Nos invaden los golfos del Golfo

En los 50, la “Jet set” eran personas muy ricas que realizaban actividades sociales fuera del alcance del común de los mortales. Viajaban en avión (jet), hasta que éste fue asequible para más personas y la etiqueta pasó a nombrar quienes tenían patrimonio y tiempo suficientes para consagrar sus vidas al placer. Marbella se convirtió en centro internacional de negocios, muchos inconfesables, que el franquismo y la monarquía se encargaron de camuflar. Jeques, traficantes de armas, de divisas, de droga, constructores y otros parásitos bailaban con Hohenlohe, von Bismarck, o Jaime de Mora y Aragón.

Los jeques que hacían llover petrodólares por donde pasaban estrecharon lazos con los borbones y los noticiarios diferenciaron al “moro” pobre del “árabe” opulento que visita en limusina al amigo en Marbella y al primo en La Zarzuela. En los 90, la caspa bisoña instaló a Jesús Gil en la alcaldía. El glamur convivió con la corrupción de gente como Juan Muñoz, Isabel Pantoja, Juan A. Roca, Marisol Yagüe, Isabel García Marcos, Maite Zaldívar, Ávila Rojas, Sandokán, González de Caldas… hasta llegar a Ángeles Muñoz.

En 1973, ¡toma crisis!, el rey Fáisal descubrió que el petróleo y los 1,4 billones de dólares de la familia real permitían dominar el mundo y comprarlo todo. Desde que el príncipe Fahd llegó a Marbella en 1979, la familia Saúd ha aprendido a silenciar con dólares la violación de los derechos humanos en su país, el genocidio Yemení o que 15 agentes saudíes descuarticen a un periodista crítico saudí en un consulado saudí. En Marbella aprendieron a lavar la imagen de la dictadura y de la familia real comprando un AVE.

En Marbella aprendieron que la misoginia y el machismo no son exclusivos de su cultura y sí son excelentes herramientas para negociar y blanquear. Aprendieron que el fútbol, convertido en religión, es un caldo de cultivo donde conviven otras lacras sectarias como la homofobia, el racismo y el radicalismo. Aprendieron que Jesús Gil o González de Caldas eran ejemplos de toscos a no imitar y aprendieron de Florentino Pérez a canalizar las fobias cubriéndolas con una pátina de refinamiento y modos cortesanos.

El fútbol se hizo negocio y llegaron los patrocinios en petrodólares con los jeques y otros noveles del dinero. Rubiales, palurdo pícaro como Gil, negociante sin escrúpulos como Florentino y machista como un jeque, supo dónde estaba el dólar y cómo obtenerlo: vendió la Supercopa. “¿Dinero? No problem” dijo el jeque que ha comprado los cromos de las ligas europeas para ponerlos a patear las arenas del desierto con sus mujeres en la cocina de oro con la pata quebrada. Para los mercenarios, la libertad tiene precio.

El Real Madrid abrió la puerta de Europa a los negocios de Florentino del mismo modo que el fútbol abre las bolsas europeas al capital árabe: pura especulación, pura prostitución. Es incalculable la inversión de los golfos del golfo en fichajes y patrocinios del fútbol europeo, pero nos hacemos una idea al llenar el depósito del coche. Están comprando el Estado y, lo mismo que los futbolistas cobran por hablar bien de la dictadura y la familia real, los medios de comunicación lo hacen por una propina, como cuando lo de Qatar.

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