La epidemia del «ensanche» 2.0

Quien no conoce su historia está condenado a repetirla, como ya dijera George Santayana. Y es que a veces estos golpes de ocurrencia parecen más encaminados a la satisfacción de un caprichoso esnobismo pueril desfasado que a la realidad de nuestra ciudad y sus necesidades urbanas.

“La Epidemia del Ensanche” fue la expresión utilizada por Ángel Ganivet para denominar a todo aquel afán urbanístico de hace un siglo, empujado por el gran momento económico y expectativas de prosperidad que se estaban viviendo por el reciente desarrollo de la industria azucarera granadina, inspirados en la moda de los grandes bulevares parisinos como referencia arquitectónica de la burguesía.

La gran mayoría de los granadinos de la época, sin acceso a la educación, más pobres que lo blanco de la cáscara de naranja, y cegados por el brilli-brilli cultural y especulativo de las clases pudientes a las que no pertenecían, aceptaron, sin apenas presentar oposición, asumir sin rechistar aquella polémica reforma urbanística que supuso abrir una Gran Vía de unos 800 metros de longitud y 20 de ancho, a los que hubo que añadirle 20 metros más a cada lado de expropiaciones, y que conllevó llevarse por delante los barrios de la Mezquita y Santiago con más de doscientas casas medievales, y la destrucción de otros edificios de mayor valor arquitectónico aún, como eran la casa de los Marqueses de Falces, el renacentista Colegio de San Fernando, el Convento del Ángel Custodio o el Palacio Cetti-Meriem.

Lo que, al margen de la belleza o no de la que ahora podemos disfrutar al pasear por ella, aquel proyecto supuso destruir una quinta parte de lo que era la ciudad de Granada. Podríamos recordar también como parte de esta historia del Centro Histórico granadino de finales del XIX, principios del XX, el embovedado y re-embovedado del Darro a su paso por Reyes Católicos, o aquella inviable línea de tranvía que quería conectar Plaza Nueva con el Violón, a la que provisionalmente dieron paso por la angosta calle de la Colcha y que nunca se terminó de concluir porque suponía tirar y expropiar media calle San Matías.

Este repasillo rápido por nuestra historia reciente se hace necesario para comprender esta “Epidemia del Ensanche 2.0” que estamos viviendo estas semanas a propuesta de la Junta, para construir una nueva línea de Metro que pase por el pleno centro de Granada.

Al parecer ya existe un informe de viabilidad sobre la nueva línea del Metro por el centro y por supuesto en superficie. Un informe que muchos

quisiéramos ver y examinar en su profundidad, porque son muchas las preguntas que nos hacemos en materia no solo técnica o arqueológica, sino en otros aspectos de interés ciudadano como pudiera ser la movilidad y acceso a nuestros barrios históricos habitados, dícese Albayzín-Sacromonte, Centro y Realejo que quedarían inconexos entre ellos, incluso cómo piensan que van a llegar los albaicineros a sus hogares O cómo van a acceder hasta ahí emergencias tales como policía, ambulancias o bomberos dónde cada minuto de retraso de más en su llegada puede significar la pérdida de vidas humanas. O por dónde piensan dar entrada y salida con transporte público a un barrio eminentemente peatonal con una única entrada por arriba a más de 8.000 habitantes, más transeúntes diarios que se cuentan ya por decenas de miles, con 200 metros de desnivel y pendientes que superan el 30%, con una extensión, que por ilustrar podemos decir, que sin contar con el Sacromonte, ya es mayor que el Centro-Sagrario y los Pajaritos juntos.

Hay otros aspectos que pudieran venir también derivados de estos, como en qué medida esta línea va a paliar la contaminación por emisiones de gases que sufre la ciudad en el área metropolitana, que es lo que más nos debería urgir resolver para no morir asfixiados por el propio CO2 que generamos en la periferia; si le añadimos además a este nuevo invento, los kilómetros de más que se verían obligados a realizar los autobuses híbridos (porque, hoy por hoy, no existen autobuses eléctricos capaces de soportar las pendientes de nuestras granadinas colinas), los proveedores o los propios vecinos de estos barrios con sus vehículos, ya que quedarían incomunicados y con un transporte público inviable para llegar a sus casas, lo que significaría generar más contaminación aún.

Por alguna extraña razón, en Granada, a diferencia de cualquier otra ciudad europea, se tiende a pensar que cortando el acceso por el centro a los residentes de estos barrios de características urbanas tan peculiares sin dotarlos de un transporte público de calidad y haciéndoles dar una vuelta adicional de 8 km de ida, más otros tantos de vuelta, se produce menos contaminación. O ya puestos, también nos gustaría saber cómo afectaría la contaminación acústica que supondría el meter en la calle Reyes, que apenas da el ancho, estos mamotretos de trenes con campanitas y megafonía incluidas, por poner un ejemplo más.

Sin olvidar tampoco nuestro pasado más reciente cuando se construyó la actual línea de Metro y a la vista del destrozo económico que aquello supuso para cientos de negocios, o cómo piensan que va a sobrevivir la hostelería, hospedería, incluso la Semana Santa que tanto se invoca como generadora de riqueza, o el escaso comercio de carácter peatonal que queda por la zona si cortan las vías de acceso durante esos años de obras.

Todo este mar de dudas sin resolver desmontarían cualquier informe que se haya podido presentar desde la Junta de Andalucía y más si como parece no se ha consensuado con el Ayuntamiento, a lo que además habría que sumar ahora unas obras que supondrían por sus características técnicas unos sobrecostes económicos enormes y seguramente también de tiempo adicionales, nada desdeñables, porque aun transcurriendo el trazado por superficie, se precisaría de la construcción de una potente plataforma que soportase el peso y tránsito de estas vías que discurrirían sobre la bóveda del Darro. Un aspecto de lo más relevante si lo que buscamos es la eficiencia y prioridad necesarias en las inversiones que se hacen con nuestro dinero público para dar respuestas eficaces a la ciudad y sus barrios, y por tanto, a sus ciudadanos.

No obstante, y volviendo una vez más sobre nuestro pasado, y no hace tanto de ello, algunos ya pudimos intuir en la planificación de aquella LAC de Torres Hurtado, capitaneada por Doña Telesfora, que no era más que un ensayo sobre ruedas de este proyecto de Metro que nos quieren colar ahora desde la Junta, que más centrados en darle coba a cuatro de los suyos, que nos ocupó más de 4 años en resolver técnicamente, además de la losa económica posterior que aún sufrimos.

Al parecer, ni la Junta, ni sus asesores, parecen haberse enterado de que dicha estrategia fue un auténtico fracaso para la movilidad de los barrios y de la ciudad en su conjunto. Pero lo que es peor y lo que no tiene ya perdón alguno, es que los granadinos y granadinas la vayamos a olvidar tan pronto y sin hacer el más mínimo examen de conciencia de semejante despropósito. Un proyecto que tal y como se ha presentado, y sin necesidad de ser ingeniero de caminos, no dejaba al Ayuntamiento más opción que rechazarlo por pura responsabilidad consistorial, presentando desde el consistorio una propuesta alternativa de línea más acorde con nuestras necesidades como ciudadanos y más respetuosa con esas particularidades urbanas e históricas que nos hacen tan especiales como ciudad y que son nuestro escaparate al mundo entero.

Pd. Una vez más mi agradecimiento a la albaiciera de pro, Margarita Marín, observadora y sufridora como pocas del centro nuestro de cada día.

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