El Parapanda 2021 se clausuró con risas y gaitas.

El Parapanda 2021 se clausuró con risas y gaitas.

  • En el concierto de despedida coincidieron Miguel Cadavieco y Luar Na Lubre

El Parapandafolk cerró la madrugada del lunes su trigésima edición con la presencia de dos nombres: Miguel Cadavieco y Luar na Lubre y dos conciertos diferentes completamente, en tamaño, volumen y presentación. Sin embargo los dos pusieron al público de pié y fueron despedidos con fuertes ovaciones.

Miguel Cadavieco será uno de los nombres más recordado de la edición de cumpleaños. El rabelista supo con su simpatía y arte quedarse con la mayoría de los espectadores que, sobre todo, se desternillaron con su rapidez mental en la noche de despedida de la muestra. Solo, con el sonido monocorde de su pequeño instrumento, se convirtió en un monologuista alternando las canciones y romances de su tierra con flashes improvisados sobre la marcha provocando la carcajada cuando desató sus facultades repentistas, improvisando sobre lo que tuvo a la vista con gracia, desparpajo y buen humor. Estuvo sembrado, tanto en las formas medievales como en su papel de entretenedor.

Hablar de Luar na Lubre es hacerlo de una de las formaciones más solidas y longevas del panorama atlántico. Estrenaban aquí disco y cantante, que cada visita ha tenido un portavoz diferente, esta vez teniendo a Irma García como portavoz. El concierto que llevan esta temporada (como siempre perfectamente explicado e introducido por Bieto) presenta sus Vieiras y vieiros, canciones y leyendas del Camino de Santiago, junto con una auto-antología, interpretada con la exactitud academicista ya marca de la casa, su guardarropía típico y sus coreografías habituales. En el programa no faltaron piezas que les acompañan desde siempre como la lorquiana Chove en Santiago, O son do ar, Tu gitana o la emotiva Camariñas.

Su actuación fue remontando lentamente y rompiendo el protocolo concertístico, saltándose las reglas y acelerando los tiempos hasta parecer otro grupo diferente, capaz incluso de bordear el rock en algunos finales desatados. Tienen su propio código escénico, y según se sienten o no, inducen también por la vista a la participación, que fue mucha por parte del público, hasta agotar el repertorio de dos horas que traían preparado. Un final del Parapandafolk por todo lo alto.

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