca del 90% de los casos), por lo que la perspectiva de género no solo será un factor a tener en cuenta, sino que será un elemento vital para cualquier medida que se desee plantear.

En los países desarrollados, una de cada 200 niñas de entre doce y catorce años padece anorexia y/o bulimia. Por desgracia, al menos el 10 % de estos enfermos muere como consecuencia de la enfermedad; y un porcentaje muy elevado no llega a curarse del todo y termina sufriendo recaídas a lo largo de su vida. También se observa recientemente un incremento de casos de población en edad madura, no adolescente.

De ahí que debamos dar visibilidad a los innumerables problemas a los que se enfrentan las personas que padecen los trastornos y sus familiares por lo que es de justicia luchar por lo que reivindicamos en el texto. En este sentido, solicitamos que las administraciones públicas se comprometan a colaborar estrechamente con los agentes sociales y asociaciones donde la celebración de reuniones periódicas para evaluar las actuaciones que se lleven a cabo y establecer propuestas de mejora, si así fuera necesario, serán una pieza clave en la materia.

Por lo tanto, es vital y fundamental la escucha activa, el análisis y la evaluación de las propuestas realizadas, así como fomentar la investigación de los TCA e incluir políticas de inclusión social y laboral, tanto de las personas afectadas como de los cuidadores.

Desde hace ya varios años y, ahora con la crisis sanitaria, los ha llevado a situaciones de auténtico abandono en la asistencia necesaria de las personas con TCA. Las que han podido han acudido a la sanidad privada. El coste del tratamiento por su duración e intensidad es muy elevado, imposible de asumir por muchas familias andaluzas. Otros casos, se han enfrentado a un largo peregrinaje infructuoso por distintos dispositivos asistenciales situados a cientos de kilómetros de casa y teniendo como resultado un fracaso tras otro, agravando la enfermedad y poniéndose en peligro la vida de los enfermos.

No olvidemos que hablamos de personas que inician la enfermedad siendo muy jóvenes. Infancia y juventud robada, vida rota por el sufrimiento de los afectados y sus familias. Pierden el tren de la vida y Andalucía ha estado mirando hacia otro lado, justificando que los “parches” asistenciales cubrían estas necesidades.

No quisiera terminar este artículo sin citar la campaña iniciada en marzo de 2019 por una madre de Granada, Patricia Cervera, con más de 327.000 firmas para la creación de las instalaciones necesarias en Andalucía, además de recordarle al Consejero de Salud que cumpla con el compromiso de crear las 2 unidades completas de TCA ya que ha pasado un año y aún no ha realizado las gestiones que se comprometió a realizar en mayo de 2019.

Para finalizar quiero decirles a las familias una frase de Tolkien. “Hay muchas cosas buenas en este mundo, y merece la pena luchar por ellas” y para luchar por ellas os aseguro que no vais a estar solas.

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