Un brindis por las municipales

Desde que Álvaro y Dani, del restaurante Arriaga, me invitaron a conocer el mundo del vino voy imaginándome qué tipo de caldo casa más con los personajes que me voy cruzando por el camino. Hoy voy a hacer ese ejercicio con los cuatro candidatos conocidos que, por el momento y según las encuestas, se llevarían al menos un concejal en el Ayuntamiento de Granada. Estos son los vinos que me tomaría con cada uno de ellos.

Empezamos por Sebastián Pérez, al que obviamente antes de descorchar la botella le propondría empezar la charla con un vermut clásico, de los de toda la vida, fresquero y con su aceituna para coronar la bebida. Una vez abierto el gaznate, pondría encima de la mesa un tinto gran reserva, un vino con cinco años de crianza y un mínimo de 18 meses en barrica, vino tradicional, con cuerpo y que puede ir acompañado de una buena carne como es la vaca pajuna de Sierra Nevada y un buen puro, una de las debilidades en la intimidad de ‘Sebas’, candidato del PP. La charla sobre la Gran Granada puede ser extensa.

Saltamos al actual alcalde, Paco Cuenca, con el que nos vamos a saltar al mundo de los blancos, un semidulce quizás sería el escogido, un vino con hasta 45g/l de azúcar que se puede tomar en casi cualquier buen sitio de tapas o cocina del barrio de la Chana. Un vino más joven, menos tranquilo pero con muchas posibilidades de maridaje. Estoy seguro que elegiría un buen rape de nuestra Costa Tropical y no estaríamos solos en la mesa, estaría gran parte de su familia y algún que otro vecino que haya rescatado hasta llegar al restaurante. Paco es más de cerveza Alhambra pero no creo que el candidato del PSOE discuta una buena copa de vino.

Llega Luis Salvador, número uno de Ciudadanos al que le propondría un vino joven, de los que se beben en la misma campaña y no se mete siquiera en barrica, un vino para charlar un buen rato, como lo suele hacer Luis, de hecho agradecería que fuera de poca graduación porque las pláticas con Luis suelen durar varias botellas. No hay que olvidar que mientras repasamos la política local, qué está pasando en Andalucía, los minutos dedicados a Albert Rivera y el rato con el Cholo Simeone encima de la mesa lo mejor es poner un buen arroz en paella y comer directamente de la sartén, pero yo haría la división para cada uno, que lo conozco. No dudaría en pedir durante el postre un buen vino dulce, un vino de esos empalagosos pero que con dulce casan muy bien. Nos despediríamos con dos besos, como siempre.

Y me queda Antonio Cambril, el último en llegar a esto de la política y compañero de profesión. Al contrario que con los anteriores, con el candidato de Unidas Podemos quedaría por la noche para no romper su ritmo habitual de jornada y propondría que encima de la mesa hubiera un semiseco, un vino con muy poquito azúcar pero con algún grado que le diera cuerpo a la botella. Un caldo que ofreciera la posibilidad de tapear bien con él por la zona centro que sé que la conoce bien. Tiene muchas batallas que contar así que mejor un vino que no se suba a la cabeza por aquello de decir lo que uno piensa, bueno lo que lleva haciendo Antonio desde que lo conocemos, ahora toca decir a los demás lo que piensan de lo que pensaba Cambril cuando escribía, una reflexión ya producto de tanta copa de vino.

No es verdad eso de que cuanto más viejo, mejor es es el vino. Los hay buenos y malos, como todo, pero lo mejor es tomarlo en compañía, de la buena.

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