Bonillalandia

Dícese de la tierra de Bonilla, donde a imagen y semejanza de Walt Disney, un tipo oscuro donde los hubiera, Juanma ha decidido «construir» un parque temático de cartón piedra, a mayor gloria suya y de su ego desmedido.

Bonilla, el hombre en cuyo CV no figura un solo día cotizado fuera de la política, ni tampoco una carrera universitaria, ni otro idioma que no sea su malagueño natal, pero sí el haber cobrado 600.000 euros en sobresueldos de Génova en los «mejores» tiempos de la Gürtel y el haber dejado el IMSERSO hecho un solar, cuando lo dirigió a la sombra de otra sospechosa habitual como Dolores de Cospedal, se ha empeñado en hacer de Andalucía, un lugar de fantasías animadas de ayer y hoy, llamado «Bonillalandia», la tierra de Bonilla.

Conviene recordar que los mayores sátrapas de la historia han sido, primero unos mediocres en su actividad privada y después unos demagogos populistas, que han llevado a sus países a la ruina, cuando no a tragedia, sin otro mérito personal, que el de estar en el sitio justo, en el momento oportuno. Exactamente lo que le ha ocurrido Bonilla, que sin ningún mérito personal, ni académico, ni profesional, logró ser presidente de la Junta de Andalucía, por la confluencia astral que se produjo en 2019 y que unió los peores resultados de la historia del PP, con una debacle de la izquierda sin precedentes y la irrupción en el panorama político nacional de la ultraderecha, con la que no tuvo ningún tipo de reservas para aceptar los votos que, a la postre, le hicieron presidente.

Siguiendo la hoja de ruta de sus «mayores», Bonilla se nos ha presentado durante cuatro años, como una especie de peluche sin aristas, una sonrisa bobalicona andante, cuyo mayor mérito fue hacerse un escudo heráldico como presidente de la Junta, hablar con una vaca, mantener a los cafres de Vox medio anestesiados y no meterse en charcos.

Los millones de dinero público con el que su valido Bendodo, ha regado en su primer mandato a los medios de comunicación andaluces, han servido para construirle un perfil de dirigente moderado y centrista, muy similar al que en su día se construyó Ruiz Gallardón, aunque como su propio padre y prohombre del franquismo advertía, el que verdaderamente era de derechas en la familia era «Albertito», como muy bien demostró en su etapa de ministro de Justicia aznariano.

Pues algo así nos está pasando con Bonilla, quien tras un primer mandato de anestesiamiento de la población andaluza, está empezando a mostrar ahora su verdadera cara de la derecha más dura, mayoría absoluta mediante.

Sin imposiciones de Vox, de las que se ha librado merced a su incomprensible mayoría absoluta, Bonilla, ha empezado la legislatura con el objetivo de convertirse en el delfín de Feijóo, lo que supone pasar por la derecha a la Meloni madrileña, como muy bien está demostrando, tanto en sus políticas fiscales, como de igualdad y en el desmantelamiento de todo lo público, empezando por la sanidad y la educación.

La segunda legislatura de Bonilla se está caracterizando por un furor privatizador que solo está haciendo que asomar la patita. El deterioro de la sanidad pública nunca ha sido mayor, algo proporcional al aumento de contratación de seguros privados de salud. En el terreno educativo tampoco nunca se ha destinado más dinero a la educación concertada y mucho ojo a la enseñanza universitaria, porque en el paraíso de Bonillalandia, ya hacen cola diez universidades privadas para instalarse. De servicios como el INFOCA, hablan por si solas las miles de hectáreas arrasadas por el fuego este verano en Andalucía, para impotencia de sus profesionales y vergüenza de la Junta. Y mucho ojito al agua, porque Bonilla ha disparado todas las alarmas, al decantarse por la privatización del saneamiento del agua en Andalucía, mientras las empresas públicas del sector, ecologistas y expertos, reprochan la apuesta privatizadora del presidente andaluz tras suprimir el canon para hacer obras hidráulicas en la comunidad con más sanciones por incumplir la normativa europea de saneamiento

Pero donde la megalomanía de Bonilla es mayor, amén de su fantasmagórica toma de posesión, es en su ofensiva fiscal de rebaja de impuestos, con la que pretende dejar a la Meloni de Chamberí a la altura de una colegiala.

En una tierra como Andalucía, que recibe 8.531 millones del fondo de solidaridad estatal -que es como tiene que ser- por el que las regiones más ricas pagan a las regiones que se tienen que poner al día, el faraón Bonilla regala impuestos con una mano y exije dinero al Gobierno con la otra, haciendo de paso el cateto más vergonzante, al invitar a los empresarios catalanes a que se «muden» a Andalucía. No se le ha ocurrido hacerlo con los miles de emigrantes andaluces en aquella tierra, ofreciéndoles puestos de trabajo dignos en la suya.

No ha pasado ni una semana de semejante esperpento y el presidente de la Junta, bramaba el lunes exigiendo al Gobierno, mil millones para hacer frente a la sequía que azota a Andalucía, justamente la cantidad que Bonilla «regala» a los 19.000 andaluces más ricos, suprimiendo el impuesto de patrimonio que deberían abonar a las arcas públicas. Novecientos millones que irían de perlas para evitar que Bonillalandia vuelva a ser la campeona del paro, liderando la subida del desempleo en septiembre, con 6.788 parados más, lo que sitúa el total de andaluces y andaluzas sin trabajo en 779.282. Y Bonilla «perdonando» impuestos a los señoritos… Sería para descojonarse, si no fuera para correrle a gorrazos.

Pero como en esto de la política, parece que vivimos en una especie de síndrome de Estocolmo, en el que los mileuristas que las pasan canutas para llegar a fin de mes, votan masivamente a quienes eliminan los impuestos a los ricos, con los que poder pagar la educación de sus hijos y su asistencia sanitaria, conviene recordar que lo importante no es bajar impuestos a cascoporro, como hace el PP, sino a quien hay que bajárselos.

Llevamos años escuchando que los Pili y Mili de las rebajas fiscales, o lo que es lo mismo, Ayuso y Bonilla, son los campeones de bajar impuestos, frente al «infierno fiscal» del Gobierno de Pedro Sánchez. Falso de toda falsedad que diría M. Rajoy.

Según un trabajo muy interesante del periodista, Jaume Viñas, incluso sin contabilizar las últimas rebajas anunciadas por la ministra Montero, la rebaja del IVA de la luz, el impuesto especial sobre electricidad, la supresión del impuesto de producción eléctrica y la bonificación de los 20 céntimos al litro de carburantes, ya suponen un ahorro mucho mayor que las rebajas del IRPF de Ayuso y Moreno.

Las rebajas fiscales de Bonilla -deflactar el IRPF y suprimir el impuesto de patrimonio y el de sucesiones para herencias superiores al millón de euros-, suponen para quienes cobren 30.000 euros anuales, un ahorro de ocho euros al mes. Cifra ridícula si se compara con el ahorro que les suponen las medidas aprobadas por el Gobierno central.

Por resumir, el Gobierno de Pedro Sánchez, ha bajado más los impuestos a la mayoría de los madrileños y andaluces, de lo que lo han hecho Ayuso y Bonilla, salvo para quienes hayan heredado más de un millón de euros, o dispongan de una riqueza neta por encima de los tres millones… ¿Vamos teniendo claro ya, para quien gobierna cada uno?

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