Asnos con derecho a voto

De haber ido Platero primero a la miga y más tarde a la escuela, algo más hubiera sido que “un asno pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón”. La alergia a la educación y a la cultura es una tara genética que afecta a los asnos y a buena parte de la población española. La otra parte, proclive a cultivar la mente con la curiosidad y el aprendizaje, en cambio, con frecuencia es objeto de escarnio por parte de las acémilas que a su alrededor menean con orgullo orejas y rabo.

Escuela y Cultura repelen a una masa con interés exclusivo en satisfacer el hedonismo consumista malinterpretado como epítome y clímax del albedrío. Citar a terceros antes que a la propia persona es norma de educación, respeto, humildad y solidaridad: “Platero y yo”, por ejemplo. Cuando se formula al revés, “Yo y Platero», se suele reprobar a quien lo dice con la expresión “El burro delante”, cargando el término burro con serones de analfabetismo y vulgaridad como bálsamo corrector de la prepotencia.

Los animales están exentos de cumplir las normas más elementales de urbanidad. Aun así, existen ejemplares con un civismo que contrasta, resaltándola, con la ausencia del mismo en sus amos. Se trata de dueños muy egoístas, individualistas, que hieren de forma grave con sus conductas la convivencia. Cada día más radicales y numerosos, viven en tu calle, en tu barrio, en tu ciudad, se los ve en el gimnasio, en el Mercadona, y ponen reguetón a todo volumen en el coche o el salón con las ventanas abiertas.

Suelen ser los animales que montan bronca a gritos en la cola del Centro de Salud y soportan en silencio la del banco. Suelen ser los brutos que muelen a hostias a mujeres, moros, mariconas y negros y aguantan sumisos diez horas de curro a cambio de lo justo para la peluquería o medio tatuaje. Suelen ser las bestias que alardean de su ignorancia manchando paredes con espray o coreando himnos de odio y sectarismo en las gradas de los estadios. Suelen ser las fieras que te hacen cambiar de acera.

Son tristes criaturas sin más criterio que el del pastor, conductor con el cayado de la manada donde pastan y creen ser algo. Son criaturas peligrosas cuando ejercen su derecho al voto, por el daño que se hacen a sí mismas y al resto de la sociedad. Son desdichadas criaturas que apoyan a la extrema derecha que les vende el culto al individuo y el odio a lo público, a lo social, excitando sus más bajos instintos. Son criaturas que piensan en lo más importante, lo único importante en su vida: “Yo y mi polla”, escupido con orgullo.

No debiera escandalizar tal expresión soez y chabacana a quien no incomoda la ideología que la sustenta y los actos de quienes la usan. Volvemos a tiempos de miedo y silencio, de gente inculta y pendenciera como aquella que derribó la Democracia hace 80 años y la mantuvo a raya durante 40. Chusma que vota a quienes roban la Sanidad y la Educación de todos, a quienes les robarán pensiones, salarios y vivienda a cambio de un himno y una bandera que ondeará señalando enemigos y campo de batalla.

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