A veces menos es más que más

Apunta Baltasar Gracián en ‘Oráculo manual y arte de prudencia’ (1647) el dicho archiconocido: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno», a lo que sigue (ya menos conocido): «Incluso lo malo, si poco, no tan malo». Sin embargo a veces se me antoja (aunque creo ser el único que haya dado vuelta a tal sentencia): «Lo bueno, si breve, dos veces breve».

En uno de sus sketch Faemino y Cansado vienen a demostrar que «subcampeón es mucho más que campeón», y explican: «¿Tú qué eres? Campeón. No está mal. ¿Y tú? Subcampeón. ¡Jóder!». Parece que la palabra «campeón», carece de importancia, pero «subcampeón», tiene más empaque, es más sonoro y más exclusivo (al menos de más largueza).

Según Cela, en ‘Toreo de Salón. Farsa con acompañamiento de clamor y murga’ (1963), uno de sus «apuntes carpetovetónicos», viene a decir que «es más complicado sacarse un conejo de la manga o una paloma de la oreja de un niño o de un soldado que hacer un milagro, como igualmente es de mayor enjundia torear de salón que enfrentarse a un miura».

En el relato ‘Siete noches’, de 1980, Jorge Luis Borges viene a referirnos: «Recibí el nombramiento (Director de la Biblioteca Nacional de Buenos aires, en la calle México del barrio Monserrat, en el Sur) a fines de 1955; me hice cargo, pregunté el número de volúmenes, me dijeron que era un millón. Averigüé después que eran novecientos mil, una cifra más que suficiente. (Quizá novecientos mil parezca más que un millón: novecientos mil; en cambio, un millón se agota en seguida.)».

No es cuestión de esconderse ni mirar hacia otro lado. Tampoco es muestra de humildad o modestia. Pero rechazar los laureles, mantenerse en un segundo plano, evitar la luz, es motivo de elegancia y en su extremo de supervivencia. Cuenta la ‘Ilíada’ (siglo VIII a.C., como fecha más aceptada) que un oráculo había profetizado que el primer griego que pisara la tierra de Troya al desembarcar sería el primero en morir. Protesilao, conociendo la profecía, saltó a tierra y murió. Homero lo cuenta así: «el aguerrido Protesilao mientras vivió, pues ya entonces tenía lo en su seno la negra tierra, matólo un dárdano cuando saltó de la nave mucho antes que los demás aqueos, y en Fílace quedaron su desolada esposa y la casa a medio acabar».

Es pasar por la vida de puntillas, no dejar huella o firmar con pseudónimo unas líneas en el agua. No ser imprescindible ni para el cielo ni para el infierno. Ricardo Reis, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa (1888-1935), en el primer verso de la oda 103, versaba: «Quiero de los dioses sólo que no me recuerden».

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