Colores y sucesos en un colegio electoral

Las cosas que también importan.

El domingo se ha madrugado en el colegio público reconvertido en lugar de plebiscito. Hay nervios a las ocho y media de la mañana. Se procede con solemnidad y rigor a la lectura de la normativa electoral en las ocho mesas del colegio. Nada puede fallar, pero hay sensación de que puede ocurrir cualquier cosa. Hay contagio de post-debate y pre-resultados.

Ceremonia de presidentas y presidentes de mesas interrumpida por los nervios incontenibles de algún interventor muy listo, que sabe lo de la jornada y mucho más allá. Estamos de suerte.

Van saliendo las papeletas de las cajas y van siendo colocadas milimétricamente unas al lado de otras; parecieran compuestas para una foto. Algún ppartido las altera en su métrica consciente y pone las suyas en lugar principal. Los otros colocan “las otras suyas” alrededor, para que no se note mucho.  A lo largo de la jornada irán danzando unas y otras de centro a izquierda y de centro a derecha, sin caer jamás en la derecha extrema de la mesa, ¡qué casualidad!

A punto de iniciar en las mesas la música y el baile de apellidos y nombres, me fijo en que en una de ellas hay representados seis colores en cartulinas rectangulares colgadas de seis cuellos de seis personas. Falta la verde para conformar el “seven colors”, pero no quiere ni oír hablar de diversidades de arco iris… ¡aguafiestas!

Llega el momento y se abren las dos puertas de las dos grandes salas del colegio transmutado en electoral. Cuatro escalones, cuatro, hay que subir hasta llegar al rellano de la entrada de una de las salas con cuatro mesas electorales. Para acceder a ella aún falta por subir otro escalón de 42 centímetros. Quien piensa en las normas no piensa en las personas. Mucha gente mayor en sillas de ruedas y andadores, otras tantas agarradas de brazos y manos, críos pequeños zigzagueando entre el gentío: el resultado arroja un balance de dos señoras caídas al suelo, tres andadores volando, quince tropiezos y ninguna protesta. ¡Pero qué bien enseñadas estamos…!

En los momentos de calma chicha partidos naranjas, morados y rojos cuchichean entre sí que los verdes han llenado las mesas y cabinas de papeletas ya rellenas de cruces verdes. Pero, ¡qué feo para ser principiantes…! Tal vez no lo son tanto, pero como poco han logrado una fugaz complicidad democrática de tres colores ciertamente chillones. El azul estaba en el cielo, por cierto, y desde allí, ni veía ni sentía.

Me lleno las manos de tinta y me dirijo a un servicio cruzando entre una multitud organizada pacientemente en una larga fila. El dibujo de una niña rubia con coletas pegado en una puerta es lo más parecido a mí, que soy morena, adulta y con pelo suelto, pero ya se sabe: las niñas tienen vulva y los niños tienen pene, ¿o era al revés? Entro en él. No hay jabón para las manos, y se nota que desde hace mucho no se le espera. En los colegios públicos escasean muchos enseres y mucho profesorado. ¡Ay, esa Consejería olvidadiza…!

En los días de elecciones hay personas que aprovechan para enfadarse, como si se tratara de un rito de paso entre ser quien vota y ser quien manda: unas porque la presidenta de mesa de turno, con una cola kilométrica de 27 personas, no reduce a tres segundos el tiempo del voto por persona; otras se enfadan porque, tras largos años de depósito de voto en la primera mesa a la derecha, han sido trasladadas a la del fondo de la sala, y aún otras se enfadan con la gente enfadada (en las pareces hay imágenes de niñas y niños que rezan: los derechos de los niños). ¡Así mismo!

Tres familias han tenido la ocurrencia de dejar amarrados a tres perros en la cancela de entrada al colegio electoral. Los perros, que no han entendido de protocolos ni normas electorales, se han enfadado a mordiscos. Por suerte, la autoridad policial ha intervenido cambiándolos de lugar. ¡Esto se parece mucho a un colegio!

Dan las ocho y todo queda en silencio. Suenan las campanas de Las Angustias y los colores se transforman en personas. Todo empieza de nuevo: presidentas y presidentes ceremoniosos, interventores nerviosos y el ritmo acelerado de la etapa que comienza.

Cuando marcho todo está tranquilo en el exterior. Había tenido a mi lado, todo el tiempo, un cartel anunciador de la próxima peli infantil de Karmafilm: “Una aventura muy espacial”. No sé si lo que ahora sé, a estas horas de la madrugada, tiene más de aventura que de espacial, pero me sigue gustando mucho ese civismo que demostramos en estas jornadas emocionantes, donde colores y personas pueden confundirse para hacerle más fácil el tránsito a votantes y acompañantes. Bueno, menos los verdes y los azules, que parecieran de otro mundo. En eso –como en todo lo demás- se parecen mucho. Veremos…

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