Van a por Andalucía

Alguien se puede sentir desgraciado si le hacen el vacío y despreciado si es ignorado como si no existiera. Son estados de ánimo más habituales de lo deseable en la sociedad y no todas las personas tienen herramientas para encajarlos bien y minimizar su impacto en la salud mental. En ocasiones, es necesaria la intervención de algún especialista para evitar un deterioro que pueda derivar en conductas lesivas para el individuo que lo sufre o para su entorno social. Algo que es perjudicial a nivel individual suele serlo también a nivel colectivo.

Alguien se puede sentir indignado cuando, en lugar de ser ignorado, percibe de algún modo hostilidad hacia su persona, lo que en lenguaje coloquial se conoce como ir a por él. Esta situación suele derivar en actitudes de autodefensa, pacíficas la mayoría de las veces, pero no es extraño que la persona afectada decida pasar al contraataque llevada por la furia si lo interpreta como una agresión. Si la percepción es colectiva, el agravio puede desembocar en reacciones que escapen al control individual y colectivo, como los altercados públicos.

Andalucía cuenta con un pueblo manso, adocenado, indolente, inmune en apariencia al desprecio y el maltrato, en ocasiones propenso al masoquismo, capaz de procesionar a sus verdugos. Este pueblo gregario, hoy, es mayoría, como refleja la composición de muchas diputaciones y ayuntamientos. Andalucía, Granada y Lucena son ejemplos de sumisión que aguantan los embates azotadores de Moreno Bonilla y del PP adheridos a la roca como percebes que sólo esperan ser separados de ella para servir como alimento en el banquete.

La historia reciente de Andalucía muestra cómo ha sido tradición de los gobiernos centrales hacerle el vacío, ignorarla, unos por estar gobernada por el partido rival y los otros por considerar que “los suyos” nunca irían más allá del sentimiento de desgracia y desprecio. Es lamentable que a Andalucía la siga reconociendo la madre que la parió por sus seculares andrajos y su perenne escualidez. En el sentido más peyorativo de las palabras, esta tierra sigue siendo analfabeta y jornalera, de señorío de casino, beatería y postureo.

Andaluces y andaluzas decidieron acabar con gobiernos autónomos socialistas de cartón piedra que nunca condujeron a algo diferente de lo que los borbones y el dictador Franco dieron a esta tierra. Se votó a las derechas y se produjo el cambio (de señorito, que no de situación). Seis años han bastado para que bajo la zalea asome sus orejas y sus fauces el lobo, para que la zorra haga su agosto en el gallinero, para que terratenientes y aristócratas vean ampliados sus privilegios y el pueblo agudizada su miseria y frustrada su esperanza.

Moreno Bonilla va a por Andalucía, a por la inmensa mayoría de los andaluces, con una hostilidad inaudita hacia lo público hasta el punto de obrar el milagro de hacer buena la nefasta gestión de Borbolla, Chaves, Griñán y Susana. “Virgencita, que me quede como estoy” es el consejo ignorado en las urnas hace seis años que ahora se echa de menos. El agresivo “¡A por ellos, oé!”, popularizado por las derechas en contra de Catalunya, es en contra de lo público, de una ciudadanía forzada a pasar de la resignación a la indignación.

A Andalucía le están quitando la Sanidad, la Educación, la Dependencia y una multitud de servicios públicos para engordar la cuenta de resultados de empresas privadas. A Lucena le han quitado el comprometido Hospital de Alta Resolución con la complicidad del alcalde y el voto de los lucentinos. A Granada le han quitado la gestión de la Alhambra, el Parque de las Ciencias y Sierra Nevada y le han extirpado la Escuela Andaluza de Salud Pública y otros organismos con la complicidad de la alcaldesa y el voto de los granadinos. El PP va a por ti.

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