Alerta en el valle del Darro

Granada no gana para sustos. Al dudoso honor de liderar el número de rebrotes del COVID en Andalucía que nos coloca a las puertas de un nuevo confinamiento, tenemos que añadir la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia que anula todo el proceso de declaración como bien de interés cultural, del Valle del Darro por un defecto de forma. Si lo primero puede resultar mortal para nuestra economía, lo segundo puede serlo para un espacio único en el mundo, al tiempo que resucita las políticas de especulación urbanística propias de los gobiernos de la derecha, como bien demostró el nunca bien ponderado Aznar, declarando urbanizable todo el suelo patrio y más recientemente las comunidades de Madrid y Andalucía, eliminando cualquier mecanismo de control previo al imperio del ladrillo.

Sorprende que en una ciudad tan celosa de lo autóctono, una noticia de semejante calado esté pasando tan inadvertida, cuando estamos hablando de garantizar, o no, la preservación de una de las zonas más frágiles, singulares y hermosas, no solo de Granada, sino de toda España.

El silencio sepulcral de la Junta de Andalucía, tanto en Sevilla como en Granada, debería provocarnos una tremenda desazón, máxime conociendo los antecedentes y la filosofía de los partidos que la gobiernan, PP, Cs y VOX, de convertir todo el suelo rústico, en una especie de barra libre para los apóstoles del urbanismo especulativo e insolidario.

Si hay algún espacio natural en la ciudad de Granada que merece una especial protección y por lo tanto su declaración como bien de interés cultural, ese es sin duda, el Valle del Río Darro, un espacio tan vulnerable y delicado, que podría sufrir un daño irreversible con cualquier actuación urbanística, por mínima que fuera.

Estamos hablando de un entorno que configura uno de los ejes más bellos de todas las ciudades europeas. El equilibrio entre naturaleza, monumentalidad y espacio vivo, se alcanza aquí en unas cotas únicas en el mundo y por ello, pensar que ese equilibrio podría ponerse en riesgo por la ausencia de una figura de protección que lo salvaguarde, sería sencillamente imperdonable.

Y no es que nos estemos poniendo la venda antes de recibir la herida, es que ya venimos avisados. Hagan memoria «vuesas mercedes» y recuerden los proyectos, todos ellos auspiciados por el PP, para la construcción del ascensor a la Alhambra, el túnel subterráneo, la ronda Este, la construcción de un hotel en la hacienda-cortijo de Jesús del Valle, además de las futuras urbanizaciones de lujo en la zona, largamente deseadas por la flor y nata de los promotores inmobiliarios de esta ciudad.

El Valle del río Darro es el último espacio natural que no hemos destruido de forma irreversible por la locura desenfrenada del ladrillo y es que no podemos cometer los errores del pasado, cuando la especulación y la falta de civismo, embovedaron el curso fluvial a su paso por Granada, destruyendo un entorno que hacía a nuestra ciudad única en el mundo.

Debemos ser conscientes de que nosotros no somos los propietarios de la ciudad y de su entorno, sino simplemente los depositarios de una maravilla que nos legaron quienes estuvieron antes que nosotros y que tenemos la obligación de entregar a quienes nos sucedan en mejores condiciones de las que la recibimos, por eso no tendría perdón no proteger esa joya que es el valle del río del oro.

Recuerden para terminar, la demoledora reflexión de Angel Ganivet, tras el primer crimen contra nuestro río, que no fue otro que su embovedado. Decía el autor de «Granada la Bella» que «Contra un pueblo que renuncia a ver el agua que corre a sus pies, no queda más recurso que echarse a llorar» … Ojalá no tengamos todos que llorar sin tardarse mucho tiempo.

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