Verdad, Justicia, Reparación

«Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia.”. José Saramago

Cuando aún escucho los sollozos de los familiares y las palabras con las que ayer se honraba en las tapias del cementerio de San José, la memoria de los más de cuatro mil granadinos, asesinados vilmente en ese lugar por la brutal represión que siguió al levantamiento golpista en Granada, del que ayer miércoles se cumplían 86 años, sigo sin dar crédito a que en este país, un amplio sector de la sociedad siga siendo incapaz de reconocer unos hechos incuestionables en lo histórico, pero que muchos intentan reescribir, dentro de esa denominada «batalla cultural», en la que parece haberse instalado la derecha y la ultraderecha patrias, pero también gran parte de instituciones como la iglesia católica, cuyo exportavoz de la Conferencia Episcopal, Monseñor Camino, oficiaba este fin de semana un funeral en memoria del dictador, en el aniversario del golpe de Estado.

Pocos días antes de tan desafortunado funeral, coincidiendo con el homenaje tributado por el Parlamento de Andalucía a Blas Infante, Vox acusó al padre de la Patria Andaluza, de ser autor de ideas que “fomentan el enfrentamiento cainita entre los españoles”. ¡Qué paradoja que fuera asesinado por los facciosos el 11 de agosto de 1936!

Vox, cuyos parlamentarios autonómicos acaban de jurar el Estatuto de la Autonomía, en cuyo preámbulo se reconoce a Blas Infante como «padre de la Patria Andaluza», se sitúa así en la mejor tradición patria de diputados perjuros, que lo mismo traicionan la Constitución que al Estatuto de Autonomía, siguiendo así al mejor exponente de esa tradición, alguien tan admirado y querido por Vox, como el fundador de Falange y diputado gaditano, José Antonio Primo de Rivera, quien días antes de la celebración de los comicios de 1933, advirtió que iba a incumplir ese juramento en caso de salir diputado: «soy candidato pero lo soy sin fe y sin respeto y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos, no me importa nada… nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto las estrellas».

Tan proféticas palabras fueron ejecutadas sin piedad por sus sicarios, solo tres años después de que fueran pronunciadas y así, con las estrellas como único testigo, en las noches claras del verano granadino, las armas vomitaron fuego, para segar la vida de miles de ciudadanos que pensaban que la democracia y el diálogo, eran la única forma de convivencia entre quienes pensaban diferente.

Hace 86 años, los conspiradores liderados en Andalucía por el carnicero Queipo de Llano, se sublevaron en Sevilla, y Córdoba. Dos días después, el comandante militar de Granada, general Campins, fue obligado a firmar el bando de guerra, mientras las tropas y milicias derechistas lograban hacerse con el control de la ciudad a sangre y fuego, iniciando una carnicería que se saldó con más de 15.000 asesinados, cuyos cadáveres en su inmensa mayoría, aún siguen en las fosas comunes, cunetas y barrancos del cementerio de la capital, Viznar, Alfacar o el Carrizal de Órgiva.

Decía el poeta y filósofo español, Ruiz de Santayana, que quien olvida su historia está condenado a repetirla. Su frase está escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de exterminio de Auschwitz, lamentablemente en este país hay quienes están muy interesados que olvidemos la nuestra, para seguir manteniendo sus privilegios.

Dentro de la batalla cultural y el revisionismo histórico iniciados por el trumpismo y abrazados con fervor por las derechas patrias, está marcado a fuego el reescribir la historia de la guerra civil, de cuyo comienzo se cumplían el lunes 86 años.

Dicen que fue un enfrentamiento obligado, que fue una guerra entre dos bandos, entre hermanos …Y no, lo que ocurrió en este país a partir del 17 y 18 de julio de 1936, fue un cruento golpe de Estado puro y duro, perpetrado por un grupo de militares que faltaron a su juramento de fidelidad a la República, mancillando su tan proclamado honor, con la peor de las traiciones. Unos militares que solo perseguían mantener sus privilegios, prebendas y ascensos, conseguidos merced las barbaridades cometidas en las campañas de África, salvaguardados por la impunidad que les brindaba un rey corrupto y una oligarquía deseosa de expoliar los recursos naturales de Marruecos.

