Con Endesa hemos topado

«Con la iglesia hemos topado». Esa expresión derivada de un pasaje del Quijote, se ha convertido en una expresión coloquial que usamos para expresar la frustración causada por la intervención de cualquier autoridad, empresa, o institución que suponga un obstáculo insuperable para los derechos de quien usa la frase.

Pues bien, con quien hemos topado en Granada, Andalucía y media España, es con ENDESA, la empresa eléctrica que amparada en un monopolio de facto, hace y deshace a su antojo, demostrando una falta de empatía hacia sus clientes, impropia de quien detenta un servicio público, como es el suministro eléctrico, imprescindible para nuestra vida económica y doméstica.

Fundada por el extinto Instituto Nacional de Industria en 1944, ENDESA nació con el objetivo de controlar un sector considerado estratégico como el energético, mediante una empresa pública, al igual que empresas de otros sectores.

En el año 1998, cuando el mercado eléctrico y de gas natural en España se empezó a privatizar por José María Aznar, se creo «Endesa Energía», la comercializadora de Endesa que gestiona los clientes en el mercado de electricidad y gas natural y que se privatizó por completo en 2003. Desde 2009 y tras sucesivos intentos de OPAs de diferentes compañías, el 70% de su capital pertenece a la compañía energética estatal italiana ENEL.

Desde entonces para ENDESA solo cuenta el beneficio de sus accionistas, a costa de cualquier cosa, incluyendo un pésimo servicio, una peor atención al cliente, un trato lamentable a sus trabajadores y un nulo mantenimiento de las infraestructuras necesarias para un correcto servicio.

Con esas premisas no es de extrañar que los clientes de la otrora joya de la corona de las empresas públicas de este país, se sientan indignados rehenes, de una compañía que no quiere, no sabe, o no puede, dar un correcto servicio a quien lo paga religiosamente y a quienes ante las más que justificadas quejas, por los numerosos y reiterados desaguisados en el suministro, trata con la prepotencia y el desprecio, de quienes se saben blindados por sus mastodónticos servicios jurídicos, frente a la indefensión de sus clientes.

Miles de familias y negocios en Sevilla, Jerez, Córdoba y Granada, son víctimas y rehenes de una compañía que en 2018, fue considerada como la peor empresa del año por los consumidores y protagonizó seis de cada diez reclamaciones contra compañías energéticas con más del triple que IBERDROLA, la segunda en la clasificación.

En Granada más de 1.000 familias de las barriadas Cartuja y La Paz están sufriendo cortes de luz de más de diez horas al día en pleno temporal de frío, hasta el punto que Podemos-IU ha tenido que solicitar al Ayuntamiento que declare la “emergencia humanitaria”, para tomar acciones transitorias urgentes que palíen el sufrimiento de la población.

El pésimo servicio de ENDESA y su absoluto desprecio a las necesidades de sus clientes, está impidiendo que esas mil familias granadinas, que pagan religiosamente unas facturas nada baratas, puedan cocinar, calentarse, o permitir que sus niños puedan estudiar sin congelarse, porque como ha recordado Mario Picazo, párroco de la Paz, en plena ola de frío se siguen dando cortes de luz de más de once horas al día que “crucifican a los enfermos” que no pueden conectarse a las máquinas de las que dependen para vivir.

La compañía ha agotado todas las excusas y todo su crédito porque el desastre del servicio que debería prestar, no es privativo de Granada, sino una pesadilla para media Andalucía.

Es cierto que la Consejería de Hacienda, Industria y Minas de la Junta de Andalucía, está demostrando una incompetencia incalificable a la hora de tramitar los permisos solicitados para renovar los transformadores, esté ralentizado una solución definitiva al problema que sufre el Distrito Norte desde hace más de cinco años, pero no lo es menos que el trato de ENDESA para con sus damnificado es tan lamentable, que se está barajando abrir una oficina de Consumo en el barrio, para que el vecindario ponga todas las quejas y denuncias que sean precisas contra Endesa.

Nada de esto tendrá solución, mientras la administración no responda, enérgicamente y con sanciones ejemplarizantes, al clima social de indignación ciudadana frente a un oligopolio energético que aplica tarifas desproporcionadas, elude la competencia y comete multitud de irregularidades con los usuarios ante la pasividad del Gobierno y las comunidades autónomas.

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