Desde un protectorado preñado de corrupción, desembarcaron en la península las tropas que a la postre inclinaron la balanza para los sublevados, el conocido como ejército de África, compuesto en su inmensa mayoría por mercenarios marroquíes deseosos de pasar a cuchillo a españoles que los estaban masacrando en su tierra y violar a sus mujeres y delincuentes comunes enrolados en la legión. Sin duda, lo mejor de cada casa.

Mandados por generales alcohólicos y psicópatas como Queipo de Llano , Yagüe, o Mola, fueron dejando un rastro de sangre y horror, primero en Sevilla, luego en Granada, más tarde en Badajoz, unos meses después en Málaga, Santader y Guernika y así, en todo el territorio nacional. Unos generales que sin esas tropas integradas por enemigos de España y delincuentes y la descarada participación de la Alemania nazi y ltalia Fascista, jamás hubieran conseguido vencer a la República.

Qué decirles del «inapreciable» concurso de auténticos sádicos, como los rejoneadores Algabeño y Cañero quienes, junto a los señoritos de jaca y cortijo, sembraron los pueblos y campos de Andalucía de cadáveres de jornaleros, sindicalistas y republicanos, después de perseguirlos a caballo y lancearlos como si de toros bravos se tratase… A pesar de sus decenas de cobardes asesinatos, Cañero aún tiene un barrio a su nombre en Córdoba, al igual que los restos de su jefe, Queipo de Llano, aún continúan en la Basílica de la Macarena, para vergüenza de Sevilla, Andalucía y España.

Estas víctimas, todas las víctimas, han sido el eje de las políticas de memoria, al amparo de la Ley de Memoria Histórica qué Vox quiere derogar, escudándose en esa hipócrita Ley de Concordia y oponiéndose, al igual que el PP como gatos panza arriba, a la nueva Ley de Memoria, en la que también se pretenden investigar crímenes cometidos ya en Democracia.

¿Por qué el franquismo no puso una calle a Federico García Lorca? Pues sencillamente porque ellos lo habían asesinado, igual que al alcalde, al presidente de la Diputación o al Rector de la Universidad de Granada, entre otros miles.

Paradójicamente, el actual Presidente de la Junta de Andalucía, en su primer discurso de investidura, declaró a Lorca y Blas Infante, ambos asesinados por los golpistas, como sus referentes durante su mandato. En los cuatro años de su primer gobierno, no se ha atrevido a parar los pies, ni una sola vez, a los herederos ideológicos de quienes protagonizaron aquel cruento golpe de estado, sumiendo a este país en los 40 años más negros de la historia contemporánea. Es más, su primera decisión, una vez conseguida la mayoría absoluta, ha sido «regalar» a la ultraderecha una de las secretarías de la Mesa del Parlamento Andaluz.

Quizá, más allá del oportunismo, las derechas patrias atacan a esta nueva ley de la Memoria con toda la artillería directa a las vísceras, porque no soportan que se avance en la enseñanza de la represión franquista, como pide Naciones Unidas. Su relator, Pablo de Greiff, hace años que exigió a España que termine con la perpetuación «de la idea de responsabilidad simétrica» que defienden los que pretenden imponer la ley del olvido.

Por todo ello, los demócratas, todos los demócratas, con independencia de siglas e ideologías, debemos hablar alto y claro, para que quienes intentan, ya descaradamente, blanquear a los asesinos y victimizar a las víctimas, no tengan el más mínimo hueco por el que deslizar su veneno en nuestra sociedad. Que sepan que no lo van a conseguir, porque desde los, tajos, las aulas, la cultura y la igualdad, no se lo vamos a permitir.

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